miércoles, 3 de junio de 2009

MELODIAS A CONTRATIEMPO: SONRISA




Yo cuento con tu risa y se que a cambio no tendría moneda que pagarte, todo lo que yo llevo en los bolsillos, sumo lo que tu risa vino a darme. Pero cuento con tu risa, no lo olvides, desde la noche oscura hasta el alba; cuento con tu risa, que es lo mismo, que no tenerle miedo a casi nada”.

Hice de esa canción nuestro himno, la adapté a mi antojo y te la ofrecí, como te ofrecí mis sueños, mi alegría y sobre todo mi gran ilusión, esa que creyó en un momento tonto, en uno de esos ratos memos, que esto podía tener un futuro, que esto podría ser amor.

Tan sólo mencionaste una vez mi sonrisa, y yo capturé ese momento y lo perpetué. La tomé por estandarte y bandera, como lo más significativo de mi, como parte de mi esencia, que tanto te agradaba y fascinaba. Y te la brindé; te hice merecedor de ella. Podías contar con mi sonrisa con toda la extensión de la palabra, que tan original y profundamente plasma “Cómplices” en su canción. “Que suerte tener arma tan activa, contra este mundo absurdo que me acosa”. Pensé, que mi sonrisa podría llegar a significar eso para ti, una fuerza tal, capaz de eliminar los miedos y la tristeza de este mundo absurdo y loco. Un gran tesoro puesto a tu alcance, así, por las buenas, como muestra de generosidad y amor.

Le doté a mi sonrisa un poder irreal, lleno de música y fantasía. Y me lo creí, como si tú la valoraras en igual medida. No te di opción a pronunciarte, y preferiste seguir la melodía a desafinar tan a contratiempo. Te las mandé de todas formas, tamaños y colores. La distancia no pudo frenar los locos deseos de una romántica soñadora. No quería que olvidaras mi ofrenda, tal vez teniendo tan cerca el recuerdo de lo más genuino, sintieras presente a su dueña. Imagino que ya habrás tirado aquel collage con tantas sonrisas mías, que un día recibiste, sorprendido e ilusionado, en tu buzón. A estas alturas no tendría mucho sentido, que acumulara polvo en aquella estantería del salón.

¿Cómo pude ser tan ilusa?. ¿Cómo pude montarme en esa nube sintiendo, por una vez en la vida, que tú me acompañabas?. Que lo nuestro era diferente, y que, como en las grandes películas de amor o en mis canciones preferidas, el destino caprichoso y juguetón nos había unido, ni el tiempo, ni la distancia lograría anular lo que hoy sentíamos. Y así fue, hoy y mañana, y hasta pasado mañana. Pero bastó unos meses para tropezar con la realidad. Y para reducir ese hoy tierno, emocionante y pasional a un par de encuentros exhaustos y a muchas horas de silencio, vacio y añoranza.

Mi sonrisa se tornó lágrima; y mis lágrimas, pena, desconcierto y sinsentido. Mi amor se colaba por los agujeros de un corazón cada vez más roto; chocaba, una y otra vez con tu muro de silencio y pasotismo. Tus circunstancias, mataron nuestro simulacro de amor. Tu indiferencia ante mi dolor anuló mi arma más activa, eliminó, sin dejar rastro alguno mi arsenal festivo y esperanzador. Y se hizo imposible sonreir. Mis bolsillos estaban vacios, mis manos seguían abiertas, pero sin encontrar a su compañera; mi corazón descuartizado en mil pedacitos. Los días parecían eternos y las noches reflejaban un mal sueño constante, tan sólo interrumpido por la rutina obligatoria, que imponía cada nuevo amanecer.

Tuve nuestra foto, delante de aquel chopo milenario, presidiendo mi comedor, era incapaz de romperla. Ni la rabia, ni la ira, ni siquiera el sentimiento de maltrato pudo retirarla. No, hasta que llegó el momento justo. Supe enseguida que todo se había superado. Que no sentirme querida, ni apreciada por ti, ya no me dolía. Fue en ese mismo momento, en el que conseguí guardar la foto y sonreir mientras la observaba. Entonces supe que estaba curada. Y que mi esencia volvería a ocupar el pódium que se merecía, sin ti, pero conmigo.

“Ahora cuento con mi risa, para el día que la tristeza venga, aquí a hospedarse. Cuento con mi risa esa es la suerte, que llevaré conmigo a dónde vaya. Colgada de mis nubes de alegría afrontaré la luz de la mañana. Yo cuento con mi risa para alzarme como un cometa tras la luna nueva. No me asusta el otoño, si tú, sonrisa, vienes a mis labios llenos de primavera”.

Y sirva este torpe tributo como prueba de mi gran admiración por una de las letras más preciosas y sentidas, que de forma tan armónica han sabido transmitir este gran mensaje: “COMPLICES”. Gracias por sentir así; por contar con vuestras sonrisas, tantos años ya.