lunes, 16 de noviembre de 2009

XIII GÉMINIS.


XIII CERTAMEN GÉMINIS: CONCURSO NARRATIVA BREVE. AYTO. DE ASPE.


El pasado sábado 14 de noviembre se celebró la entrega de premios de dicho concurso, recibiendo un Accesit al mejor relato de autor aspense. La obra premiada fue "Azar".

LAS PALABRAS


LAS PALABRAS.
“-¡Vaya, soy la primera!, lo intuía. Todavía no ha llegado nadie. Si es que ya se sabe la puntualidad no es el valor predominante en estos tiempos. Todos vamos deprisa, robando minutos al reloj, con la triste ilusión de hacer más cosas a la vez , y en realidad hacemos, pero menos y peor. Nuestra dueña suele ser de esas, no de las que llegan tarde, sino más bien de las que se afana en recuperar cada minuto para estrujarlo y aprovecharlo al máximo. Esta noche sin ir más lejos pretendía crear una historia, le gusta escribir. Y me atrevería a decir, que no lo hace del todo mal. Su cabeza no deja de dar vueltas, intenta encontrar las palabras adecuadas; tras unas horas opta por abandonar, aquel dolor de sien junto a su resultado frustrado ya le había generado bastante ansiedad. Cierra su portátil con apenas un garabato sin sentido y cambia de escenario. Acostada sigue pensando, suelen venirle grandes ideas a esas horas y en esa posición, por favor, que nadie pregunte la razón. Hasta que el sueño la vence”-.
Quedamos atrapadas en sus recuerdos inmediatos, como si de un baile se tratara, vamos saliendo una a una a la pista iluminada por esa luna llena que acierta a colarse entre las rendijas de la persiana. Yo soy la primera, permítanme que me presente: Jacarandá, para servirles, creo que mi ama y señora me tiene en mente, me asocia con una de sus canciones favoritas del gran Jorge Drexler. Pero en realidad está obsesionada conmigo, no sabe qué puesto darme en su historia, ni a quién cobijar bajo mi sombra. Voy y vengo a su pensamiento como un columpio incapaz de tomar tierra, y este hilo conductor de sus pensamientos subconscientes muestran la traición de su ocultismo, poniendo de manifiesto, a través de mi, todo ese mundo secreto y privado.
Llega mi compañera la melancolía, de naturaleza triste y pensativa, parece que nuestra bella durmiente tiene un sueño de amor, y aunque su primer instinto es de atracción, la suerte no juega a su favor; los dioses la han abandonado. Y la magia del momento se pierde y se confunde como un grano de arena en el desierto. Una vez más ese amor inicial se ha transformado en amistad. La mariposa del sexo y la lujuria se disipan en la lejanía, y su espíritu somnoliento y lleno de escarcha busca un refugio, una cueva en la cual guarecerse hasta que amaine la tormenta, y cada nube ceda su terreno al sol.

Gira, cambia de posición en la cama; la melancolía y yo esperamos ansiosas la visita de una nueva colega, el baile en pareja comienza a cansarnos, pasar a ser un trío tendría su morbo. Y cual es nuestra sorpresa, de repente se unen a nuestra danza las madreselvas con pétalos de color ámbar envolviendo con su aroma cada rincón de la habitación. Formando un quinteto variado iconoclasta de cualquier síntoma de nostalgia. Jugamos en corro, formamos una cadena, todo es algarabía y jolgorio. Por fin van acudiendo a la cita.- ¡Silencio!, bajar la voz, o la despertaremos y nos tocará regresar cada una a su página-.
La música cesa, el silencio mueve ficha en esta partida de ajedrez y toda nuestra atmósfera cambia, la incertidumbre nos apresa. No sabemos qué pasa por su cabeza, comenzamos a ver algo. Parece que está viajando, en sus sueños visita lugares recónditos y sin sentido, a lomos de su unicornio, apareciendo frente al luminoso ultramarino barlovento el cuál ha perdido su “s final” azul turquesa, era una antigua tienda del barrio. Las imágenes se agolpan y se suceden como flases, fogonazos que la devuelven a esa hoguera de inmundicia, esa que le recuerda todos los planes incumplidos, las promesas rotas, de quién antes la quería y ahora ya ni le importa. La alacena de su alma se llena de sensaciones caducas y negativas; se agita, parece insegura y se agarra a la cama, su cuerpo siente caerse al vacío, intenta incorporarse y colocar los pies en algo fijo y seguro, cree que duerme en litera, tal vez en la de algún albergue, como acostumbra en sus viajes mochileros. De repente aparece agarrada a la bajante de su edificio. No entiende que ocurre, no es la única, su cara lo demuestra, ni qué significa cada destino, pero parece que recupera la calma, presuponemos, un aterrizaje seguro. Y vuelve a recostarse. La pesadilla ha cesado, respira tranquila, parece que descansa. Su sueño se vuelve profundo. Nosotras recuperamos el aliento y nos disponemos a reanudar nuestra particular fiesta.
¿Qué es eso?, no se oye nada. Su actividad mental ha cesado, y nosotras como hierático canto de sirena somos arrastradas a un rincón de la pasividad y la nada. Mis hermanas las palabras van desapareciendo, han perdido su poder, carecen de vida. En breve me esfumaré. Tan sólo la sabiduría y el buen hacer de quién decida pronunciarnos logrará resucitarnos de este letargo. Y de nuevo seremos útiles. Sólo la transmutación del silencio nos hará protagonistas.
Ring-ring-ringggggggg. – ¡No, maldito despertador!, otra vez se ha vuelto a atrasar. Llegaré a tarde a mi cita. Tengo que tomar algo, mi cabeza parece embotada. Oportuna charla sobre las palabras y su uso, justo ahora cuando lo que más deseo es guardar silencio. Menuda pesadilla.

Entre unicornios, palabras bailando al son de mis pensamientos y viajes a destinos sin sentido, no ha habido quien descansara esta noche. Y por si fuera poco un perlado con sotana negra me perseguía ¡Ay sueño profundo y reparador, quién te pillara!-.
- “Schischisssschhhhhc, ya estamos de nuevo en marcha, somos nosotras, las palabras”-.

martes, 14 de julio de 2009

VII. AZAR.


VII. AZAR.
Fue sin querer, es caprichoso el azar, no te busqué; ni me viniste a buscar. Yo estaba dónde no tenía que estar, y pasaste tú cómo sin querer pasar…”.
Cuando escuchaba esta canción, una de mis preferidas de Serrat, no pensaba, ni podía imaginar, sentirme identificado con ella. Ahora cada vez que la oigo recuerdo nuestros inicios. Y me emociono siempre en el mismo compás, en ese estribillo, que viene a mis labios, de forma pausada, una y otra vez mientras suena la música:
“Tanto tiempo esperándote, tanto tiempo esperándote”.
Mi voz se recrea y toma plena consciencia de cada una de esas sílabas, que se escapan melodiosamente, desplegando todo un abanico de emociones y sentimientos. Conectando mi rincón más íntimo y sagrado con mi exterior físico y cambiante. Un escalofrío me recorre, el vello de mis brazos se altera, la piel de gallina, la sonrisa perpetua en mi expresión y hasta mi voz tiembla cuando repito a dúo con Serrat esta frase mágica.
No soy Noa, ni tengo su voz aterciopelada y potente, que más quisiera yo. Pero todo mi ser al oír, cantar y recordar, se emociona, como su público en pie seguidor en los recitales de cada gira. Yo siento que te la estoy cantando a ti, y que esta simple canción se ha convertido en un mantra revelador, que me repito hasta la saciedad, para reconocer o creerme que lo nuestro es verdad, que amar jamás había sido tan tremendamente gratificante, y que haber dado contigo es el premio a toda una vida. El mejor regalo que alguien puede recibir. Y todavía me pregunto, ¿qué he hecho yo para merecer esto?. Agradecido elevo mis plegarias al cielo, para que no desaparezcas.
Para que no te esfumes. Aunque ambos sabemos que nada es para siempre, y que esta vida en movimiento constante puede llevarnos a paraderos desconocidos, lejos de todo lo habitual.
Fue ella y esa evolución involuntaria, la que un buen día te presentó en mi despacho. Mi cita no era contigo, en mi agenda aparecía anotada una tal srta. Asunción Cano, experta en marketing. Acababa de sacar un nuevo producto y necesitaba diseñar su promoción. Decidí acudir a los expertos y así contratar sus servicios. Tuve que salir de mi despacho por una urgencia, y llamé para cancelar y posponer el encuentro.
Fueron muy amables conmigo, entendieron mis circunstancias personales. Se anuló y me llamaron en unos días más tarde, para buscar el momento idóneo y concertar una nueva entrevista.
Llegó el día, tu ruta no era esa. Te cogió por sorpresa, y no de muy buen grado, tuviste, que hacer un hueco más en tu agenda ya repleta, sustituyendo otra vez tu almuerzo por mi visita. Confirmaste a tu secretaria el servicio, y ella a mi tu presencia. Y allí te plantaste tú, D. Jorge Atienza, coordinador jefe de marketing, atendiendo a un ejecutivo fuera de tu lista, de un sector desconocido para ti, saltándote todos los planes y protocolos establecidos, obedeciendo una orden procedente de lo más alto de tu escalafón laboral.
La sorpresa fue mutua, ya que nadie me avisó del cambio de profesional, y aunque esperaba a la srta. Asunción, me encantó recibirte a ti. Nuestra primera toma de contacto fue interesante, a ambos se nos pasó el tiempo volando. Y sacamos mucho provecho de él. Tanto, que necesitamos varias reuniones más, largas y amenas para lograr el diseño esperado.

Aquellos encuentros se iban convirtiendo en mucho más que simples reuniones de trabajo. Y aprovechábamos cualquier excusa para repetir y aumentar nuestras citas, y con ellas las oportunidades de estar juntos. De descubrir al otro y alegrarnos compartiendo quiénes éramos.
No pretendíamos nada, ambos estábamos en situaciones de alto riesgo, como solías decir tú, y tal vez fue eso, lo que nos atrajo de forma tan potente y especial. Tú estabas a punto de romper con tu novia. Todo era más que evidente para ambos, tan sólo restaba pronunciar las palabras definitivas que sentenciaran una realidad. Bajar a la tierra aquella nube de desinterés y desgana, instalada hace tanto entre vosotros.
Yo todavía seguía añorando mi último amor. Ambos luchamos, por su continuidad, pero ella acertadamente, no pudo más. Y se negó a alargar la agonía de nuestra relación. Fue tajante y decisiva y un buen día se marchó. Se despidió y una vez más demostró su valentía frente a mi cobarde resignación.
Tú estabas a punto de poner fin a tu relación, y a mí me habían dado pasaporte hace mucho. Después de Lucia, no hubo otra. No me apetecía, y aunque estadísticamente soy una excepción, no necesité encontrar una sustituta que alabará mi grandeza personal y me demostrara que valía la pena ser querido. Tan sólo acepté de buen grado mi devenir y canalicé mis fuerzas en seguir viviendo. En desarrollar nuevos proyectos personales y laborales. Tal vez, con el tiempo, y contemplando mi reacción, la decisión de Lucia fue la acertada, y no la quería tanto, como en un principio, yo pensaba.
Claro que tuve momentos duros, pero reconozco que fueron breves, y que logré sobreponerme de ellos con más fuerza y ganas, cada vez que salía del agujero me crecía unos centímetros y me sentía más enérgico para seguir adelante.
El proyecto estaba diseñado, desarrollado y evaluado, y ya no quedaban más pretextos que añadir a mi lista de peticiones. Ambos deseábamos seguir viéndonos, y nuestras queridas secretarias, fueron sustituidas por nuestros móviles personales. En un arrojo de valentía, logré llamarte. Quedamos varias veces, y en estas ocasiones, no era el trabajo el tema central , aunque solía estar presente en nuestras conversaciones. Comimos juntos, viajamos, jugamos al pádel, contemplamos la belleza del mar buceando, reconozco que me aterraba, pero a tu lado fue fácil, y me convertí en un adicto del oxigeno en botella. Disfrutamos de exposiciones, congresos y cursos. Y sin darnos cuenta estábamos compartiendo todo aquello que más nos gustaba. Organizar planes juntos y compatibilizar horarios resultaba muy fácil.
Todo fue surgiendo de forma natural, y a ninguno nos extrañó pasar tanto tiempo juntos y a solas. Claro que este no era el pensamiento del resto de nuestros amigos y conocidos. Pero a nosotros no nos importó, cosa rara, pero así fue. Cada uno emitió su veredicto, sobre como acabaría esta historia, y por supuesto ninguno acertó. Jorge y Mario, tú y yo, no tuvimos nada más en cuenta, que nuestro sentir. El cual nos llevó a descubrir una nueva forma o modalidad de amor.
Reconozco, que al principio fue raro, joder muy raro. Me pregunté si había sido abducido por los marcianos, me analicé exhaustivamente, creyendo que esta atracción se debiera a un trauma no superado, en vez de a un deseo real. Consulté a expertos. Siempre había tenido clara mi tendencia sexual, y aunque mis relaciones terminaban fracasando, nunca lo achaqué al sexo.
Tú también pasaste lo tuyo, no fue fácil para ninguno de los dos descubrirnos deseándonos.

Aceptar toda esa serie de sentimientos brotados, fue una lucha interna que ambos pretendíamos, en solitario, vencer. Dando paso a la razón lógica y normal, de dos hombres que deben sentirse atraídos por mujeres. Pero no fue así, afortunadamente. Tras varias semanas de confusión e incertidumbre, por separado, decidimos marcar nuestros números y compartirlo.
Recuerdo tu cara de sorpresa y a la vez de alivio. Cuando descubriste que a mí me ocurría lo mismo. Era alentador no sentirnos únicos. Mal de muchos consuelo de tontos. Saber que los dos estábamos en procesos parecidos y éramos correspondidos, nos devolvía algo de paz y apoyo. Y nos introducía en un nuevo mundo totalmente desconocido. Tomar decisiones con tampoco criterio nos aterraba, y de mutuo acuerdo optamos por seguir juntos, sin recriminaciones, sin juicios, dejando que la vida siguiera su curso, y que los sentimientos afloraran naturalmente, teniendo la certeza de no ser rechazados.
No necesitamos asociarnos a colectivos, ni buscar nuevos amigos con otra orientación sexual. No precisábamos quemar la noche, ni experimentar excentricidades sexuales. Tan sólo seguimos con nuestras vidas. Y en ella incorporamos todas aquellas demostraciones de afecto y amor que deseábamos. No cambió nuestra apariencia física. Nos gustábamos tal y como éramos. En ningún momento hubo que fingir o interpretar, que alivio. Y lo mejor de todo, no tuvimos que dar explicaciones, ni emitir bandos sobre nuestra relación. Sé que resulta increíble, pero tras superar los primeros miedos a todo este mundo de sentimientos desconocidos, y la angustia de errar y dañar al otro con nuestras decisiones. Todo fue sobre ruedas.

Juntos optamos por relajarnos, por aceptar esto nuevo que sentíamos; y por dejar que se manifestara libremente. Y fue maravilloso. Poder besarnos sin sentirnos perseguidos por nuestra moral varonil. Abrazarte y acariciarnos sin tener que desobedecer ninguna regla, sino más bien haciendo caso omiso a nuestro corazón. Vivir una relación de pareja sin cuestionarnos constantemente el rol de cada uno.
“Tal vez quiso el azar tornar semáforos carmín, detener el aguacero y parar el autobús, hasta que me miraste tú. Tanto tiempo esperándote, tanto tiempo esperándote…”. Tal vez todo este tiempo echando el freno sentimental fuera necesario para poder dar contigo. Mi corazón necesitó alojarse en ese semáforo en rojo, detenido, aguardando tu llegada, por eso después de Lucia no hubo ninguna más. Para así, al verte, lograr reconocer que tipo de amor, que tipo de relación complacería todos nuestro anhelos y nos aportaría por fin, aquello que siempre habíamos deseado.
No hubo boda, ni día del orgullo gay, no fue necesario. Nuestras familias fueron aceptándolo, y a día de hoy formamos una familia de dos. Aunque muchos se empeñen en designarnos de forma rarísima. Compartimos todo lo que precisamos y apostamos por el amor y el respeto, la fidelidad y lealtad. Tenemos todo lo que siempre habíamos añorado. ¿Qué importa si somos dos hombres?; Nunca nos hemos sentido tan queridos, tan estimados, valorados y realizados, ¿qué más da si nos llamamos Jorge y Mario?.

jueves, 9 de julio de 2009

IX. ADICCIÓN.



IX. ADICCIÓN.

“Para empezar diré que es el final, no es un final feliz, tan sólo es un final, pero parece ser, que ya no hay vuelta atrás”. Me planté en tu vida entre risas y desenfreno. No tenías edad para olvidar, ni problemas diarios que superar. Pero acudías a mí, cada vez con mayor frecuencia. Las horas compartidas solían dejarte un buen sabor de boca. Decías que a mi lado todo era fácil. El universo se tornaba rosa chicle con unas dosis de mi esencia, bien combinada con otros sabores propios de la vida. La invitación se tornó canjeo, y éste exigencia, creías que pagando podrías obtener todo lo deseado, y que además sería bueno.
Me buscaste en parques, gasolineras, bares y supermercados. Pasé grandes momentos en tu casa. Confieso, que al principio, eso de ser artículo prohibido me fascinaba, lo hacía todo más interesante. Vernos a escondidas, ocultar nuestros encuentros; disfrazarnos y camuflar tan bien mis síntomas en ti, era divertido. Agudizaba nuestro ingenio, sobre todo el tuyo. Pero al cabo de un tiempo, pesó y llevarme a cuestas entre escondite y despiste era agotador.
Reconozco que “ sólo te di diamantes de carbón; rompí tu mundo en dos; rompí tu corazón, y ahora tu mundo está burlándose de mí ”. Todavía mantengo la esperanza de que alteres tu decisión, y como tantas otras veces, vuelvas a mí, con la cabeza gacha, negando con su gesto esa voluntad resquebrajada por mi poder y tu adicción. Tal vez salgas de ese mal sueño y pises la realidad, esa que demuestra lo mucho que me necesitas. Formando de nuevo esa pareja ideal. Aún estás a tiempo de deshacer tu maleta y venir a mi lado a morar.


Podemos celebrarlo de nuevo, como nosotros sabemos, sin límites, sin un futuro. Y dormirnos abrazados con esa sensación de fragilidad constante, importando muy poco despertar. Sobre todo si tras nuestra pesada y densa reconciliación descubrimos haber errado en la decisión.
“Miedo de volver a los infiernos” de ser condenada a tu destierro. “Miedo a que me tengas miedo”. Y prescindas de mí. “A tenerte que olvidar”. Porque aunque pienses lo contrario, yo sin ti, sin vosotros estaría realmente perdida y sería innecesaria. “Miedo de quererte sin quererlo” de tenerte apego. “De encontrarte de repente” cuándo aún no tenías edad. “De no verte nunca más”, de que logres olvidarme y soñar, vivir sin mi recuerdo, sin ese mono anulador de tus sentidos, sin escalofríos, ni sudores; recuperando el pulso y la sensatez de quién se sabe fuerte y vencedor.
“Oigo tu voz” que llama sin parar, “siempre antes de dormir” porque sin mí no podrías descansar. “Me acuesto junto a ti” como tratando de calmar esa insaciable sed de no ser más. “Y aunque mañana no estarás aquí, en esta oscuridad la claridad eres tú. Sólo tu demanda desvela mi superioridad.
“Ya sé que es el final, no habrá segunda parte. Y no sé cómo hacer para borrarte. Para empezar diré que es el final…” “Y aquí en el infierno oigo tu voz” como me niegas más de tres y seis veces. Me miras, pero no me tomas entre tus manos. Tus labios se alejan de mi boca y me relegas a una esquina de la habitación. Tu indiferencia me cubre de plástico, me enfunda como una especie de basura lista para su deshecho y me arrojas de tu vida. Ya no calmo tu sed ni aumento tu temple. Tu sonrisa eterna y tu alta euforia son aplacadas por esa sensación de no poder más.


Y en un último intento de arrojo y valentía coges tu maleta; abres la puerta y te marchas sin mí. Seis meses y unos cientos de kilómetros nos separarán. Y será otro hogar el que te acoja. Lleno de amigos y vacío de malas influencias como yo. Esta botella de vodka ya no te verá más, no por algún tiempo. Ese centro rehabilitador se convertirá en tu nueva familia, te abrazará para enseñarte a prescindir de mi. Yo seca y rota voy dando tumbos del cubo al camión; del camión al vertedero. Y lo único positivo que obtienen es mi reciclaje.
“Para acabar diré que es el final, no es un final feliz, tan sólo un final; pero parece ser que ya no hay vuelta atrás”…

“Miedo”: M-CLAN.

lunes, 6 de julio de 2009

VI. TOCANDO EL ALMA.


VI. TOCANDO EL ALMA.

“ Me decías cabecita loca por seguir mis sueños, por romper las olas, tú me decías cabeza loca”. Y sin embargo llegaste a mi alma por el sendero correcto. Necesitaste tu tiempo, no cogiste atajos, ni equivocaste las salidas. El recorrido fue perfecto. Y tras dos años de tardes intensas llenas de apuntes y risas; de consultas y diarios; de exámenes y trabajos, pasaste a ser algo más que un amigo. Tal vez me di cuenta demasiado tarde, aquel comentario antes de nuestro último examen, tu interés por mi estado, por mis problemas; o aquella mirada tan directa y a la vez transparente y protectora, desvelaba todo un futuro lleno de amor. Inalterable al paso del tiempo. Incombustible al devenir de las circunstancias. Fueran cuales fueran nuestros destinos, juntos; separados. Cerca; lejos.
Más tarde descubriría, que nada importaba, que lo nuestro terminaría siendo un amor de primera; o mejor dicho comenzaría siendo una especie en extinción de amistad, cariño, y amor con mayúsculas. De ese generoso y desinteresado, que se nutre con la verdad; triunfa con el respeto y la aceptación; brilla con cada gesto de unión y se impone frente a las inclemencias de cada situación, propias de nuestras vidas.
Nunca fuimos pareja, ni falta que nos hizo. No necesité tus caricias, para sentirme arrullada; no precisé tus besos apasionados, para que mi corazón notará todo tu ser lleno de amor. No pasamos noches desenfrenadas, y sin embargo fuiste mi ángel de la guarda. Expectante, vigilante de mis sueños, de mis anhelos. Sobrevolando mis horas bajas; levantándome de cada caída, con abrazos de humor; con manos llenas de comprensión. Con miradas limpias y cercanas de quién ha sellado un pacto de honor y lealtad.
Con dulces palabras de quién, a pesar de las diferencias, logra identificarse y empatizar con aquella Neus idealista, a la que admirabas por su capacidad para amar y su filosofía de vida.¿Recuerdas?. Llegaron cartas cuando estabas lejos, algunas te pillaron, con un pie en el portal de casa, y fueron leídas y contestadas. Y en ellas se plasmaban aquella calidad humana, que tan pocos han sabido brindarme y que todavía recuerdo y revivo. Pero la más importante para mí, no dio contigo. Hay pasiones que niega el cielo, mis señales de humo no encontraron tus ojos. Y canciones que guardan misterios.
Mi misil cargado con metralla reveladora de antojos, deseos y sentimientos, fue detectado por tu radar y desviado al fondo de tu océano emocional.
El silencio ocupó posiciones, dispersó todo su destacamento de voluntarios. Y el mensaje estaba claro. Mis dudas se disipaban, tu reino no requería una alianza con el mío. Anuncié mi retirada de tu mundo, recogí todo mi despliegue de cariños; pretensiones y confesiones. Y seguí mi rumbo a golpe de timón, surcando las olas de otros mares. Necesitaba revelarte mi secreto, formó parte de la terapia para recuperar mi capacidad sensitiva. Arrebatada por el torbellino de la apatía, la indiferencia y la desmotivación. Y aunque cuándo lo quise, te quise, no salió la luna, la luz de mi valentía aceptando y desvelando sentimientos, fue vigía orientando la escalada de aquel pozo profundo, propiciando los primeros pasos, los incipientes metros recorridos hacia nuevos puertos.
La recuperación fue inminente, nuestras vidas adoptaron sus formas y su sentido, los años transcurridos no borraron aquel teléfono. Más bien supiste recurrir a quién sabía conservarlo.


Aquellas Navidades decidiste levantar el boicot de mis fronteras a golpe de llamada, a son de villancico, y aunque atendí tu reclamo con sorpresa y alegría, no escuché el mensaje; cuándo tu quisiste no te respondieron. Cuándo no esperaba me llovieron besos.
Te presentaste en mi escenario ocupaste el papel provisional e improvisado que te dejé. Mi amigo más fiel que dentro me lleva. Y toda esa gama de emociones, sentimientos y pasiones comenzaba a apoderarse de mí. Como pavo real que exhibe su cola frente a la hembra, para conquistarla, desplegaste todos tus encantos personales. Pasamos juntos tiempo y ocasiones, pero ninguno terminó decidiéndose. Lo nuestro fue una falta de sincronía conyugal, un acertado recuentro de verdadera amistad.
Todavía recuerdo aquel mensaje, recibido mientras salía de una gripe tremenda:
“ Neus, ponte pronto buena, desde que has enfermado
el mundo se ha vuelto loco. Hasta Estados Unidos está
pensando iniciar una guerra. Necesitamos tu amor,
por favor ponte buena, sin ti no sé que
será de nosotros. Mil besos ”.
Parecerá una tontería pero cuando lo leí sentí tal mejoría. Fuiste mi música del alba, el eco de una voz lejana, que cada vez más me desarmaba. Apreciar cómo te aproximabas a mi alma; como sin palabras te percatabas de mi esencia, la respetabas y la admirabas, aumentaba nuestra conexión, así como la categoría de su contenido. Cuando volví a descubrir mis sentimientos por ti, tú ya habías partido muy lejos.

Poco, mucho, algo casi casi nada, no siempre se cruzan todas las miradas. Nuestras miradas contemplaron amaneceres en cielos distintos; disfrutaron de puestas de sol por separado, y aunque miraban a un mismo punto, este marcaba coordenadas inversas.
Cada uno prosiguió su destino antojadizo y vivaracho. De tanto en tanto había alguna noticia; algún contacto telefónico. Y cada Nochebuena, sin falta, puntual a su cita llegaba a mi móvil tu felicitación. Los primeros años recibías mis tarjetas llenas de buenos propósitos y mucho cariño. Tocaba tu corazoncito y derretía el hielo de tu silencio, breve y escueto me dedicabas unas palabras. Después los papeles se invirtieron, yo callé, y tú golpeaste mi puerta, para desearme lo mejor.
Fue un sábado a medio día, tu voz sonó al otro lado de la línea. No podía creerlo, no era Nochebuena, ni víspera. ¿Qué hacía tu voz entrando de nuevo en mi vida?. Rápidamente la sorpresa de tu regreso se transformó en perplejidad, todo un acontecimiento nos aguardaba. Pronto recibiría aquella invitación a tu boda. Te transmití mi alegría y felicitación, y traté de disimular, todo lo que puede, el vuelco que sintió mi corazón. Una decisión así, cerraba puertas; redibujaba círculos incompletos. Las posiciones se definían, y una nueva actriz ocupaba el protagonismo de tu corazón.
Ese día fue especial, nunca conseguí olvidarlo, no fue necesario. Reconozco que no fue fácil ni agradable presenciar tu promesa de amor; tu compromiso adquirido libre y voluntariamente con otra mujer. No te imaginas como desee ser ella. Me emocioné al oíros pronunciar vuestro amor. Al ver vuestra complicidad, todos aquellos gestos, que revelaban, muy a mi pesar, lo mucho que os unía; lo mucho, que os queríais. Y a la vez, me iba llenando de amor; de paz y bondad. Verte tan feliz me devolvía como un bumerán todo un abrazo de serenidad, plenitud y bienestar.


Supe que serías feliz, tremendamente feliz. Me tranquilizó presentir, que hacías lo correcto, que la persona elegida por compañera, era la acertada. Y que mi lugar en tu vida, por fin reubicaba su puesto. Ya no habrían más idas ni venidas. A partir de ese momento, nuestra relación de amistad y respeto seguiría una vía de sentido único, siempre hacia adelante, creciendo y mejorando. Seguiste demostrándome lo mucho que te importaba. Mi ángel de la guarda, que acudía a mí en mis horas bajas.
Hay quienes recuerdan ese banquete de forma especial. Dicen que percibieron una doble corriente de amor. Numerosos gestos con tu reciente esposa así lo confirmaba, pero la trayectoria de esa energía se multiplicaba de camino a mis ojos. Nuestras miradas correspondidas, nuestras muestras de afecto, desprendían en la sala, una aureola de buenas vibraciones; mejores deseos y la alegría acrecentada al saber que el otro era tremendamente feliz. Cada vez, que te acercabas a nuestra mesa, una nube de especial sentimiento invadía a todos sus ocupantes. El amor estaba presente a través de aquellas dos almas que se sentían tan unidas en esencia y tan alejadas físicamente.
Regresé a casa sin lágrimas y con mi ser repleto de amor. Y entonces, entendí todo. “Cada uno da lo que recibe, luego recibe lo que da, nada se pierde, todo se transforma”. Tú le estabas dando todo mi amor recibido a ella, y yo recibiría todo el amor dado de manos de otra persona, saliendo de otro corazón distinto del tuyo. Nada fue perdido. Sino transformado. Llegaron a tu vida 2 pruebas de vuestro amor, dos tesoros incalculables llenos de energía y vitalidad.
Y a mi vida acudieron nuevas experiencias, personas, amistades y deseos. Por supuesto nos seguimos de cerca. Conoces mejor que yo mi destino, y tu apoyo y reconocimiento sigue vigente hondeando en nuestra bandera de amistad.

Crees en mí, como pocos lo han hecho. Por todo ello lo nuestro es algo más que una desincronizada relación. Es un milagro hecho amistad y amor.
Al son de “Oasis” y “Cabecita loca” se va dibujando toda una vida, nuestra historia, y sus letras se tornan personas y sentimientos reales . Escuchar a sus autores: Pedro Guerra y Amaral siempre me hace presente, más si cabe, tu afortunada presencia en mi vida.

viernes, 3 de julio de 2009

V.SIMBIOSIS


V. SIMBIOSIS.

“Todavía no ha salido el sol, son las siete y no puedo dormir, cojo tu jersey azul, me gusta que huela a ti, porque así siento que me abraza como tú”.
La lluvia resbalaba por los cristales de la ventana, y en el ambiente se detectaba una fragancia propia de la humedad, olor a tierra mojada, que se colaba por el entreabierto de la ventana. La luz comenzaba a invadir el dormitorio, María permanecía de pie frente a ella, estrujando aquel jersey azul de Jesús, que tanto le gustaba, y en cada gota de lluvia estrellada contra el suelo recordaba como lo conoció. Su cabeza a son de repiqueteo va repasando cada una de las imágenes de sus mejores momentos. Su primer beso; la primera vez que él la acompañó a casa, más como última oportunidad de arañar y alargar los minutos a su lado, que como medida de seguridad, ya que ambos habitaban en un pueblo tranquilo, y María no acostumbraba a retirarse demasiado tarde.
Sonrió al recordar que nunca se le declaró. Se giró y comprobó que aún no había despertado; apagó la suave luz, que iluminaba su trocito de colchón y decidió salir a prepararse una infusión, se sentía un poco destemplada, y sabía que tomar algo caliente le haría bien. Con su taza en las manos, capturando así el calor despedido, entró en la habitación. Con mucho cuidado para no derramar nada, se echó junto a él, y entre incorporación y sorbo escuchaba su respiración y los latidos de su corazón. El verle dormir tan plácidamente le evocaba la primera noche que pasaron juntos en aquel campamento, la emoción y el nerviosismo les cubría como pijama y camisola. El simple hecho de dormir cerca el uno del otro, robándose algún beso o abrazo en medio de la oscuridad les bastaba para sellar una historia de amor, cada vez más firme y estable, eso sí iniciada sin declaración alguna, les robó el sueño, no pegaron ni ojo. Pero poco importó, aquella noche, resultó ser una de las mejores de su vida.
Jesús iba despertando ya, buscaba en su mitad una parte de ella a la que aferrarse, le encantaba abrir lentamente sus ojos mientras la abrazaba, sonreír y terminar zarandeándola un poquito, para asegurarse de que estaba despierta, y que lo sentía a su lado. Ella solía quejarse, pero en realidad le magnetizaba.
Siempre la encontraba esperándole en un rincón. María lo miró, y aunque no articuló palabra, con el simple gesto de buscar su cuerpo y adherirse más a él, eliminando el escaso espacio mediador entre ambos, a penas existente, le decía a gritos en el silencio del alba: -“ no puedes imaginar cuánto te quiero, ahora los relojes pararán”-.
Él la rodeaba aún más fuerte, sus piernas y sus brazos parecían tentáculos de un pulpo amoroso y humano y de forma no intencionada todas sus cosquillas se activaban. Los dos explotaban entre risas, gemidos y miradas cómplices. Utilizando un lenguaje propio que no precisaba las palabras y que sin embargo conseguía transmitir tanto.
Ese arrebato de hombre de cromañón de poseer por la fuerza se evaporaba al instante, condensándose en aquella habitación nubes de ternura, que descargaban sobre su lecho al acercase a su pelo; lo acariciaba con delicadeza. Toda la fuerza de sus extremidades se había esfumado; y las de María se habían liberado. Y era justo ahora cuando más atada a él se sentía, cuando la miraba y deslizaba sus manos por su cabello. Era como si cada mechón se enredará a sus pulgares formando un nudo imposible de soltar. Era como sentirse unida, vinculada, aferrada a alguien a través de lo más sutil, de lo más frágil, de un cabello, que representa tan afortunadamente la debilidad de la existencia, del acontecer diario.

Es entonces cuando ella deseaba que no existiera el tiempo, poder detener ese momento. Sintiendo, que si todo lo más débil, voluble e insignificante propiciaba su unión, que no lograría las grandes razones de peso; las grandes situaciones vividas en común. Y habían sido tantas en todos estos años. El llegar a esta conclusión reforzaba cada día más su amor.
Sus ojos se llenaban de lágrimas, no pudiendo contener tanta emoción y pensando: -“ una vida es poco para mí ”-. Necesitaba más de una para poder demostrarle todo su amor, para poder saborear y degustar tanta cantidad y calidad de sentimientos emanados de dos corazones latiendo bajo un mismo compás. Jesús no solía alarmarse, sabía que María era tremendamente sensible, y que solía emocionarse con frecuencia, ya habían hablado de ello, como de casi todo. Los años invertidos en su relación había dado para mucho.
Y distinguía perfectamente, cuándo sus lágrimas eran de tristeza, agobio, impotencia, y cuándo de emoción y alegría. Su reacción era inmediata, acercaba sus labios a las mejillas de ella y con un suave beso capturaba aquella lágrima, impidiendo que rodara a través de su cara. Él solo se autoproclamaba el monstruo de las lágrimas, como el de las galletas, que solían ver de niños. Pero en este caso en vez de engullir galletas, devoraba lágrimas, las absorbía, y según él tenía la facultad de transformarlas, cada gota devorada se convertía en sonrisa.
Se empleaba a fondo para ello, y el resultado era el deseado, tras los sonidos emitidos y su gesticulación, María terminaba llorando, pero de la risa. Aquella risa tan contagiosa. Monstruo y victima reían hasta desplomarse el uno sobre la otra. Uno de sus encantos, de sus bazas para conquistarla siempre había sido su sentido del humor. A María le fascinaban sus historias, sus bromas, y todas sus caídas oportunas e ingeniosas, hasta en la cama las tenía, y eso a ella le gustaba, como no iba a hacerlo.
Jesús siempre decía que María tenía cinco tipos de sonrisas, todas diferentes. Cada una mostraba al mundo una parte de su interior, distinguirlas y clasificarlas siempre le había sido útil para poder comprenderla mejor; para conectar y empatizar. Creando una magia especial entre ellos, atractivo, que siempre les daba la razón, de que lo suyo era algo más que amor.
Los papeles se invirtieron, y ahora era María la que lo intentaba dominar; se colocó encima de él, haciéndose la heroína de su comic, le apresó. Muñecas y tobillos inmovilizados. Jesús la miraba con sorpresa, desconocía, en ella, ese brote casi sadomasoquista. Los ojos de Jesús eran totalmente reveladores, el mejor espejo en el cual ver reflejado cada uno de sus recovecos. Los secretos, las mentiras, los falsos cumplidos, los deseos no lograban pasar el filtro de su mirada. A María le bastaba asomarse al gran lago de sus pupilas, o como ella decía al tarrito de miel de sus ojos, para saber a ciencia cierta, sin posibilidad de error alguno que intención rondaba por su cabeza. No precisaba jueces ni detectives, con una simple mirada fija y observadora, bastaba para obtener su veredicto. Este gran fastidio para él, y alivio para ella, lo dejaba desnudo, desprotegido y transparente frente a ella. Aún así siempre se las ingeniaba para lograr sorprenderla. Cambiar la rutina con pequeños detalles, componerle una canción, o traerle algo del mercadillo, como quién consigue un tesoro para su princesa, derrumbaba los muros de la lógica adivinatoria de María. Entre ellos el aburrimiento no tenía cabida. Ambos conseguían un toque diferente en la paleta de colores de su día a día, en una gama infinita.
Recibía su beso con deseo; ese largo y húmedo, que le entregaba con la torpe ilusión de disipar su miedo al pensar, que esta complicidad algún día fuera a terminar.

Le soltó y se fundieron en un despliegue de caricias, asegurándose con cada una de ellas, que sus ojos volverían a desvestirla cada anochecer. Y le pedía una y otra vez que la abrazara. Necesitaba sentir su contacto seguro y protector. Ese capaz de devolverla a un mundo en el que no soplaba el viento, su mundo, el de sus deseos; el que sólo sentía entre sus brazos. En su pensamiento prometían algo que nunca iban a romper y así conseguía librarse del poder que intentaba ejercer sobre ella el miedo y la inseguridad.
Jesús permanecía en este escenario ajeno a tanta emoción temeraria, y representaba su papel activamente, diciéndole una y otra vez: “ no puedes imaginar cuánto te quiero, ahora los relojes pararán “. Se abrazaron, ella lo apretó, y él la apretó más. Como por arte de magia todo el pavor a perderlo, o a que dejara de amarla y de gustarle había desaparecido y un hondo y profundo sentimiento la embargaba. Entre sus brazos y casi a punto de asfixiarse le susurraba: - “quiero que no exista el tiempo, detener este momento, tú, mi vida eres todo para mí “.
“ No puedes imaginar, cuánto te quiero .
Ahora los relojes pararán”.


María y Jesús tienen unos apellidos, unos pasaportes concretos, el rostro de dos de mis mejores amigos. Que han sabido, como nadie, revivir, cada día, esta preciosa historia de amor de la Oreja. Gracias por vuestro testimonio de lealtad y convivencia. Gracias por hacer realidad en todas y cada una de vuestras etapas algo parecido a este tipo de amor, que un buen día tan acertadamente supo componer e interpretar la Oreja de Van Gohg. Y que al escucharla no puedo evitar desear algo así.

martes, 30 de junio de 2009

III. LUZ Y SOMBRA


III LUZ Y SOMBRA.

Este mensaje va y viene a mí como las olas en ese mar abierto de nuestras vidas. Y aunque a veces se viste de un sonido musical al más puro estilo canario propio de “ Pedro Guerra”, son otras personas las que me lo transmiten, con su ejemplo, con sus historias de vida. Por ello, no sería justo atribuir todo el mérito en exclusividad a su creador, a este gran cantautor, que tan bien sabe expresarlo a través de su música, sino también a dos grandes amigos, que lograron un buen día captar mi atención. Y descubrir así el verdadero significado tan hermosamente expuesto en boca de Pedro .
Gracias a Puche y a Ernesto, descubrí el encanto de sus letras; la enseñanza de sus mensajes y el placer auditivo de su música. Creando la envoltura perfecta, atrayente y sugerente, para destapar el regalo y comprobar, agradecida y fascinada, lo mucho que me gusta su contenido y su poder casi mágico de alegrar un momento; de transformar una pena; o de poder expresar un sentimiento, que hasta ahora me resultaba inclasificable o indescriptible.
“La lluvia nunca vuelve hacia arriba”, dicho así parece una tonta obviedad provocadora de risas en últimas horas de nuestra jornada. Fruto del cansancio, del aburrimiento de la lucha diaria, como un esperpento rompedor de la rutina. Y sin embargo un gran punto de partida, ha sido y es, para muchos que conozco, al igual que para mí. Un arranque; un despertad; un decir: - ¡basta ya!, no puedo seguir dormido en este colchón cómodo y calentito. No puedo permanecer por más tiempo en esta guarida, alejada de la vida, del fluir, del movimiento, en definitiva del cambio. No por miedo. Se acabo el miedo -.

Nada es eterno ni absoluto, todo está en continuo cambio. Todo se ve afectado por todo. Y puedes aceptar esto y aplicarlo a tu vida; o ignorarlo y seguir dándote bandazos de incomprensión, de mala fortuna y de victimismo. “Aunque el mar vuelve, nunca es el mismo mar, la tierra nos devuelve otro sol cuando gira y todo tiende a huir y vuelve a empezar, y cambia de impresión cada vez, que respira”. Cada minuto está lleno de oportunidades, de opciones disponibles para ti. Y eres tú, y yo quienes tenemos la capacidad de elegir cómo vivirlos. Solemos sumergirnos en nuestras rutinas diarias, esas que con tanto esmero y esfuerzo nos hemos construido. Creyendo que siempre es y debe ser lo mismo. Y aunque es cierto que algunos factores no cambian, el producto siempre puede ser alterado. Eso depende de nosotros y de lo que queramos hacer con ellos.
En nuestro letargo rutinario se producen despertares, a veces voluntarios y elegidos. A veces impuestos. Estos últimos suelen camuflarse con sensaciones poco gratas, lo que dificulta la comprensión de su misión. Pero cualquier despertar, sea cual sea su procedencia, su motivación o provocación es un regalo que la vida nos brinda, que Dios nos concede, siempre para nuestro bien, sin lugar a dudas, para mejorar.
Esta canción significó eso para mí, un despertar. Un aprovechar el tiempo, ese que tan deprisa corre. Atrapar las oportunidades, las ocasiones que se presentan con aspecto de uniforme; de mono de trabajo; diarias y habituales. Y también aquellas engalanadas con sus mejores pieles; encorsetadas en estilizados trajes de fiesta, recargados y vistosos, o en insinuantes transparencias, que se presentan más de vez en cuando. Reconocer que todo lo vivido nos es útil, y que cualquier segundo de aliento puede aportarnos. Ponernos en marcha y abandonar la pasividad del estancamiento para mí fue la clave, en un momento dado, y siempre, para superar etapas; para crecer y llegar a la meta deseada.
Este chorro de optimismo me abrió los ojos en un lapso de penumbra. Dejé de hibernar y salí a la luz de los que vienen y van; alejándome de la sombra de mi guarida. Y comprobé, que tan sólo viviendo, optando, arriesgando, siempre en movimiento, se consigue la luz, ser luz. En este caminar hallaremos de todo, no se nos garantiza el éxito, ni la felicidad, ni siquiera la ausencia de dolor. Pero sólo caminando, sólo poniéndonos en macha es como podremos llegar a algún punto. El estar recluidos en un lugar seguro, sentados y acomodados tan sólo nos trae eso, estancamiento, vacio, aburrimiento e insatisfacción.
Nunca sabemos si esta vez es la vez, y dudamos de todo. Pensamos y repensamos cada acción para asegurarnos su resultado deseado. Y tal vez si no dudáramos veríamos que todo puede pasar, y si no pasa luego sana la herida. Inténtalo, que no te abrume la indecisión no le concedas tanto tiempo al pensamiento que consumas la arena de tu reloj sin acción. Ponte en marcha, no pasa nada, salga cómo salga, siempre tendrás en tus manos las herramientas necesarias para reconducir tus acciones, para quitar las piedras del camino y allanarlo. Encontrarás señales, saldrán a tu paso guías, faros y brújulas que facilitarán y reportarán tu andadura, pero para ello debes caminar. Se precisa estar en movimiento. “Porque hay una luz tras los que vienen y van y hay una sombra en los que busca guarida”. Porque sentado, echado sobre el tálamo de tu miedo e inseguridad tan solo se obtiene noche, pesadilla, añoranza y desazón por consumir tu tiempo totalmente de forma improductiva, vegetativa y aniquiladora.
“ Y todo lo que un día ocurrió se termina; y si estuviste ahora y luego no estás, y nunca más te vi y no fui nada en tu vida”. Pasarás y pasarán por tu vida, personas muy diversas. Te dejarán huella, tú les marcarás. Y aunque en ocasiones, creerás morirte de dolor por su perdida, eso como todo, también se superará. El anhelo conseguirá borrarse y tu corazón cada vez más libre y más lleno de amor y de paz conseguirá volar a otros horizontes, sabiendo que debe continuar su marcha; debe seguir latiendo, emocionándose, conmoviéndose y quebrándose. No pasarán indiferentes por tu vida, ni tú por la de ellos. Con el paso del tiempo comprenderás su posición actual y sobre todo la tuya.
Que nunca te paralice la pérdida. Porque en este tren de ida y vuelta; en este viaje exótico sin destino cierto, lleno de sorpresas e improvistos, siempre saldrán a tu encuentro ángeles, que te acunarán; que te recompondrán, curando tus heridas, cosiendo tus cicatrices; que te abrazarán y reconfortarán cuando te sientas perdido en la oscuridad de la fría noche; que te iluminarán y te ayudarán a ver la salida.
Ni la tristeza, ni la decepción por el fin de algo te lleve a refugiarte al fondo del agujero de tu oscura madriguera, porque te perderás muchas oportunidades de conocer a gente estupenda, y de que te conozcan. Es necesario cerrar puertas para poder abrir ventanas. Y el sol puede entrar incluso a través de pequeñas rendijas. Puede calentar y generar vida.
Estate siempre dispuesto, siempre preparado con tu mochila llena de esperanza, tu cantimplora a rebosar de deseos y tus bolsillos repletos de ánimo y fuerza, camina, no dejes de hacerlo, porque sólo así sentirás que:
“La lluvia nunca vuelve hacia arriba”. Y que cada tormenta aprovechada, por ti y por mí, no habrá sido en vano. Mojarnos; chapotear sus charcos; lavarnos el alma de rencillas y reproches, formará parte del camino, pero siempre acabaremos secándonos y abrigándonos. Disfrutando, al echar la vista atrás, al frente y a los lados del paisaje dibujado, recorrido y creado.
Que nada te pare, siempre en movimiento. Porque solo la acción te hará crecer y evolucionar. La quietud sólo conlleva pasividad y estancamiento.

martes, 23 de junio de 2009

IV. INCREDUL@.COM


IV INCREDUL@.COM.

Llegaste a mí en el momento justo, en que te precisaba. Fue a través de una gran amiga. En un emocionante correo electrónico. A tu gran mensaje, lleno de coraje y superación le acompañaba una fotografía de ensueño, paisajes llenos de color y vida, capaces de transportarnos a un lugar acogedor. Tu música me atrapó desde el primer momento, y al final de cada estrofa, mis lágrimas corrían a su antojo por mis mejillas.
“Porque creo en ti cada mañana, aunque a veces tú no creas nada”. Sentí esas palabras en la boca de Lourdes, mirándome con ternura y mucho amor. En un último intento de brindarme su apoyo, como energía y fuerza que levantara mi corazón al vuelo de la esperanza, tras el último aterrizaje forzoso por desamor. Y que abrazara mi alma, como si estuviera presente a mi lado, y sus brazos me rodearan, llegando a la extenuación.
Hacía unas doce horas que habíamos hablado y conocía perfectamente mi estado y situación. Tal vez ella nunca sepa la verdadera historia de esta canción. Ni todos los factores desencadenantes de su envío. O quizás lo descubra ahora, al leerlo. Pero fue mucho más que su apoyo. Generó una nueva relación, propiciando un intercambio de afecto solidario, basado en un dolor compartido de intensidades y causas muy diversas, pero alojado en dos almas separadas en la distancia y próximas en sentimiento. Dos desconocidos compartiendo un mismo lenguaje de rechazos, decepciones, frustraciones y tristeza.
Luz expone como nadie un canto al cambio, a la oportunidad en medio del fracaso; al crecer personal a pesar de la tormenta, los agravios y cualquier otro fenómeno adverso, mermador de la dicha. Un himno lleno de esperanza, energía y superación.
Cada vez que escucho esta canción, no puedo evitar tener dos pensamientos. Lo mucho, que me ayudó a superar los efectos de una decisión dolorosa, pero necesaria, y el origen de una amistad, que comenzó solidificando sus bases, pasando a ser algo más que amor, tras su primer piso y derrumbándose en silencio y vacío, dejando un gran solar lleno de confusión y decepción.
“Abre la puerta, no digas nada. Deja que entre el sol. Deja de lado los contratiempos, tanta fatalidad ”. ¿Cuántas veces te he dicho esto?. Ha sido durante mucho, nuestra forma particular de darnos los buenos días, con la cual comenzaba mi terapia de derroche de apoyo y valoración. Pretendía aislarte del dolor, de tu dolor por unos minutos, para que lograras ver la luz. Y sintiendo su calor motivara tu puesta en marcha.
“Abre tus alas al pensamiento y déjate llevar. Vive y disfruta cada momento, con toda intensidad “. Deseaba tanto que fueras capaz de pensar en algo más, en algo diferente a ese dolor desgarrador, que llenaba cada poro de tu piel, no dejando cabida a nada más. Tal vez si eras capaz de notar otro tipo de intensidad, descubrirías que no sólo había dolor y sufrimiento en tu día a día. Y si concedías un poco de tu tiempo a imaginar su fin y la llegada de un estado mejor. Este podría acudir a ti, poco a poco.
“ Porque creo en ti, cada mañana. Aunque a veces tú no creas nada “. Me empeñé en ello. Tú dudaste; después te hinchaste como un globo, pero duró tan poco. El helio de tu autoestima se escapó al cruzarse en su camino con una de las espinas de tu corazón, y en unos segundos se deslizó hasta tocar fondo. Y jamás remontó el vuelo. No supe entenderlo y te pido perdón por mi insistencia y exigencia.


“ Sentir, que aún queda tiempo para intentarlo, para cambiar tu destino, y tú que vives tan ajeno; nunca ves más allá de un duro y largo invierno“. Intenté sembrar la primavera en tu gélido espíritu, para que fuera derritiendo ese hielo condensado a golpe de desprecio y rechazo. Mi experiencia y mejora te abrigaba como una hoguera encendida en el frío de la noche. Pero tu hielo iba ganando terreno sofocando mis cenizas. La nieve te cubría, y mi testimonio perdía grados, tanto, que ni tu Nieves pudo hacer subir la temperatura en el termómetro de tu corazón, marcando los bajo cero. Sé que lo intentaste, que te aferraste a mí, no con la intención de dañarme, sino con la del más puro superviviente, que pretende no hundirse en medio del maremoto. Yo te lancé mi chaleco salvavidas; puse en marcha mi fueraborda; llené mi despensa de paciencia, comprensión, mimo y protección. Y me lancé a tu rescate. Pero no logré dar contigo, tan sólo veía, una y otra vez, tu reflejo en el agua pataleando, casi sin respiración y a punto de desfallecer. Mi angustia crecía por momentos, mi amor no podía hacer nada; mi esperanza lanzada a ti, se resbalaba y regresaba húmeda produciendo un efecto bumerán nada positivo.
“ Abre tus ojos a otras miradas, anchas como la mar. Rompe silencios y barricadas, cambia la realidad “. La vida te iba presentando tantos nuevos ojos; sonrisas iluminadas y gestos llenos de cariño y atención, pero tú no lograbas verlos. Tus ojos contenían demasiadas lágrimas, excesivas horas de insomnio acumuladas adormecían tu vista. Y seguías perdido, terriblemente confuso, maldiciéndote por tu mala suerte. Sin poder comprender por qué ella ya no te quería. Ese tormento marcaba como un cronómetro, cada segundo de tu existencia. Anulando para tus sentidos, cualquier presencia afectuosa. Tu realidad era distinta, pero tú no podías percibirlo, no estabas preparado para ello, todavía no.
Y ahí seguía yo, con mi apoyo en alto, como pendón anunciando mi llegada. Creyendo en ti cada mañana, aunque tú no creyeras nada.
Te susurraba; te recitaba; se escapaban voces por las esquinas; la prensa de nuestra amistad se hacía eco y los altavoces de cada megáfono, de cada emisora de radio de nuestro canal afectivo te repetía:
“ Aún queda tiempo para intentarlo, para cambiar tu destino”.
No te aferres más al dolor ni a la perdida. Deja que la vida fluya, que las personas salgan, ábreles tu puerta. Levanta esa barrera, que te impide recibir y acoger a las nuevas. Renueva tu almacén de sentimientos. Ya tuviste exceso de lo malo, no lo permitas más. Transfórmalos y dale una oportunidad a este giro que la vida te ofrece. Tan sólo has llegado a una bifurcación, no te sientes desolado a esperar junto a las rocas, sigue caminando por este desconocido sendero, te aguarda todo un paisaje nuevo, lleno de belleza y fascinación. No agotes tu tiempo en recuerdos dolorosos de quienes ya tuvieron que partir. Dedica tus minutos a la novedad, a todas aquellas personas, que van apareciendo cada día, porque tienen mucho que aportarte. Aún estás a tiempo para sustituir lágrimas por sonrisas; desprecio por amor a ti mismo; vacío por nuevos objetivos; desgana por ilusión volcada en otros proyectos, que si no los rehúyes llegarán a ti. Todavía puedes cambiar tu destino.
“ Abre la puerta, no digas nada”.
Esta será siempre nuestra canción, con ella me presenté ante tu puerta. Mis labios y mis dedos tocaron a su son, aguardando tu permiso para entrar. Ofreciéndote una amistad todavía hoy vigente. Vigía de mis valores y creencias. Inalterable a las inclemencias de tus tempestades. Y aquí seguiré como ancla para tu naviera. Como arcoíris tras la tormenta. Como motor y combustible para tu empresa. Como soy; como sé ser.
Gracias Lourdes, gracias Luz, mil gracias.

jueves, 11 de junio de 2009

MELODIAS A CONTRATIEMPO: II. APRENDIZ.



Yo, no nací en el 53, pero sí en el 73. En 1973, y aunque no he tenido miedo a vivir, reconozco, que si me aterra sufrir. Tal vez no sea tan valiente, y en realidad me aterre vivir. Si echo la vista atrás, localizo varios capítulos de letargo en mi vida, en mi sentir y en mi actuar. Paréntesis paralizadores de cualquier acción y decisión. A veces los trenes han pasado de largo por mi estación, o mejor dicho, me he quedado esperando en el andén, sin saber muy bien por qué. Y dejando que éstos siguieran su destino sin ocupar mi asiento, ni hacer uso de mi billete.
“No me pesa lo vivido, me mata la estupidez de…” todo lo no sentido; de todas las etapas saltadas o postergadas; de seguir sintiéndome aprendiz. Una eterna novata en toda clase de materias. Los años, las experiencias y sus conclusiones tan sólo me demuestran, que, una vez más, estamos aquí para ejercitarnos. Parar seguir creciendo y mejorando mientras nos quede aliento. Sin relegar nuestros sueños al fondo de cualquier cajón. Aunque el paso del tiempo nos traiga un progreso diferente al deseado.
Yo también nací en el 73 y crecí al son de “la chica de ayer”, entre rumores de toreros muertos; viajes a Venus y Venecia poseída por unos Hombres G, a los que detestaba profundamente, algo raro en una chica de 16 años que acababa de descubrir a sus grandes filones musicales: “Danza Invisible” y “U2”. Mientras mis amigas tarareaban, a todas horas: “Marta tiene un marcapasos;
“Sufre mamón” o “Hay que pesado, que pesado, siempre pensando en el pasado…”. Yo descubría y pretendía presentarles a ellas y al mundo mi gran hallazgo “al amanecer ”, en “el fin del verano”. A cualquier hora, en cualquier estación merecía la pena escuchar el “sabor de amor”. Y cualquier otra canción llena de sentido original, ritmo y emoción. Tardaron unos años en dar sus frutos, y en pasar a cantar, lo que yo ya admiraba, todos esos años me los gané, disfrutando de sus canciones y su trabajo, y seguí detestando a aquellos “Hombrecitos G”. Y pudiendo compartir grandes dúos en un idioma, más inventado que sabido, al más famoso estilo irlandés; y de amores encarnados , sin más “fiestas para mañana”, ni para “ Catalina” ni para “Yolanda”, ambas “ Sin aliento”, representantes del “Club del alcohol”.
“ Como tú sintiendo la sangre arder, me abracé sabiendo que iba a perder”. Defendí unos ideales, unos valores nada compartidos por la inmensidad de esta sociedad. Como carta de presentación o tarjeta de visita. Y me mostré al mundo tal cual. No siempre perdí, a veces gané grandes amistades. De las que duran toda la vida, y aún conservo como oro en paño. Sabiéndome afortunada por ello. Nosotros, los del club de los perdedores, de los que nos hemos abrasado pero con “z” y seguimos haciéndolo sin importarnos este desfase temporal en ideas, valores y principios, ni quién nos mire o se ría llamándonos locos, seguimos existiendo y sintiendo.
“ Que te puedo decir, que tú no hayas vivido, qué te puedo contar, que tú no hayas soñado”. Yo también nací en el 73 y soñé lo mismo que tú; con un mundo mejor, más justo e igualitario. En el que todas nuestras grandes ideas tuvieran un lugar privilegiado. El lugar de los idealistas triunfando y coronando la cumbre. Soñábamos, con transformar el mundo desde la ternura y la compresión, desde el diálogo y la aceptación; demostrando que la humanidad, se precisa más, que el dinero y las posesiones. Tuvimos años buenos, en los que el grupo, la pandilla era lo más importante y con ellos, para ellos y gracias a ellos, podíamos hacer realidad nuestros mundos de yupi, por supuesto me refiero a ese muñeco que habitaba en un planeta especial, no al ejecutivo agresivo lleno de gomina y ambición productiva.

Pero la distancia, fue tomando posiciones. Y se impuso. Los horarios no coincidieron, las vacaciones eligieron destinos diferentes. Y los trabajos, primero, y los hijos, después, terminaron por dejarnos huérfanos. Desabrigados de esa hermandad protectora, que tiempos atrás nos reforzaba, nos defendía, nos identificaba. Y nos hacía tan serenamente felices, tan arrebatadoramente creativos y dicharacheros.
Ahora marchamos por el mismo camino pero en intervalos no coincidentes, bailamos a nuestro son, ese tan solidario y generoso, pero sin encontrar nuestra pareja de baile. Somos danzarines entre tropeles de espectadores cansados, aletargados, sordos y sin sentido del ritmo, y aunque nuestras manos siguen tendidas no encuentran el movimiento continuado ni la acción correspondida. Y cada danza se pierde en el anonimato del asfalto, agotando y maltratando los pies de todos aquellos osados bailarines, que siguen pensando: “ tal vez mañana mi pirueta genere otro movimiento; tal vez otro día alguien roce mis dedos y sigamos juntos al ritmo de esta música, y luego seamos tres y cuatro, y así hasta lograr formar una cadena de coristas de sueños, de corógrafos del alma; de protagonistas de la autenticidad humana.
Volveremos a encontrarnos, cuando el trabajo ocupe menos tiempo y espacio. Cuando nuestros hijos ya sean bailarines debutando en sus propios grupos. Y nada se habrá perdido. Porque el mismo sentimiento, que un día nos acercó y dio sentido a nuestras vidas, ha permanecido siempre en cada uno de nosotros. Tan sólo ha existido un paréntesis en el modo de compartirlo, pero las ideas, los valores volverán a vivirse en grupo, cuando nuestras sienes tiñan de blanco, o brillen por su ausencia.
Yo también nací en el 73, yo también he visto a tanta gente caer, en amos y señores de su voluntad. Yo también he llorado de rabia e impotencia. De emoción y sorpresa. Y he reído hasta no poder más. “ Que te puedo contar que tú no hayas vivido, que te puedo decir, que tú no hayas soñado”.
Yo no nací en el 53, pero como tú, Ana, he vivido a caballo de 2 siglos. Ante nuestros ojos vimos derrumbar el muro de Berlín; la llegada del hombre a la luna; el fracaso del sistema comunista ruso; la imposición del capitalismo como único medio de crecimiento económico y social, ¿crecimiento?, algo más por discutir. La radicación del apartheid en Sudáfrica. El fracasado golpe de estado en España y el afianzamiento de nuestra democracia. Todos los partidos políticos fueron legalizados, los sindicatos, la huelga laboral y de hambre convocadas como medida de presión reivindicativa, ya no eran perseguidas ni castigadas. Todo el mundo pudo creer o descreer, asociarse o disgregarse, opinar o pasar. Nuestras madres ya no tuvieron que pedir permiso, ni a sus padres, ni a sus maridos para poder trabajar. Algunas lograron mandar a los hombres, ocupando cargos directivos. Las guerras pasaron a televisarse. Y los ratios de hambruna y muerte infantil no bajaron.
Este nuevo siglo en el cual podemos comunicarnos sin importar los km. que nos separan, ni el idioma, cada vez hay menos que decir. El silencio gana terreno, la frivolidad del mensaje se apodera del canal, y los receptores y emisores aburridos y decepcionados la abandonan. Nos sentimos cada vez más solos, más tristes y más ignorados. Desconfiamos de todo y de todos y seguimos buscando la fuente de la felicidad eterna y un poco de cariño.
A mí también me mata la estupidez de enterrar un fin de siglo distinto del que soñé. Del que soñábamos. Pero como tú, Ana, sigo saltando sin red, con la firme convicción de que no todo se aprende en los libros, y de que nada nos da la certeza de no estrellarnos.
Sigo subiéndome a trenes equivocados y cambiando de destinos como una aprendiz atemporal, con la firme esperanza de crecer y mejorar, aunque a veces, sea a base de palos. Burdo consuelo al que abrazarnos en medio de un maremoto sentimental.
Y sigo apostando por aportar mi granito de ternura, de calidez, de comprensión, de alegría, de tolerancia, de justicia y de apoyo, en cada gesto diario. Confiando que al menos mi mundo si mejore. Y que tal vez, sólo, tal vez, logré contagiar con mis dedos, mi voz y mi ritmo a algún espectador con un pie levantado, casi a punto de dar su primer paso de baile.
Cómo ves yo no nací en el 53, pero seguro que compartimos muchos valores. Gracias por recordarnos que lo importante no es el fin, sino los medios. Gracias Ana por hacer tan válida toda una filosofía de vida a generaciones diferentes, 53, 63 ó 73, seguro que muchos se sienten identificados sea cual sea su año.

miércoles, 3 de junio de 2009

MELODIAS A CONTRATIEMPO: SONRISA




Yo cuento con tu risa y se que a cambio no tendría moneda que pagarte, todo lo que yo llevo en los bolsillos, sumo lo que tu risa vino a darme. Pero cuento con tu risa, no lo olvides, desde la noche oscura hasta el alba; cuento con tu risa, que es lo mismo, que no tenerle miedo a casi nada”.

Hice de esa canción nuestro himno, la adapté a mi antojo y te la ofrecí, como te ofrecí mis sueños, mi alegría y sobre todo mi gran ilusión, esa que creyó en un momento tonto, en uno de esos ratos memos, que esto podía tener un futuro, que esto podría ser amor.

Tan sólo mencionaste una vez mi sonrisa, y yo capturé ese momento y lo perpetué. La tomé por estandarte y bandera, como lo más significativo de mi, como parte de mi esencia, que tanto te agradaba y fascinaba. Y te la brindé; te hice merecedor de ella. Podías contar con mi sonrisa con toda la extensión de la palabra, que tan original y profundamente plasma “Cómplices” en su canción. “Que suerte tener arma tan activa, contra este mundo absurdo que me acosa”. Pensé, que mi sonrisa podría llegar a significar eso para ti, una fuerza tal, capaz de eliminar los miedos y la tristeza de este mundo absurdo y loco. Un gran tesoro puesto a tu alcance, así, por las buenas, como muestra de generosidad y amor.

Le doté a mi sonrisa un poder irreal, lleno de música y fantasía. Y me lo creí, como si tú la valoraras en igual medida. No te di opción a pronunciarte, y preferiste seguir la melodía a desafinar tan a contratiempo. Te las mandé de todas formas, tamaños y colores. La distancia no pudo frenar los locos deseos de una romántica soñadora. No quería que olvidaras mi ofrenda, tal vez teniendo tan cerca el recuerdo de lo más genuino, sintieras presente a su dueña. Imagino que ya habrás tirado aquel collage con tantas sonrisas mías, que un día recibiste, sorprendido e ilusionado, en tu buzón. A estas alturas no tendría mucho sentido, que acumulara polvo en aquella estantería del salón.

¿Cómo pude ser tan ilusa?. ¿Cómo pude montarme en esa nube sintiendo, por una vez en la vida, que tú me acompañabas?. Que lo nuestro era diferente, y que, como en las grandes películas de amor o en mis canciones preferidas, el destino caprichoso y juguetón nos había unido, ni el tiempo, ni la distancia lograría anular lo que hoy sentíamos. Y así fue, hoy y mañana, y hasta pasado mañana. Pero bastó unos meses para tropezar con la realidad. Y para reducir ese hoy tierno, emocionante y pasional a un par de encuentros exhaustos y a muchas horas de silencio, vacio y añoranza.

Mi sonrisa se tornó lágrima; y mis lágrimas, pena, desconcierto y sinsentido. Mi amor se colaba por los agujeros de un corazón cada vez más roto; chocaba, una y otra vez con tu muro de silencio y pasotismo. Tus circunstancias, mataron nuestro simulacro de amor. Tu indiferencia ante mi dolor anuló mi arma más activa, eliminó, sin dejar rastro alguno mi arsenal festivo y esperanzador. Y se hizo imposible sonreir. Mis bolsillos estaban vacios, mis manos seguían abiertas, pero sin encontrar a su compañera; mi corazón descuartizado en mil pedacitos. Los días parecían eternos y las noches reflejaban un mal sueño constante, tan sólo interrumpido por la rutina obligatoria, que imponía cada nuevo amanecer.

Tuve nuestra foto, delante de aquel chopo milenario, presidiendo mi comedor, era incapaz de romperla. Ni la rabia, ni la ira, ni siquiera el sentimiento de maltrato pudo retirarla. No, hasta que llegó el momento justo. Supe enseguida que todo se había superado. Que no sentirme querida, ni apreciada por ti, ya no me dolía. Fue en ese mismo momento, en el que conseguí guardar la foto y sonreir mientras la observaba. Entonces supe que estaba curada. Y que mi esencia volvería a ocupar el pódium que se merecía, sin ti, pero conmigo.

“Ahora cuento con mi risa, para el día que la tristeza venga, aquí a hospedarse. Cuento con mi risa esa es la suerte, que llevaré conmigo a dónde vaya. Colgada de mis nubes de alegría afrontaré la luz de la mañana. Yo cuento con mi risa para alzarme como un cometa tras la luna nueva. No me asusta el otoño, si tú, sonrisa, vienes a mis labios llenos de primavera”.

Y sirva este torpe tributo como prueba de mi gran admiración por una de las letras más preciosas y sentidas, que de forma tan armónica han sabido transmitir este gran mensaje: “COMPLICES”. Gracias por sentir así; por contar con vuestras sonrisas, tantos años ya.


viernes, 22 de mayo de 2009

Vacaciones ...


VACACIONES... ¿QUIÉN DIJO VACACIONES?



A veces no entendemos las situaciones que la vida nos presenta, y aunque tengamos claro, que todo pasa por algo, nos suele costar descubrir el sentido de todo en el mismo instante vivido. En ocasiones, conseguimos con mucha paciencia , no perder la esperanza y dejar pasar el tiempo. Y cuando menos lo imaginamos llega a nuestra mente la luz, la bombilla se enciende y logramos comprender porqué pasó todo. Acertamos a descifrar cada situación vivida y aunque éstas hayan sido causantes de dolor, nos consuela sacar una enseñanza, un mensaje, una lección, que nos alimente, que nos haga crecer y mejorar.
Se supone que el tiempo vacacional debe ser grato, divertido y relajante. Se presuponen demasiadas cosas. Pero es la realidad la que se encarga de quitarnos la venda y mostrar, qué tipo de experiencias se han vivido, que momentos han transcurrido y con que sabor de boca volvemos a ocupar nuestros lugares, puestos de trabajo, hogar, y quehaceres diarios. Y entonces nos preguntamos : ¿De qué nos han servido las vacaciones?. No se han disfrutado tanto como deseábamos y esperábamos, no hemos descansado tanto como precisábamos, y hemos gastado todo nuestro tesoro amasado a lo largo de los meses trabajados afanosamente. Vaya panorama,¿realmente es para deprimirse?. Ni mucho menos, todo lo contrario. Podemos vivir momentos frustrantes y generadores de más desdicha que gracia, pero aún así, son momentos vividos. Y cada uno de ellos tienen mucho que aportarnos, detrás de cada sensación, de cada minuto invertido hay toda una fuente de sabiduría, esperando a ser descifrada por nosotros, por cada valiente, que decida no amargarse y retorcerse en la desdicha, si no superar y disfrutar hasta de lo más desagradable.
¿ Y tú, de qué tipo eres?. ¿De los cobardicas que lloran sus penas por las esquinas, o de los valientes que plantan cara a la vida y que intentan sacar el provecho de cada minuto vivido, aunque eso conlleve dolor o pena?. Si tu opción es la primera, sólo me queda ofrecerte un paquete de pañuelos y un hombro en el cual llorar.
Si tras pasar unas vacaciones algo decepcionantes tu postura es la de un valiente devorador de la vida, a la cual no le asusta ni las hambrunas ni las indigestiones, entonces si tengo mucho que decirte. Decide tú mismo qué hacer, seguir leyendo o plegar este folio y arrojarlo a la papelera o para reciclar.
Lo vivido ya está vivido, ya no puedes volver a cada instante pasado, ya no puedes modificar las rutas recorridas, ni los hoteles seleccionados, no puedes recuperar el dinero gastado, ni si quiera la ilusión por visitar Argentina, Paris, Marruecos, Portugal , etc. ya no puedes cambiar nada.¿Seguro, no puedes cambiar nada, no puedes hacer nada al respecto para sentirte mejor?. Piensa un poco, yo creo que sí, hay mucho que transformar para dejar de sentirte como hasta ahora. Pensemos e imaginemos por un momento cómo habría sido
tu viaje deseado...

Crónicas en motor ...

CRÓNICAS DE UNA PEATON EN TRANSICIÓN.

CAPITULO II.


LLEGASTE A MI COMO CAIDO DEL CIELO.

Dar contigo fue un afortunado golpe de suerte. En esta partida alguien lanzó el dado por mi, y sin duda sacó seis. Aunque yo prefiero creer en el sentido de todas esas casualidades .Que una fuerza superior manejó los hilos necesarios para que tú aparecieras en mi vida, justo en este preciso momento, cuándo menos te esperaba. Cuándo mi actitud era de expectativa más que de acogida, te plantaste frente a mi, solicitándome un gesto de hospitalaria bienvenida. Sabías que ibas a ser abandonado, eso siempre termina sabiéndose. Aunque pretendamos engañarnos, si logramos quitarnos la venda y reunir el valor suficiente para analizar fría y concienzudamente cada paso dado, cada acontecimiento ocurrido, terminamos llegando a un destino nada agradable ni deseado. Aceptar, que en breve, no nos querrán y prescindirán de nosotros no es muy grato.

Con la experiencia de trece años de convivencia y el rodaje de 73.000 km. en compañía, tenías que aventurarte a comenzar una nueva vida. Pensaste, que como los otros anteriores, recogerías tus cosas, sin a penas pedir explicaciones, y abandonarías, el que hasta ahora había sido tu hogar, trasladándote de nuevo a tu casa. Aquella, que un buen día te vio partir feliz, deseoso de iniciar una vida en compañía. Teníais muchos planes y proyectos. Ambos apostabais por un futuro juntos. Cada uno de vosotros dio lo mejor de sí y colaboró todo lo posible para alargar la vida de vuestra historia. Y, sin saberlo, me crucé en tu camino, aparecí un buen día nerviosa y pensativa, frente a ti. Que casualidad, alguien muy cercano a tu “ex”, fue quién nos presentó. Y aunque yo, en esos momentos, reconozco, que no estaba muy receptiva.

miércoles, 20 de mayo de 2009

De primero alguna reflexión, para abrir boca ...

RAZÓN, ESTACIÓN O VIDA.

Ante una pérdida nos esforzamos en olvidar, en pasar página, cuánto antes mejor. Y la angustia y la frustración por no lograrlo todavía nos hiere más, nos mella más. Por ello, no olvidemos, transformemos y sintamos de forma alternativa. De forma práctica en este mundo real. Concedámonos el tiempo, la paciencia y las lágrimas que necesitemos para sacar nuestra pena. Acojamos nuestro proceso de duelo como una etapa natural a pasar y superar.

No pasa nada si tardamos en actuar, es lógico y normal. Pero no, nos anclemos en el dolor, el miedo, la rabia o la impotencia. Transformemos todas esas sensaciones en otras más útiles, invirtamos nuestro tiempo y nuestras fuerzas en intentar reeducar nuestros sentidos, modificando la percepción de la pérdida por un encuentro diferente, pero confortador y lleno de sentido. De un sentido, que en nosotros genere paz, vida y crecimiento
.

En esta vida no estamos solos, siempre recibimos ayuda, ayuda de las personas que llegan a nuestra vida y también de las que nos dejan. Porque siguen velando por nosotros. Su forma es diferente, pero saben valerse de otros medios para hacernos llegar el mensaje que precisamos. Su energía sigue transformando el mundo. Y tal vez sea esta idea la que podamos modificar, o mejor dicho tal vez necesitemos despertar nuestros sentidos para que puedan captar el apoyo y el cariño de todos nuestros seres queridos, su protección y su amor, porque sin duda siguen dándonosla.

Si la energía ni se crea, ni se destruye únicamente se transforma, y cada persona es el mayor ejemplo de energía en continúa evolución. Nunca nos destruiremos, simplemente nos transformamos, por lo que la pena, el dolor, la angustia o el miedo ante la muerte, aquí ya no tienen cabida. Creámonos esto y actuemos en consecuencia. Y nuestro caminar será totalmente diferente.

Hasta ahora, hemos hablado de las pérdidas por una razón muy concreta, la muerte, o el paso a otro tipo de vida. Es decir la perdida de un ser querido por la transformación de su energía, de su materia y de su espíritu, pero existen otras modalidades de ausencias. Y a veces afrontarlas nos resulta una tarea complicada.
¿Cuantas veces, en un entorno cercan
o se dan ejemplos de separaciones matrimoniales, de ruptura de parejas?. Este tipo de abandono casi siempre suele ser muy doloroso para todo el mundo. No sólo el cónyuge, que toma dicha decisión sufre. La pareja desmembrada sufre, los hijos, si los hay, sufren, las respectivas familias del dúo roto sufren, los amigos de cada miembro sufren, y más aún si se les ha obligado a posicionarse en defensa de uno y al ataque del contrario.

Para los protagonistas de estas situaciones suele prevalecer un sentimiento de fracaso, de proyecto inacabado.” El para toda vida”, ha pesado como una losa, ha impedido el vuelo de sus pilotos, las habituales rutas y trayectos ya no son surcadas, ni por aire ni por mar, y cada pasajero decide, de forma unilateral volar en desbandada y abandonar cuanto antes el barco de una vida en común desarrollada en pareja. De nuevo la temporalidad se ha apoderado de la situación, los deseos de continuidad y perpetuidad ya han caducado. Afrontar un cambio así es realmente un reto, no sólo por la envergadura de las reformas necesarias, sino porque además todo va acompañado de dolor, decepción, frustración y tristeza. Con este caldo de cultivo cualquiera intenta sacar algo positivo, francamente no es fácil. Pero tal vez si podamos enfocarlo bajo otro prisma, verlo de otro color. Vamos a intentarlo.

Evidentemente se ha roto una relación, iniciada como un plan de futuro. Un proyecto personal común, compartido por dos seres diferentes y especiales, se ha extinguido, tal vez no se logre dar con sus causas y ni siquiera merezca la pena entrar en ese punto. No vamos a juzgar ningún comportamiento, ni sus posibles soluciones. Tan sólo pretendo cambiar el enfoque para sentir de forma diferente.

Ya hemos comentado que todo es fugaz y caduco, que la vida está en continuo movimiento, y que pretender anclarnos por seguridad y bienestar es imposible. La vida se compone de etapas, y ellas se van sucediendo de forma natural y espontánea, poco a poco, a un ritmo acorde a nuestra existencia, tanto, que a veces no notamos sus secuelas. Y vamos transformándonos y adaptándonos a la novedad sin apenas ser conscientes de ello. Todos estos cambios son asumidos de forma voluntaria e inconsciente por su protagonista, sin causar en él ningún sentimiento negativo.

Pero no siempre es así, en muchas ocasiones, se desencadena todo un torbellino de contratiempos y desgracias. No logramos ver la luz, y no atinamos a descubrir, qué ha motivado todo esto. Ante tanta confusión y desconocimiento solemos derrumbarnos, y hasta nos culpabilizamos. Sintiéndonos los responsables de nuestro nuevo destino, destino indeseado, innecesario, incomprendido y no solicitado. Y sentenciamos todo este devenir como el gran fracaso de nuestra vida. Paseamos por ella sin pena ni gloria, o mejor dicho, con toda la pena del mundo, que somos capaces de acumular en nuestro corazón y todo el lastre que nuestra espalda logra soportar. Y decimos que vivimos, pero lo que realmente sentimos es una agonía precoz, preludio de una muerte en vida. Muerte de nuestros sentidos positivos, sobreviviendo a malas penas los perjudiciales. Muerte de nuestra esperanza, de la alegría, de las ilusiones y de cualquier motivación.

Olvidamos algo muy importante, que todo esto ha sido un cambio. El fin de una relación, no es, ni más ni menos, que la conclusión de una etapa. Esa etapa se cierra y comienza una nueva. Su llegada ha sido de forma repentina, como una tormenta tras un sol radiante, sus efectos devastadores como un terremoto y su influencia en nosotros, aniquiladora, como la más cruenta guerra. Pero no es un fracaso, no es una mala racha, ni un brote de mala suerte. Nadie ha confabulado contra nosotros. Simplemente la vida nos está obligando a que cambiemos.

La vida nos tira del sillón de nuestra rutina y comodidad y sin pedirnos permiso ni avisar, nos pone de frente a un espejo, al espejo de nuestra realidad, para que descubramos que así no podemos seguir, que debemos surcar otros mares; refugiarnos en otros puentes; cultivar otros jardines; cocinar y deleitar a otros paladares. Si conseguimos vislumbrar esto nuestra reacción será positiva. Porque tras pasar nuestro duelo lograremos tomar las riendas de nuestra vida, hallaremos el rumbo a seguir para dejar atrás una etapa ya acabada, centrándonos en todo lo que está por llegar. Y acogeremos de buen grado este nuevo devenir, creyendo que se trata de un cambio necesario y pertinente para poder avanzar y crecer.

Ya se ha superado una etapa y nos toca vivir otras. Nos toca relacionarnos a otro nivel y con otras personas. Seguimos siendo válidos, tremendamente válidos y maravillosos. Poseemos todo un mundo de valores, de dones, de oportunidades para dar, tenemos tanto que ofrecer, que no puede verse anulado por una relación acabada. Así como la vida sigue sucediéndose tras cada cambio de estación, nuestra existencia sigue readaptándose una y otra vez a las diversas estaciones personales y emocionales. Y en cada una de ellas aprenderemos de nuestra experiencia.

Sé que es difícil, poder discernir todo esto ante un proceso de dolor y angustia, en el que prevalece la pérdida, el vacío y el abandono. Pero si en algún momento de nuestra existencia damos con el botón, presionamos la tecla justa, que nos encienda la luz y somos capaces de decirnos NO FRACASÉ. NO PERDÍ, SIMPLEMENTE MI FUNCIÓN COMO MARIDO O ESPOSA CONCLUYÓ, PORQUE AHORA ES OTRA MI MISIÓN. PORQUE AHORA DEBO DAR DE FORMA DIFERENTE A PERSONAS DIFERENTES. PORQUE AHORA MI PAPEL ES OTRO. VOY A DESEMPEÑARLO DE LA MEJOR FORMA POSIBLE. PORQUE TENGO MUCHO QUE OFRECER Y PORQUE PUEDO MEJORAR Y ENRIQUECER ESTE MUNDO Y A SUS HABITANTES. PORQUE SERÉ YO QUIEN MEJORE, QUIEN AVANCE POR ESTA NUEVA VIA, QUE AHORA PARECE DESCONCERTANTE Y ATERRA. PERO SIN DUDA ME LLEVARÁ A LA META DE MI VIDA: A SER PERSONA.

Si somos capaces de repetirnos esto en voz alta, y de empezar a creerlo y reflejarlo con nuestros actos, pensamientos y decisiones, superaremos cualquier circunstancia, creceremos con cada cambio y seremos menos infelices. El dolor se transformará una y otra vez, en nuevas oportunidades de superación. Y las lágrimas serán de emoción, al comprobar nuestra valía, nuestra fortaleza y capacidad de adaptación a este medio, a cualquier tipo de situación que nos toque vivir.

Sufriremos, porque somos humanos y sentimos, pero ese sufrimiento no nos ahogará, ni nos estancará. Siempre nos encontraremos en un callejón con salida, unas veces será a una vía principal, ancha e iluminada, de fácil travesía, otras a una carretera llena de curvas y baches, que siempre desembocará en un área de servicio, en la cual podamos apearnos y repostar. Sin duda alguna llegaremos a buen puerto. O al menos a un puerto, el hacerlo bueno o malo dependerá únicamente de nosotros. Y nunca estaremos solos, siempre encontraremos en nuestro viaje a grandes, medianos y pequeños compañeros de ruta. A los que sabremos acoger y dejar ir, nutriéndonos de todo lo hermoso que tienen para aportarnos.

Descubriremos su propósito y no pondremos resistencia, cada pieza del puzle será colocada en su sitio, y poco a poco, paso a paso, etapa a etapa, conseguiremos redibujar la imagen de nuestra vida. Iremos revelando la fotografía de nuestra existencia.

Así que ya no cabe tristeza alguna. Sintamos como nos inunda la esperanza, y vivamos. Cuando alguien salga de tu vida, antes de juzgar, piensa si ha sido razón, estación o vida. Y analiza si su misión ha sido realizada satisfactoriamente. Cuando un ser querido se ausente de estas coordenadas, tenlo presente en tu corazón, en tu sentimiento y en tus obras. Y mantenlo vivo en tu actuar, sabiendo percibir su energía, su cuidado y su nueva forma de llegar a nosotros. Ninguna pérdida es un fracaso. Tan sólo una etapa cerrada, un círculo concluido que deja una estela de nuevas posibilidades abierto a otro tipo de trayectorias y de recorridos. Atrévete a vivirlo y deja que tu persona y tu esencia salgan a la superficie de una vida llena de fundamento, sentido, paz y armonía.

Llora cuando lo necesites, pero sé capaz también de reir, de ilusionarte, de amar y de crear. Porque somos seres maravillosos y especiales con una capacidad inaudita para transformar, reinventar y diseñar cualquier proyecto, situación o deseo.

Empápate de cada sensación, y permite comprobar qué sientes ante ella. Concédete la licencia del autoperdón, de la disculpa, de la tolerancia contigo mismo. Y pases lo que pases, sufras lo que sufras, que no te inunde la pena, que no te pese como una losa y te sepulte en el fondo de tu agonía, privándote de otros muchos sentimientos, sensaciones y oportunidades.

Que nada consiga nublar toda tu existencia, todo lo potencialmente maravilloso que puede dar de si tu persona. Porque ni el dolor más intenso es capaz de aniquilar cualquier detalle de amor, de amistad, de apoyo, de entrega y de servicio, detalles que recibimos diariamente, y que a veces no valoramos, ni percibimos por estar sumidos en nuestra pena.

Por eso cuando sufras además de saber reconocer este sentimiento y de afrontarlo con calma y paciencia, sabiendo que es temporal y que pasará, intenta ver que otros tipos de sentimientos, sensaciones y vivencias albergan en ti. Te asombrarás al descubrir, que además de dolor también has tenido muestras y ejemplos de sensaciones y situaciones positivas, generadoras de vida, y fuerza. El saber ser consciente de ello, te impulsará a salir poco a poco del fondo de tu pantano personal, el ancla echada comenzará a moverse, perdiendo fuerza. La tierra cederá y tu alma comenzará a flotar, consiguiendo salir a la superficie, respirar y tomar fuerzas para comenzar a recorrer tu camino.




Aspe, 23/9/08.

NIEVES JUAN GALIPIENSO.

A solas contigo ...


Has llegado a tu rincón personal. Fuera las prisas. Aquí no tiene cabida el mal humor, la ira o la indiferencia. Tan sólo el disfrute y la calma. Si para ello puedo ayudarte, sigue leyendo.
Reflexiones, cuentos, realatos mágicos, cualquier medio será útil para mi propósito: compartir contigo mis ideas. Esas locas que disfrazan esta rutina, aquellas reflexivas y profundas que hagan pensar, y siempre las divertidas y transformadoras de esta realidad.
Atrévete y ya me dirás ...