lunes, 14 de junio de 2010

BATALLA CAMPAL.



BATALLA CAMPAL.

Suspendido del techo aquel balón parecía no desear ser recepcionado por torpes e inmensas manos. Arturo y Raúl luchaban por su rebote. Cuando parecía atraparlo, resbaló, rodando el esférico a través del cuerpo de Arturo, que se encogía y arqueaba para no perderlo. Pero de nada sirvió, ya había salido disparado, chocando contra la valla. Arturo estaba descendiendo de su salto y presentía que algo iba mal. No sólo porque el sonido estridente de la sirena comunicara el fin del partido, sin lograr remontar en el marcador, sino porque algo había crujido, su pie derecho parecía una marioneta a la que han cortado sus hilos, totalmente deforme no lograba apoyarlo correctamente. La caída fue inminente.

Ese cuerpo de casi dos metros yacía tendido en la pista, encogido por el dolor, parecía haber perdido el conocimiento. Sus compañeros de equipo se acercaron, el banquillo al completo corrió a socorrerlo. Arturo intentó incorporarse, pero su cuerpo no le respondía, asustado presentía que era más grave de lo que parecía, el público y las gradas se han vuelto borrosos, parece que todo se ha cubierto de gris, antesala del túnel por el cual comienza a deambular su vida, sus comienzos, hace ya una década. Las imagenes se agolpan y la zarandean, las primeras victorias, su ascenso de categoria, cambios de equipo, tanto esfuerzo y trabajo, alejado de su familia y amigos, durmiendo en hoteles, extrañando camas y hogares provisionales. Cayó en picado a un pozo lleno de oscuridad. Frío, miedo e incertidumbre lo cubrían como abrigo prestado de herencias impuestas antes de hora.

Ambulancias, médicos. Arrebato sanitario en la pista, traslado de urgencias al hospital más cercano. Intervención apresurada. El negro se tornó rosa, un sabor a fresa o frambuesa llenaba su boca de saliva. Se sentía en una nube, y desde ella contemplaba ajeno su realidad. Rodeado de incertidumbre con una sola certeza, su carrera deportiva había finalizado. Aquella lesión sentenciaba un año de siete meses intensos, a su edad y lastimado no podía esperar grandes milagros. El dulzor afrutado de la anestesia se transformó en un sabor agrio, amargando al final, tocaba decir adiós. A toda una carrera, a una vocación, ¿para hacer,qué?

Todo tintado de marrón a su alrededor, destiñéndose hasta llegar a un beige cálido, y de ahí al blanco, abrió lentamente sus ojos y eso fue lo primero que vio, todo un escenario blanco e impoluto. Demasiada luz, para alguien que lleva dormido tanto tiempo. Se observa, vuelve a sentir, su pierna está colgada y el dolor y las molestias han regresado. Sonríe, no imaginaba sentirse tan afortunado, esguince de ligamentos con rotura del maléolo intervenido, le había devuelto a la vida. Una nueva oportunidad se le otorgaba, no para jugar, sino para aprovechar sus casi dos metros en otras causas.

Respiró aliviado, ahora tocaba una constante rehabilitación, esfuerzo y persistencia, pero lo lograría, estaba seguro de ello. Se recostó tranquilo y acariciándose la otra pierna se durmió.

NIEVES JUAN GALIPIENSO.
14/6/2010.