martes, 23 de junio de 2009

IV. INCREDUL@.COM


IV INCREDUL@.COM.

Llegaste a mí en el momento justo, en que te precisaba. Fue a través de una gran amiga. En un emocionante correo electrónico. A tu gran mensaje, lleno de coraje y superación le acompañaba una fotografía de ensueño, paisajes llenos de color y vida, capaces de transportarnos a un lugar acogedor. Tu música me atrapó desde el primer momento, y al final de cada estrofa, mis lágrimas corrían a su antojo por mis mejillas.
“Porque creo en ti cada mañana, aunque a veces tú no creas nada”. Sentí esas palabras en la boca de Lourdes, mirándome con ternura y mucho amor. En un último intento de brindarme su apoyo, como energía y fuerza que levantara mi corazón al vuelo de la esperanza, tras el último aterrizaje forzoso por desamor. Y que abrazara mi alma, como si estuviera presente a mi lado, y sus brazos me rodearan, llegando a la extenuación.
Hacía unas doce horas que habíamos hablado y conocía perfectamente mi estado y situación. Tal vez ella nunca sepa la verdadera historia de esta canción. Ni todos los factores desencadenantes de su envío. O quizás lo descubra ahora, al leerlo. Pero fue mucho más que su apoyo. Generó una nueva relación, propiciando un intercambio de afecto solidario, basado en un dolor compartido de intensidades y causas muy diversas, pero alojado en dos almas separadas en la distancia y próximas en sentimiento. Dos desconocidos compartiendo un mismo lenguaje de rechazos, decepciones, frustraciones y tristeza.
Luz expone como nadie un canto al cambio, a la oportunidad en medio del fracaso; al crecer personal a pesar de la tormenta, los agravios y cualquier otro fenómeno adverso, mermador de la dicha. Un himno lleno de esperanza, energía y superación.
Cada vez que escucho esta canción, no puedo evitar tener dos pensamientos. Lo mucho, que me ayudó a superar los efectos de una decisión dolorosa, pero necesaria, y el origen de una amistad, que comenzó solidificando sus bases, pasando a ser algo más que amor, tras su primer piso y derrumbándose en silencio y vacío, dejando un gran solar lleno de confusión y decepción.
“Abre la puerta, no digas nada. Deja que entre el sol. Deja de lado los contratiempos, tanta fatalidad ”. ¿Cuántas veces te he dicho esto?. Ha sido durante mucho, nuestra forma particular de darnos los buenos días, con la cual comenzaba mi terapia de derroche de apoyo y valoración. Pretendía aislarte del dolor, de tu dolor por unos minutos, para que lograras ver la luz. Y sintiendo su calor motivara tu puesta en marcha.
“Abre tus alas al pensamiento y déjate llevar. Vive y disfruta cada momento, con toda intensidad “. Deseaba tanto que fueras capaz de pensar en algo más, en algo diferente a ese dolor desgarrador, que llenaba cada poro de tu piel, no dejando cabida a nada más. Tal vez si eras capaz de notar otro tipo de intensidad, descubrirías que no sólo había dolor y sufrimiento en tu día a día. Y si concedías un poco de tu tiempo a imaginar su fin y la llegada de un estado mejor. Este podría acudir a ti, poco a poco.
“ Porque creo en ti, cada mañana. Aunque a veces tú no creas nada “. Me empeñé en ello. Tú dudaste; después te hinchaste como un globo, pero duró tan poco. El helio de tu autoestima se escapó al cruzarse en su camino con una de las espinas de tu corazón, y en unos segundos se deslizó hasta tocar fondo. Y jamás remontó el vuelo. No supe entenderlo y te pido perdón por mi insistencia y exigencia.


“ Sentir, que aún queda tiempo para intentarlo, para cambiar tu destino, y tú que vives tan ajeno; nunca ves más allá de un duro y largo invierno“. Intenté sembrar la primavera en tu gélido espíritu, para que fuera derritiendo ese hielo condensado a golpe de desprecio y rechazo. Mi experiencia y mejora te abrigaba como una hoguera encendida en el frío de la noche. Pero tu hielo iba ganando terreno sofocando mis cenizas. La nieve te cubría, y mi testimonio perdía grados, tanto, que ni tu Nieves pudo hacer subir la temperatura en el termómetro de tu corazón, marcando los bajo cero. Sé que lo intentaste, que te aferraste a mí, no con la intención de dañarme, sino con la del más puro superviviente, que pretende no hundirse en medio del maremoto. Yo te lancé mi chaleco salvavidas; puse en marcha mi fueraborda; llené mi despensa de paciencia, comprensión, mimo y protección. Y me lancé a tu rescate. Pero no logré dar contigo, tan sólo veía, una y otra vez, tu reflejo en el agua pataleando, casi sin respiración y a punto de desfallecer. Mi angustia crecía por momentos, mi amor no podía hacer nada; mi esperanza lanzada a ti, se resbalaba y regresaba húmeda produciendo un efecto bumerán nada positivo.
“ Abre tus ojos a otras miradas, anchas como la mar. Rompe silencios y barricadas, cambia la realidad “. La vida te iba presentando tantos nuevos ojos; sonrisas iluminadas y gestos llenos de cariño y atención, pero tú no lograbas verlos. Tus ojos contenían demasiadas lágrimas, excesivas horas de insomnio acumuladas adormecían tu vista. Y seguías perdido, terriblemente confuso, maldiciéndote por tu mala suerte. Sin poder comprender por qué ella ya no te quería. Ese tormento marcaba como un cronómetro, cada segundo de tu existencia. Anulando para tus sentidos, cualquier presencia afectuosa. Tu realidad era distinta, pero tú no podías percibirlo, no estabas preparado para ello, todavía no.
Y ahí seguía yo, con mi apoyo en alto, como pendón anunciando mi llegada. Creyendo en ti cada mañana, aunque tú no creyeras nada.
Te susurraba; te recitaba; se escapaban voces por las esquinas; la prensa de nuestra amistad se hacía eco y los altavoces de cada megáfono, de cada emisora de radio de nuestro canal afectivo te repetía:
“ Aún queda tiempo para intentarlo, para cambiar tu destino”.
No te aferres más al dolor ni a la perdida. Deja que la vida fluya, que las personas salgan, ábreles tu puerta. Levanta esa barrera, que te impide recibir y acoger a las nuevas. Renueva tu almacén de sentimientos. Ya tuviste exceso de lo malo, no lo permitas más. Transfórmalos y dale una oportunidad a este giro que la vida te ofrece. Tan sólo has llegado a una bifurcación, no te sientes desolado a esperar junto a las rocas, sigue caminando por este desconocido sendero, te aguarda todo un paisaje nuevo, lleno de belleza y fascinación. No agotes tu tiempo en recuerdos dolorosos de quienes ya tuvieron que partir. Dedica tus minutos a la novedad, a todas aquellas personas, que van apareciendo cada día, porque tienen mucho que aportarte. Aún estás a tiempo para sustituir lágrimas por sonrisas; desprecio por amor a ti mismo; vacío por nuevos objetivos; desgana por ilusión volcada en otros proyectos, que si no los rehúyes llegarán a ti. Todavía puedes cambiar tu destino.
“ Abre la puerta, no digas nada”.
Esta será siempre nuestra canción, con ella me presenté ante tu puerta. Mis labios y mis dedos tocaron a su son, aguardando tu permiso para entrar. Ofreciéndote una amistad todavía hoy vigente. Vigía de mis valores y creencias. Inalterable a las inclemencias de tus tempestades. Y aquí seguiré como ancla para tu naviera. Como arcoíris tras la tormenta. Como motor y combustible para tu empresa. Como soy; como sé ser.
Gracias Lourdes, gracias Luz, mil gracias.