martes, 7 de septiembre de 2010

LAS HORAS.



LAS HORAS.

Estáis tan acostumbrados a verme pasar, que no os llamo la atención, cada día de vuestra vida contiene 24 y afanados por robar minutos, pobres ilusos, realizáis mil cosas a la vez, siempre nerviosos, siempre apresurados, os perdéis el dulce paladar de mi existencia. Saborear cada instante transcurrido ha perdido relevancia en este mundo, que gira desbocado.

Para muchos sirvo de aburrimiento y no sabe como matarme, para otros soy su peor enemigo, rehuyendo de mí cada vez que contemplan su faz en el espejo o acarician sus manos manchadas y arrugadas por mi efecto destructivo de células y neuronas.

También están los que me adoran y han hecho de mis secuelas su negocio, ansiedad, enfermedad estelar de la era del avance y el progreso, a caballo entre dos siglos, el XX y el XXI, sigue indestructiva frente al correr del tiempo y la obsesión humana por detenerlo.

Pero a mí me encanta como me adoran los amantes, mantienen conmigo una relación de amor – odio. Cuando su encuentro está próximo, cuentan mis minutos, sus caras se llenan de alegría conforme yo voy disminuyendo, sus corazones se van emocionando, y hasta las pulsaciones delatan tanta agitación, esa que les asegura más placer, más unión y otro nuevo compartir. Entonces caen en la cuenta de lo efímero de mi presencia, de la relatividad de todo y devoran cada una de mis pequeñas partículas, sin más pretensión que amar y ser amados. Ya no hay ansiedad, aburrimiento o complejos, tan sólo el tiempo y el deseo para amar. Me convierto en su mejor oportunidad, rezan porque persista en su empeño. Y cuando notan mi ausencia comprueban lo mucho que dependen de mí. Es ahí cuando suelen cabrearse conmigo, me reclaman a voces, me propinan insultos, no aceptan que su tiempo haya terminado, y esos dos cuerpos tan cerca pasen a estar separados por cientos de kilómetros, aunque unidos y cercanos en sentimiento. Cuando la paz de la sumisión y resignación llegan a ellos, vuelven a invocarme entre disculpas, ruegos y anhelos, para que corra y les devuelva lo antes posible a su amor. Y el círculo sigue girando, arriba y abajo, deseada, valorada, reconocida, detestada, reprochada e indeseada.

Los hay que ya ni me esperan, ni me buscan, les da igual ocho que ochenta, su rutina no está marcada por mi jefe el reloj, y el tiempo va y viene paseando como alma en pena que deambula buscando su rincón celestial. A veces charlamos, o nos tomamos juntos un café sin prisas, ni reproches. En ocasiones me hacen recordar otros tiempos y contemplo que aún sigo emocionando a todos aquellos que parecen dormidos, o que más bien viven con otra intensidad mi paso.

Pueden ignorarme, desearme, explotarme, aclamarme, soñarme o maldecirme, pero a nada ni a nadie dejo indiferente. Llego, arraso, me impongo y someto cada una de vuestras actividades a mi antojo, esa soy yo la reina del tiempo, el ama de la duración, la guardiana de cada período. La coreógrafa de vuestros ritmos. Siempre a vuestro lado aunque mi presencia no sintáis.

NIEVES JUAN GALIPIENSO.

7/9/2010.

lunes, 6 de septiembre de 2010

¡CHICOS, NOS VAMOS A CASA!






¡CHICOS, NOS VAMOS A CASA!

Daniel, abría el correo de regreso al barracón, la jornada había sido dura, y aquel sol, convertido en oscuridad tras su caída, parecía quemar aún en la piel y en su alma. Su traje de camuflaje maquillaba ese gran deseo de dormir plácidamente y despertar en su cama de Ohio. Iba, ya para diez meses, aquel destino provisional en Irak. Y nunca había deseado tanto el fin de su misión, cualquier traslado sería mejor que permanecer en este infierno.

Diez meses que parecían años, pesaban en su corazón como una losa, se notaba envejecido y saturado de ver un paisaje tan desalentador. La sequía no sólo le privaba de árboles y vegetación, sino de contemplar en aquel pueblo buenos propósitos, colaboración vecinal, alegría y seguridad. El miedo y el instinto de supervivencia aniquilaban los valores y principios de esta sociedad. El mundo se había vuelto loco, y aquí todo valía.

Los combates estaban a la orden del día. Bombas, convoys destrozados, mutilaciones de compañeros, heridos de gravedad, sangre, terror, y ese eterno por qué, que despierta cualquier guerra. Civiles iraquíes, hombres y mujeres normales, campesinos y obreros con un único objetivo: sobrevivir, habían paralizado sus vidas, el reloj detuvo sus rutinas, siete años atrás, desde que comenzó aquella cruel guerra.

Daniel recordaba las lágrimas de los niños, el dolor de las familias destrozadas, aldeas saqueadas, negocios incendiados, y atentados habituales y numerosos como parte de la actividad del país, como quién coge un autobús o toma un taxi en este mundo de paz, que ha trasladado su afán de lucha a otros lugares. Poniendo en juego la vida de tantos soldados americanos, pero eso sí fuera de sus casas, de su estado, de sus fronteras, en una guerra que todavía hoy muchos siguen preguntándose por qué. Y que cómodamente ven a través de sus pantallas.

El mensaje era escueto y altamente revelador, en un par de días la Cuarta Brigada Stryker de la Segunda División de Infantería cruzaría Kuwait, de regreso a casa.

No podía creerlo, por fin, su destacamento se marchaba, sus ojos brillantes, presos de la emoción, volverían a ver los rayos de sol reflejados en los campos de maíz, pasear de paisano sin importar dónde pisar, sin tener que explorar cada centímetro de suelo antes de apoyar, escuchar el revolotear de pájaros y el sonido de alguna antigua radio colándose entre las ventanas abiertas o las puertas a medio cerrar para evitar el calor asfixiante, y dejar paso al aire, fresco y renovador, que se instale a su antojo entre las cuatro paredes de cada hogar.

Salió de las literas para tomarse una copa y celebrarlo, aunque antes debía pasar por el baño. De camino a la cafetería saludó a Andrew uno de sus compañeros, su cara abatida y mustia le inquietó, Daniel supuso que desconocía la noticia, y cuándo se lanzó entre gritos y abrazos a comentársela, el soldado cayó al suelo derrumbado: - Daniel, acabo de leer el comunicado, no estoy en el grupo de regreso. Me han seleccionado para ser uno de los 50.000 soldados de la operación Nuevo Amanecer, por mis conocimientos debo seguir en activo para asesorar al ejército iraquí y colaborar en el mantenimiento de su seguridad, consiguiendo que se instale como nuevo habitante invitado en cada hogar. Tiene gracia ha sido mi curriculum el que me recluye aquí, mientras muchos otros, como tú, imagino, podréis volver a casa.-

- Vaya Andrew lo siento, lo siento mucho, creía que tú también te venías, simplemente al formar parte de la misma brigada. Compañero no te angusties, la seguridad terminará imperando, y verás como en unos meses todo estará más tranquilo y serás relevado de tu puesto. Vamos levanta y vente a tomar una copa, celebremos que la vuelta está cada vez más próxima. Que pronto veremos a nuestras familias y todo volverá a ser como antes.-

- Daniel, hay mucho que celebrar, al menos muchos lo vais a empezar a disfrutar ya. Amigo creo que a mi me queda algo más para ello, pero como tú dices las fechas están llegando y esto comienza a cambiar. Pero no nos engañemos, nada será igual, esto ya lo hemos vivido, en otros lugares, con otros nombres y por motivos diversos, pero nunca nada es igual.-

Bebieron juntos en la cantina del campamento, alegrándose de la partida de muchos y deseando la pronta marcha de otros, volver a casa ya era una evidencia con plazo fijado.

Mientras el gobierno iraquí se debatía en dudas y comentarios contradictorios. El consenso no terminaba de instalarse. Unos pensaban y apostaban por la efectividad de su ejército sin necesidad del hermano mayor americano. Otros como el General Babakar seguían pregonando que el ejército no estaría consolidado hasta el 2020. Iraq era un país de reciente democracia, desolado, recuperándose de tanta muerte violenta e injustificada, de una economía destrozada, del miedo y el espanto afincado en cada esquina. Merecían algo mejor que una seguridad a golpe de pito, porra y balas. Trabajo, comida, y confianza, poder caminar sin toque de queda, sin miedo a dejar caer el pie en el suelo y explotar al contacto. Poder jugar en la calle e ir al colegio con total normalidad. Todos merecían sin duda una vida renovada, llena de alegría, salud y bienestar.

¿2011, 2020, cuándo llegaría? Tal vez más pronto de lo que se pensaba, pero eso será otra historia, que el tiempo con su correr habitual nos dejará averiguar. Prometemos estar aquí para contarlo.

NIEVES JUAN GALIPIENSO.
6/9/2010.