lunes, 31 de mayo de 2010

Ring-Ring Si ...?



RING, RING... ¿Sí?...

- ¡Holaaaa, buenos días!, que sorpresa tu llamada.
- ¡Eyyyyy, buenos días!, ¿cómo va todo?. ¿Qué tal tu padre?
- Bueno ahí vamos, la doctora todavía no ha pasado por planta.
- ¿Pero ha dormido, ha pasado bien la noche? ¿Y tú has dormido algo?
- Sí él ha dormido, pero tiene muchos dolores, apenas puede levantarse de la cama sin ayuda. Y verle tan limitado y reducido me apena tanto. Sobre todo el no poder hacer nada para aliviarlo. Yo he descansado algo, pero necesito saber qué hay, para conocer a qué nos enfrentamos y poder estar preparada, reorganizar mi vida, si es necesario.
- Bueno no te angusties, ya os informará el médico, todavía faltarán pruebas,¿no?
- Si claro, esto va lento, en agosto con la mitad del personal, ya se sabe, hay que esperar con paciencia.
- Oye, ¿quieres que me vaya este fin de semana para estar contigo?
- Hombre, me parece abusivo decirte que sí.
- ¿Nieves, si estuviera a tu lado te haría bien, te ayudaría?
- Ya lo creo, sería genial tener algo de apoyo y alegría, me animaría mucho, pero me parece ser un poco egoísta por mi parte decirte que sí y hacerte recorrer tantos km. Son 2 horas de viaje. ¿Qué puedo ofrecerte? Saldré casi a las 22.00h, y hasta las 22.30h no llegaré a casa, me relevará mi hermano. Estaré cansada y no tengo moral para mucho. Así que comprenderé que no vengas.
- Ni hablar, está decidido, saldré de Valencia a las 20.30h más o menos y así llegaremos a la vez a casa. Si mi presencia puede ayudarte, allí estaré. No te preocupes de nada más, para mi es un paseo y me encantará pasar el fin de semana contigo.
- Bueno entonces nos vemos alrededor de las 22.30h en Aspe. Si hubiera algún cambio te aviso, ¿vale?

- Perfecto así quedamos. Verás como todo irá mejorando, tranquila. Tu padre está en el mejor sitio para ser atendido de inmediato. Venga ánimo y un beso, nos vemos en breve.-

- Intuía tu llamada, era a lo que me tenías acostumbrada, desde hacía algún tiempo. Conocías perfectamente la situación. Mis mensajes y conversaciones telefónicas te mantenían informado del estado de mi padre, del avance de su enfermedad y sobre todo de su influencia en mí. Y no lo dudaste ni un momento, tras escuchar mi voz rota por el cansancio, la pena y la preocupación, te ofreciste, como brazo al que asirme, como salvavidas al que agarrarme para no ser arrastrada por la marea de esta enfermedad brava y destructiva. Me brindaste tu apoyo y tu compañía, sin importar, que para ello fuera necesario recorrer 177 km. y atravesar una provincia, plantándote un sábado por la noche en casa. Menudo plan elegiste, acompañar a una estrella casi fundida, totalmente desteñida, llena de tristeza, impotencia e inseguridad.
Sin embargo tu cometido estaba claro, al menos para ti, animar, ayudar y apoyar a una recién amiga, a la que te unía algo más que nuestra afición por la lectura y sobre todo por la escritura.

Ese fue el primer fin de semana de muchos lejos de tu cama, y de la habitación de invitados pasaste a compartir la de matrimonio. Me costó cederte espacio en mi armario, y mi baño lo invadías cada vez más días a la semana. Maquinillas, espuma de afeitar, perfume, desodorante y tu eterno cepillo de dientes lila, ese que tras el segundo fin de semana instalaste en mi lavabo. Creo que fue el primero en darse cuenta de que aquella amistad, se había tornado en algo más, mucho más. Y hoy paseamos juntos por Aspe o por Valencia, de la mano, enamorados y agradecidos de haber dado el uno con la otra.-

- Y tú diciendo en todo momento que no, que no querías ninguna relación, que los hombres como amigos genial, pero que otra aspiración, de momento, no entraba en tus planes. ¿Cuántas veces me lo dijiste? Creo que hasta ese mismo fin de semana lo dejaste patente. Pero cuando te tumbaste en el sofá y me plantaste los pies, supe que no todo estaba perdido.-

- No sé por qué lo hice; ni siquiera por qué no me aparté cuando me abrazaste en la piscina. No sentía rechazo, todo lo contrario, me encantaba que me rozaras, que buscaras mi mano, aquel masaje en los pies, o como me relajabas sobre el agua paseándome en tus brazos. Ese fin de semana fue espontáneo. Al menos yo no tenía ningún plan de antemano. No estaba como para maquinar estratagemas. Tal vez te aprovechaste de eso y todo fue un ardid por tu parte.

- ¿Qué dices? Yo me quedé igual de sorprendido y alucinado, al ver mi comportamiento y tu reacción. Temí en algún momento que me echarás de tu casa, por eso me dije: “Fabio aguanta los caballos”. Te hubiera besado mucho antes, de lo que lo hice, pero sabía que no era el momento, al menos no para ti.-

- Y lo respetaste, te aguantaste las ganas y fuiste un gentil caballero, educado y cortés. Hasta me pediste permiso para cogerme de la mano. ¿Recuerdas?

- Jajajajajaaja, siiiiii, me encantó tomarte de la mano, aquel momento fue especial a solas en nuestra tetería, esa a la que volvemos cada cierto tiempo, y que nos hace rememorar nuestros comienzos. –

- Robando minutos para estar solos mientras nuestras amigas disimulaban y se entretenían a propósito, justo para otorgarnos privacidad. Creo que yo fui la última en enterarme. Cuando se lo conté, me dijeron que era algo de esperar, tal y como se nos veía últimamente. Me parece que fui la única sorprendida. Sorprendida de sentirme tan a gusto contigo, de no tener miedo, y de superar ese lastre personal, que otras relaciones había dejado depositado en mí como un poso de café amargo.-

- Ahora que lo pienso, mi avance fue paulatino, lento pero efectivo. Y con cada gesto nacido de forma natural y sentido conseguía derribar tu pequeño muro. Aunque no tuve esa impresión. No te vi cercada por una fortaleza, más bien lo que me transmitiste fue una mano tendida agarrando la mía, para juntos traspasar tu pequeña puerta y descubrir ese mundo interior, que te hace todavía más bonita. Y a mi mejor persona.
Aunque el paseo por la playa, una semana antes, me diera muchas pistas y motivos para desear estar a tu lado, aquel beso robado la última tarde antes de mi regreso a Valencia despejó mis dudas. Cuando tus labios lo correspondían y tu lengua quería invadir los míos, supe que no estaba todo perdido. Y me dije: Fabio aquí hay que volver, apréndete bien el camino, porque será transitado con frecuencia.-

- No lo esperaba, y me encantó. Tras cerrar la puerta no sentí dudas ni incertidumbre. No me pedí explicaciones, ni le di más vueltas, y eso en mi es rarísimo. Simplemente sentí y me encantó. –

- Hasta el martes, que nada más conectarme me abordaste con tu planteamiento, que por cierto me encantó: “¿Fabio que nos está pasando?”, jajajjajjjaaaa, ¿recuerdas? –

- Perfectamente, te expliqué cómo me había sentido ese fin de semana. Me pareció muy valiente, por tu parte, contestar a mi pregunta como lo hiciste, sin saber como respondería yo, abriste tu corazón y tu boca pronunció aquella frase que cada 11 de mes celebramos. Porque ese martes fue 11 de agosto.-

- Y ya llevamos unas cuantas cenas, varios brindis y muchos regalos, para festejarlo.-

¿Y si hubiera comunicado? Si ese sábado mi batería se hubiera agotado, ¿seríamos pareja? ¿Estaríamos juntos? O tal vez seguiríamos vagando en busca de una conversación agradable, de una sonrisa iluminadora, de una carcajada, capaz de devolvernos la vida. De un abrazo reconfortante cargado de deseo y fusión. En busca de alguien como tú y como yo.

- Tal vez, pero esa sería otra historia..., ¿no te parece?...

PRESENTADO A CONCURSO: NO PREMIADO.

miércoles, 26 de mayo de 2010

FESTEJO CELESTIAL.



FESTEJO CELESTIAL.

- ¿Parece música? –

- ¿Música sólo, menuda algarabía?-

- Deben estar de festejo.-

- ¿Aquí son todos los días así?-

- Claro hombre, ya se sabe esto es el cielo, una fiesta constante, aunque no siempre es tan ruidoso. Debe ser algo importante.-

- ¡Vaya y nosotros perdiéndonoslo!-

Gritos, sonrisas, brindis. Algunos valientes entonan canciones antiguas, de esas que recuerdan sus años dorados en la Tierra. Otros, en grupo, prefieren hablar de los suyos y describirlos, siempre bajo un tul de anhelo y añoranza. Los hay danzantes, esos que no pueden dejar de bailar, con o sin música. Y al fondo de la sala alguien es felicitado. Debe ser el anfitrión. Se gira, está lleno de dicha. Sus ojos brillan, como nunca. ¿Quién diría que aquí no hay vida?, sus compañeros no dejan de saludarle, palmaditas en la espalda, apretón de manos, y algunos más emotivos le abrazan. Hay fotos y dibujos colgados en forma de cadenetas, suspendidos desde el techo, eles de color verde, volantes, coches y algunas palabras componiendo mosaicos: ¡ánimo tú puedes!, ¡estamos contigo, tranquila!, ¡fuera los nervios, y el miedo, conducirás!

Logramos acercarnos a un grupo y escuchamos como Miguel relata con turbación lo ocurrido:
- ¡Por fin lo ha conseguido!, estaba algo nerviosilla, pero no se ha saltado ningún semáforo.- ¿Pero te tocó alterar el color?- Que va, yo no hice nada. Todo el mérito es suyo, yo me limité a sentarme detrás para tranquilizarla. Me quedé perplejo al verla manejar el coche. No imaginaba que lo haría tan bien. Toqué un poquito el corazón del profesor y del examinador, y ambos sacaron su lado humano, le hablaron como ella necesitaba para dar lo mejor. Respetó los pasos de cebra, peatones, todos los stops fueron realizados a la perfección. Y aunque en un cambio de sentido perdió la noción de la salida correcta de la rotonda, ya que mi brazo rodeándola se lo impedía, pronto giro la cabeza, a la vez que yo me distancie y logró realizar la maniobra de forma efectiva. Dudó en un giro a la izquierda, me limité a soplar, para que ese mal pensamiento se esfumara, dejando el espacio libre para que acudiera la idea correcta. Mi brisa le llegó justo a tiempo y acertó en el carril escogido. El último semáforo en rojo le concedió tiempo para pensar, vio claro el giro. Y lo ejecutó, tan sólo faltaba la entrada al parking y la parada en batería para finalizar. Recordó entrar en primera presionando el embrague, despacito y con seguridad. Colocó el coche entre las líneas de forma perfecta. El examen había concluido, se despidió de ambos y nerviosa aguarda su veredicto. Yo la sigo, intento susurrarle: - lo has conseguido.- Pero ella sigue repasando todo el recorrido, repitiéndose: - no he cometido ninguna infracción, ¿pero no se?, no he estado muy suelta.- Mi hija siempre tan exigente consigo misma.-

- ¿Pero Miguel, qué pasó, aprobó?-

- Pues claro, ¿si no a qué se debe esta fiesta?-

NIEVES JUAN GALIPIENSO. 25/5/2010.

miércoles, 12 de mayo de 2010

UN PERFECTO ADIOS




Aspe, 21/1/2010.

¡Querida amiga!.

El 2008 fue un año difícil, no dejabas un hueco para mi. Lo inundabas todo y generabas confusión, te encantaba crear situaciones comprometidas, te plantabas así de repente en su corazón, aprovechando su debilidad. Y costaba arrancarte. A veces, sólo a veces, parecías dormida, y entonces aprovechaba, yo, para sentarme junto a ti y transformar ese gesto húmedo y salado en una mueca alegre, chispeante y blanca, capaz de abrigar y reconfortar a todo aquel que la mirara.
Siempre ha tenido facilidad para sonreír y más aún para disfrutar de sus carcajadas, afortunadamente, esa energía cargaba sus baterías para cuando tú despertabas y te lanzabas directa a su yugular emocional. Menuda eras, caprichosa, voluble y tremendamente aplastante, no necesitabas invitaciones ni permiso. Siempre has hecho lo que te ha venido en gana. Y esa falta de tacto y educación aún molestaba más. Las razones para ti no existían, ni las deducciones lógicas, podías instalarte sin motivo ni razón con una fuerza tremenda, tal que ensombrecía a cualquiera de nosotros.

Te gustó destacar, desde tus orígenes has precisado ser protagonista, dominar cada situación de forma egoísta incluso narcisista. Pero ahora eres tú la que te ahogas en tu propia pena y rabia, esta vez no me has ganado el pulso. Y estás encarcelada en una esquina, cerrada a cal y canto. Los rayos no te iluminan y Nieves está feliz, feliz como nunca.

En ella habitan muchos de mis amigos: el valor, el entusiasmo, la alegría, la esperanza, la vitalidad y la ilusión. Todos ellos me apoyaron y siguen afiliados con gran lealtad a esta candidatura liderada por un servidor, me llaman AMOR. No se han producido votaciones, ni falta que ha hecho, mi legislatura se ha impuesto incluso en la adversidad.
Agosto de 2009 fue duro, y aunque hubo razones de peso para que ganaras la batalla, los duendes y las hadas de su bosque particular contraatacaron, todo un batallón de ángeles salieron a su encuentro visitándola cada día. Alguno de ellos rogó al cielo para materializarse y poder aparecer en la tierra, en su mundo, bajo una presencia humana.

Así llegó Fabio a su vida. Y entonces no te valió ni armamento, ni ejercito especializado para eliminarme. Te gané, yo el AMOR, junto a mis secuaces dotamos a la vida de Nieves un cargamento de sonrisas. Una reserva de planes y proyectos salpicados de una tremenda ilusión. Los abrazos por escudo y los besos como alimento consiguieron que tú, TRISTEZA, corrieras a refugiarte en el subsuelo de su corazón.

Como buena luchadora te quedaste en la retaguardia, esperando. Pero su ángel, ese ser lunar, con aspecto de hombre y corazón divino consiguió, poquito a poco, desplegar todas y cada una de las varillas del abanico del amor, y una brisa de afecto, cariño y dulzura refrescaba cada rincón, como una fragancia persistente fluía en el aire, matando cualquier posibilidad de reconquista por tu parte. Así fue como quedaste relegada a ese agujero oscuro y lejano, y ahora eres tú quien lloras tus penas por ser tan insignificante en la vida de Nieves. ¡ Ay TRISTEZA!, ¿quién te ha visto y quién te ve?. ¿Cuesta aceptar este nuevo destierro, verdad?.
Sin más me despido, deseándote un largo y extenso exilio, susurrando mis mimos en su vida y escribiendo en silencio estas palabras para no despertarte de tu letargo.
Sinceramente suyo: “ EL AMOR”.

martes, 4 de mayo de 2010

ECO



ECO.

- ¿Pablo qué te pasa?, te noto pensativo y algo serio.- Arancha, hoy, mientras comíamos mis padres comentaban algunas noticias del diario, sabes que mi padre suele alterarse un poco, sobre todo ante las injusticias. Me ha alertado la cara de preocupación de mi madre.- ¿Qué ha ocurrido Pablo?-

- Pues verás, yo no lo entiendo muy bien, hay palabras que no he escuchado nunca y los reporteros escriben y comunican con muchos rodeos, pero he podido pillarles algo a mis padres. Se ha montado un buen follón en un colegio de Andalucía, creo, porque una niña quería asistir a clase con su pañuelo, ese que se colocan en la cabeza.-

- ¿Cómo el que lleva Yasmina?- Exacto, sabes que ella siempre lleva cubierto el pelo.- Si, a veces se le resbala, y se ve su color, ¿pero por eso se ha armado un revuelo, tanto como para salir en la tele?- Ya lo creo, ¿parece increíble, verdad?, pues hasta manifestaciones, incluso un claustro escolar para decidir si se respetaba su normativa interna o se modificaba.-

- Pablo estos mayores pierden el tiempo con unas cosas.- ¿Sabes, yo escuché algo sobre la memoria histórica?, que si querellas, juicios, que si apoyos al juez Garzón. ¿Tú sabes de que va todo eso?-

- Arancha, que va, ni idea, ¿aunque que memoria puede traerles tanto de cabeza a nuestros padres?- Histórica, le preguntaré a la profe tal vez no los explique en la asignatura de conocimiento del medio.- ¿Y si es un tipo de memoria que debemos aprender en la clase de historia?, mi hermano esta evaluación la ha cateado.- Entonces mejor no le preguntes a él, jajjajajjaaaaa.-

- ¿Arancha vas a la excusión del viernes?- Claro, mis padres ya me han firmado la autorización, quien no vendrá es Sonia.- ¿Por qué no?- Creo que es por el dinero, sus padres están sin trabajo y en su casa le han dicho que no pueden permitirse extras, que para lo básico a penas llegan.-

- Mi madre comentó lo mismo de unos parientes y de un par de vecinos, y la noté muy angustiada, me miró y me dijo: - Pablo, no podemos despilfarrar cuando hay tanta gente pasando verdaderas necesidades.-

- En mi escalera también hay varios casos, cada vez se ven a mas papis acompañando a sus hijos al cole y en la cola del mercado.- ¿Pablo y si nuestros padres se quedan sin trabajo, que nos pasará a nosotros? ¿Ya no podremos ir juntos al cole ni jugar con la pandilla?, ¿nos separarán y nos llevarán a casas de acogidas lejos de nuestras familias, al no poder pagar nuestros padres sus casas ni nuestros gastos? – Arancha no seas tan fantástica, nada de eso pasará. Ese si es un problema grave y los mayores lo solucionarán. Seguro que a eso le prestan la atención que merece y no llega a producirse.- No sé, no sé, yo no lo veo tan claro, tal y como andan de empanaos peleándose entre sí los políticos.-

- Arancha, prometamos una cosa, hagamos un pacto. Sea lo que sea la memoria histórica, lleve Yasmina o no pañuelo, tenga o no razón ese tal Garzón, y pague o deba los trajes ese señor, Camps, o algo así, siempre jugaremos juntos, nada logrará separarnos. No dejemos en manos de los políticos nuestra amistad. ¿Qué me dices estás dispuesta a ello?- Por supuesto, ven trae tu mano, escupe en ella, y yo en la mía, ahora juntemoslas, Pablo, nuestras manos y salivas sellan nuestra eterna amistad. Promete que si me llevan a un centro de acogida vendrás a rescatarme.-

- Hecho, ahí tienes mi mano y mi saliva, no te perderé de vista por muy lejos que te lleven de mí.-

- “AMIGOS SIEMPRE, JUNTOS ETERNAMENTE.”- Repitieron los dos al unísono.


NIEVES JUAN GALIPIENSO.
4/5/2010.

lunes, 3 de mayo de 2010

OPORTUNA LLEGADA



OPORTUNA LLEGADA.


Deseaba tanto tu venida. Te soñé con mil caras, dibujaba cada una de tus facciones en mi mente. El tamaño de tu nariz, su forma. El color de tus ojos, si serían rasgados como los de Carlos o marrón almendrados como los de tu futura tía Sonia. Tus mejillas, esa parte me encantaba, sonrosadas y mofletudas, como las mías de pequeña. Y tu sonrisa resonaba en mi mente con intensidades variadas. Incluso, en ocasiones lograba escuchar tu llanto. Y aunque todavía no te tenía en mis brazos, solía sentarme a acunarte, cantándote una nana o repitiendo una frase cariñosa, apenas un susurro, para calmar ese gemido inexistente, instalado en mi cabeza. Era efectivo tras unos minutos me sentía mejor y siempre más unida a ti.

Te hiciste de rogar, al principio creíamos que algo faltaba. Y como locos comenzamos todo un despliegue de reformas, aumentamos las comodidades, aseguramos una estabilidad económica e incluso nos dotamos de más tiempo para poder dedicártelo. Queríamos, que desde el comienzo, sintieras lo deseado que eras, lo mucho que significabas para nosotros, y todo lo que estábamos dispuestos transformar para hacer de tu llegada nuestro objetivo principal.
Los intentos se prolongaban y el tiempo dilatado, junto a tantas oportunidades fallidas, comenzaba a obsesionarnos. Preocupados acudimos a un sinfín de especialistas. Seguimos sus recomendaciones al pie de la letra. Ahora me río, porque, francamente hicimos verdaderas locuras, pero en su momento no se podía descartar nada. Porque tal vez esa fuera la clave de tu tardanza.

Todo estaba perfecto, tanto Carlos como yo estábamos listos para aguardar tu venida. A la casa, tu futuro hogar no le faltaba detalle. Y nosotros realizábamos nuestros deberes puntualmente con dedicación y esmero. Pero tu tren siempre se pasaba de estación, y una vez más desalentados y tristes regresábamos a casa sin dar aquella bienvenida tan soñada y preparada. Nuestro nuevo huésped no acudiría hoy, tal vez mañana.

Las alternativas se iban agotando y la incertidumbre se apoderaba de nosotros, de esta pareja unida por el amor, que de tanto hacer el amor habían perdido el sentido de amar. Probablemente faltaba lo principal. El cambio que urgía no era ninguno de los realizados. Pero no lográbamos descubrirlo, estábamos tan llenos de inquietudes, de logros por conseguir, de retos que superar, que esa nube no dejaba ver la realidad.

No estabas dispuesto a plantarte aquí en medio de este par de desconocidos, autómatas del sexo obsesionados en concebir. Requerías algo más. Te armaste de paciencia y te sentaste a esperar. Francamente algún mensaje, alguna pista nos habría ayudado. Pero, claro un bebé potencial, ni siquiera en fase de embrión, que podría decir.
Carlos y yo nos conocíamos de tiempo, siempre habíamos sido buenos amigos. Nunca imaginamos ser pareja. Pero un buen día ocurrió, lo que los años y los encuentros no consiguieron, una celebración tardía y loca lo logró. Confusos, con cierto reparo afrontamos la situación, y desde ese día caminamos juntos. Disfrutábamos muchísimo, planeando viajes y pequeñas escapadas. Sorprendiéndonos el uno al otro, constantemente. Y transformando lo rutinario y habitual en algo especial, con un simple gesto. Nos encantaba charlar y callar, recuerdo aquellos momentos de silencio compartido, en los que no se precisaba nada más. Sentados juntos, próximos entre sí, aquellos abrazos, o simplemente permanecer recostados en el seno del otro dejando fluir las horas.

El aburrimiento no existía y hasta en nuestro silencio y sosiego se palpaba el amor. Se percibía nuestra unión y dicha. Hace tanto que no callamos. Tanto que nos acomodamos en sofás diferentes. Sintiendo la gran incomodidad de la soledad y el distanciamiento. Tanto que mi cabeza no reposa en su pecho y que mis manos no acaricia su pelo. No me extraña, que ante un panorama tal deshicieras tu equipaje. Nos sobraban los reproches, los lamentos, las broncas sin motivo. Esa crispación de quién se siente visitado, una y otra vez por la frustración, pariente no deseada.
La convivencia se tornó un infierno, y tú buscabas otros cielos sobre los que aterrizar. Necesitamos un huracán para que tirará por tierra aquellos falsos techos; para que derribara esas columnas endebles adosadas de forma temporal a nuestros cimientos, robustos y fuertes. Y desde la nada comenzar. Partiendo de la pureza de dos almas encontradas, capaces de filtrar todo aquel fango para darse una nueva oportunidad. Tu último rechazo lo logró. Aquel aborto inesperado encendió la luz en nosotros. Vimos con claridad todo lo que precisábamos recuperar, lo realmente importante. Lo perdido lentamente en el camino de los intentos obsesionados y mal entendidos.

Y como si de ordenadores formateados se tratara. Todos aquellos archivos de costumbres y hábitos indeseables, fueron borrados de nuestro disco duro. Arrancamos nuestra labor, limpios de cargas y memoria saturada. Unidos sin más propósito que ser personas, manteniéndonos fieles a nuestra esencia.

Recuperamos el silencio, y las sonrisas. Las carcajadas nos visitaban cada vez, con mayor frecuencia. Nuestro acercamiento físico y emocional era evidente. Y no precisábamos nada más.

Sentiste que era tu momento. Y antes de escuchar tu último aviso te plantaste en el vagón de nuestro hogar. Este tren llegó a su destino. Y hoy somos tres grandes aventureros de la vida. Unidos deseando no perder nuestro faro vital. Afortunada espera que nos dotó de todo lo esencial. Dichosa llegada, que nos mostró como brújula nuestro caminar.
Dedicada con especial cariño a María y Carlos, dos grandes amigos. Y a todos las Marías y Carlos de este mundo.

PRESENTADO A CONCURSO: VII CERTAMEN RELATOS EL MUNDO ESFÉRICO DE ECIJA.
NO PREMIADO.

VIII. A TIEMPO.



VIII. A TIEMPO.

Hacía mucho que no sentía esas cosquillas en el estómago, Roberta estaba terminando de acicalarse, frente a su espejo, para asistir a su primera clase de tango. Sonreía y se contemplaba emocionada. A esta edad, no imaginaba sentir algo así, nervios, timidez y un poco de miedo, por atreverse, a estas alturas, a aprender a bailar, y nada más y nada menos que tango. – “No podía haberme inscrito en la lista de pasodoble; no, aquí Roberta la valiente se tira de cabeza al tango… Yo aprendiendo tango, ¿pero qué voy a aprender yo?, seguro que cuando tenga que meter la pierna, para hacer ese ocho simulado me engancho y tiro a mi compañero, o termino yo en el suelo” -. Se reía al pronunciar estas palabras, era una mujer con gran sentido del humor. Algo insegura, pero sólo ante situaciones nuevas. Dispuesta a iniciar esta aventura. Necesitaba un aliciente, algo que la sacara de su rutina solitaria y monótona.

Siempre le había fascinado ese tipo de baile, esa sensualidad en compases de abandonos y rechazos; tanta pasión a son de melancolía y encuentro. Toda una historia de amor narrada y sentida en cinco minutos, tan intensos como los de toda una vida. La aproximación de dos cuerpos casi fundidos en una sola alma, en un latir compartido a ritmo de piano y bandoneón.

¿Por qué no intentarlo ahora, precisamente ahora?. Ya no habían niños pequeños revoloteando por casa, a los que limpiar los mocos; las horas inacabables frente a la plancha de la tintorería, para la que trabajó veinte años, se sucedían lentas y aburridamente, sin ocupación alguna. Y en su cabeza, antes llena de preocupaciones, deudas, y obligaciones, se perdía, hoy, sus recuerdos, entre soledad, vacío y nostalgia.

Era el momento idóneo para sacar a pasear su mejor vestido; para desenfundar su barra de labios rojo bermellón, recorriendo y dejándose acariciar por su textura grasienta y aterciopelada; dotando a sus labios un protagonismo singular. Para volver a pulir de betún sus antiguos tacones, esos arrinconados en una esquina del armario, tras su última cita con su marido. De eso ya hacía tres años. Y salir a comerse el mundo.
O al menos a devorarse un cachito de estrofa en su primera clase.

No sabía a quién encontraría en el curso, ¿Y si resultaban ser todos más jóvenes que ella?. ¿Estarían ya las parejas hechas y ella de pico, jugando a ser comodín del que falla, o acompañante perpetua del profesor?. Todas estas dudas la rondaban mientras salía de casa, camino a la academia.

Por unos segundos notó su corazón revolucionado y una voz interior, que le ordenaba tajantemente su detención. Se sintió clavada en el asfalto, justo unos metros antes del portal. Era el momento clave unos pasos más, y ya no habría vuelta atrás. Comenzaría a formar parte de aquel mundo mágico del tango, conocería a sus compañeros, gente nueva y distinta, tal vez potenciales amistades, de las buenas, de las que perduran en el tiempo y en el espacio, y tan difíciles de conseguir.
O podía retroceder lo andado y regresar a casa, calzarse sus babuchas y sustituir aquel vestido azul vaporoso por su playero holgado y cómodo.

Nadie se enteraría, tan sólo el profesor dejaría en blanco su casilla de asistencia. Pensaría que algún compromiso de última hora le habría imposibilitado su llegada. Pero nadie la extrañaría, ni la llamaría para pedirle explicaciones, por su cambio.
¿O tal vez sí?.
Respiró hondo, cerró los ojos, sonrió, y se dijo: - “vamos Roberta, ¿cuándo te ha detenido algo a alguien, a ti, para intentar cumplir tus sueños?. Lo pasarás bien, tan sólo vamos a probarlo” -. Su pie derecho cambió de posición, antes de finalizar sus palabras de auto convencimiento. Y su mano ya prendía el timbre de la puerta.

Conoció al resto de alumnos, a sus profesores y se sintió cómoda y acogida. Pasó un rato muy agradable y supo que aquellos pasos dados hacia el portal de la academia le cambiarían la vida.
Y así fue. Roberta ya tenía una razón para salir todos los martes y jueves de su casa. Para ponerse bonita, y entablar conversación con todos sus colegas de pista.

Era la única que lograba recordar sus nombres, ni siquiera los profesores conseguían retenerlos, y siempre acudían a ella para que los sacara del apuro. Roberta los miraba con picardía y aprovechando uno de los pasos se acercaba a ellos chivándoselos al oído, como si susurrara la canción que practicaban, o la acompañara con un piropo apasionado, capaz de aumentar la credibilidad de la historia bailada y sentida.

Era querida por todos, aquella entrañable señora, con alas de mariposa y sonrisa de niña, los había conquistado, sobre todo a Gregorio, quién a sus 72 años, disfrutaba como uno de cinco bailando. Su infancia y adolescencia no estuvo marcada por la fiesta y la alegría. La situación era dura, y aunque se trabajaba de sol a sol, sin apenas ir a escuela, la cosa escaseaba.

En su juventud no atinó a seguir el compás de aquellas músicas en los bailes de la plaza del pueblo. Y antes de intentarlo dio por zanjado ese asunto de bailar y no parecer un pato mareado. Gregorio pasó a engrosar las colas, de esas apuestas estatuas, colocadas al final de la barra, que tan sólo se mueven para abandonar el local o visitar el baño.

Y justo ahora, se había devuelto aquella oportunidad, antes negada, para aprender a moverse de forma graciosa, sin sentir ridículo, apreciando la buena música y el contacto con el otro. Disfrutando de la cercanía, del roce con otro cuerpo, el de su pareja de baile, sin sentir reparo o vergüenza.

Roberta y Gregorio no formaban pareja, pero el tiempo y las situaciones les habían reunido en muchas ocasiones. Y ambos sabían qué sentían por el otro. Por eso como niños aprovechaban la mínima oportunidad para compartir, para estar cerca y disfrutar. Las horas de clase fueron un preludio necesario para destapar toda una caja repleta de emociones entrecortadas, de sensaciones relegadas a un pasado ya inexistente. Incluso de deseos reprimidos por miedo a no tener edad para ello, a no dar la talla. O a profanar la memoria de sus amores respectivos, ausentes para ambos. Y tan latentes todavía en sus corazones. Pero “ la estación de los amores, viene y va, y los deseos no envejecen, a pesar de la edad. La estación de los amores, viene y va, y llegará sin avisar, ya verás te sorprenderá”.
Como les prendió a ellos, calando como garúa en sus corazones, empapando cada rincón de sus almas de nuevos entusiasmos y oportunidades; nuevas posibilidades de conocerse. “ La estación de los amores volverá con el temor y las apuestas, y esta vez cuánto durará”.

Tardaron algún tiempo en concederse un baile, y aunque sus comienzos fueron de forma inocente y juguetona, antes de llegar al estribillo:
“ ¡Garúa!...
Solo y triste por la acera
va este corazón transido
con tristeza de tapera,
sintiendo tu hielo,
porque aquella, con su olvido
hoy le ha abierto una gotera…
¡Perdido!...
como un duende que en las sombras
más la busca y más la nombra…
Garúa… tristeza…
¡Si hasta el cielo se ha puesto a llorar!.”

Después quedaron apresados por tanto dolor, interpretaron a la perfección su papeles y lograron emocionar a la sala, la lágrima que recorrió la mejilla de Gregorio se multiplicó en veinte ojos más, y el suspiro de dolor y desazón emitido por Roberta, aterrizó dividido en veinte pedacitos en cada pecho afligido y espectador. Tan sólo había una pareja recorriendo la pista. Y en la sala se palpaba el mismo sentimiento compartido al unísono. Ya todos formaban parte de aquella historia triste, desgarradora y solitaria, terriblemente solitaria.

Jamás se han separado, les bastó un solo tango, para unir sus vidas en pasiones compartidas; en despedidas tristes; de encuentros anhelados; con amores imposibles y deseos furtivos. Y hoy, siguen bailando ese compás marcado a ritmo de tango presente en sus vidas reales y cotidianas, y representado en breves intervalos musicales de historias de otros lugares, otras parejas, otros amores, otras añoranzas, otros sinsabores.
“La estación de los amores, viene y va, y los deseos no envejecen, a pesar de la edad”.


Nota: El texto entre comillas escrito en cursiva forma parte de la canción: “La estación de los amores” de Franco Battiato. Y “Garua”: Letra: Enrique Cadicamo.

PRESENTADO A CONCURSO: XX CERTAMEN LITERARIO "VILLA DE INIESTA" (CUENCA).
NO PREMIADO.