viernes, 8 de abril de 2011

FALLO CERTERO.


Soy Amancio Latorre, vaya nombrecito, ¿eh?, si lo sé, pero tras repudiarlo, despreciarlo e ignorarlo, hace unos años, conseguí hacer las paces y aceptarlo como lo que es, un simple sustantivo, bueno mejor dicho, un nombre propio, personal, diferente e intransferible, porque me niego a dejarle esa herencia a mi futuro hijo, si es que llego a tenerlo. Y porque un nombre no configura la personalidad ni el mundo interno de las personas, por mucho que aboguen prestidigitadores, ilusionistas o quiromantes lo contrario. No hay razón aparente para él, tal vez el delirio de una contracción lo diera a luz, como antojo caprichoso y saliera de la boca de mi madre a la vez que yo venía a la vida. O fuera para llevarle la contra a mi padre, que deseaba otro Ramón más, que siguiera la saga. Después de este pequeño inciso, concretemos y abordemos lo importante. Mi carrera de periodismo ha concluido y llevo varios meses buscando trabajo. He sido becario en mis últimos cursos y realizado prácticas no remuneradas por eso de ganar experiencia y rellenar curriculum, pero ahora estando agotadas todas esas vías, sólo me queda encontrar trabajo, y más pronto que tarde, porque subsistir en Madrid es un lujo para casi todos.

Dicen que el hambre despierta y agudiza el ingenio, y no sé si de eso todavía me queda algo, pero la necesidad apremia y en un golpe de surte o casualidad di con un anuncio de un concurso periodístico. El Diario “Open All Day” buscaba nuevos talentos, ofreciendo un contrato de tres años para quién presentara la idea más novedosa, original y perfecta de hacer periodismo. Para ello habría que presentar una serie de entrevistas de 3 a 6, tema, personajes y contenido totalmente libres. Premiarían y reconocerían la originalidad.

No me lo pensé demasiado, sino, probablemente lo habría descartado de inmediato, y tras recoger los impresos necesarios y presentar mi inscripción, regresé directamente a casa, para encender mi pantalla y no levantarme de la silla hasta que consiguiera una idea medianamente decente. Mi estómago rugía, la visión parecía nublarse y en lugar de ver teclas o caracteres, por la pantalla se deslizaba todo tipo de frutas jugosas y rellenas de chocolate. Después de frotarme los ojos y comprobar el espejismo, de forma intermitente en las esquinas de mi ordenador aparecían papas, gambitas al ajillo, ummm..., hasta su olor podía saborear, jamoncito recién cortado y una buena cerveza, fresca y con la espuma justa. La idea estaba todavía gestándose, pero mi estomago y paladar no podían esperar más tiempo. Incumpliendo mi primer propósito tuve que abandonar la zona de trabajo para asaltar la nevera, con la falsa esperanza de encontrar algo parecido a comida. Un par de restos resecos y una cerveza de lata completaron el menú.

Regresé al sofá, una comida tan suculenta merecía una digestión pausada. A ver si un sueñecillo vespertino me iluminaba. Y así fue, me pasé toda la siesta soñando con héroes de cómics, valientes defensores del honor y la justicia. Me desperté agotado de tanto levantar camiones, sostener puentes a punto de derrumbarse o enderezar rascacielos vencidos por el movimiento de las placas tectónicas. Y como un autómata mis pasos enfilaron el camino hacia mi ordenador. Esta vez la inspiración llegó, paso a darle rienda suelta, juzguen ustedes si la originalidad está presente y soy merecedor del premio.

NIEVES JUAN GALIPIENSO. 29/3/2011