domingo, 28 de noviembre de 2010

TRANSPARENTE ANTIFAZ.


Digo lo que pienso sin excusas ni remilgos, vestida de franqueza me paseo por la antesala de cada audiencia. No preciso coartadas ni testigos, soy clara, concisa y pura. Sin dobleces ni tapujos.

Mal querida por algunos, anhelada por los estafados sin sentido. Apología para muchos, utopía para cobardes. ¿Sinceramente, quién es sincero? En este carnaval de la vida, yo, me presenté desnuda, llena de autenticidad y sin antifaz, por supuesto nadie quiso bailar conmigo.

Sobre mis hombros cayó un tul amarillo, complemento, que gustosamente se apresuró a colocarme la Diplomacia. Unas gafas oscuras y guantes negros fueron cedidos por la tímida Vergüenza. Medias tupidas y una gran capa me rodeó, para no escandalizar a don Pudor. Y ahí estaba yo, cubierta de todo para agradar a todos. Desprovista de mí misma para no incomodar a nadie.

Comprendí el mensaje y salí corriendo, poco pintaba, yo, en aquella fiesta. Atravesé el bosque y tras mi paso la tierra pisada se cubría de colores diversos. Desnuda regresé a dónde no precisaba ropaje.

Todavía me quedan algunos amigos, que de vez en cuando, me visitan, juntos disfrutamos, no precisamos lujos ni apariencias. Claridad, Verdad y Franqueza se sientan a nuestra mesa, y entonces todos, nos sentimos como en casa. Comienza la fiesta, la auténtica fiesta.

NIEVES JUAN GALIPIENSO.
28/11/2010.

miércoles, 24 de noviembre de 2010

DE CHACHARA.



- Me pido un maserati.-

- Y yo un mes en Laos y Vietnam, por pedir que no sea.-

- ¿Y tú que deseas?-

- Yo prefiero otras cosas.-

- A ver cuenta, mujer, ¿qué desearías, si pudieras tener cualquier cosa, qué elegirías?-

- No sé algo menos material y más beneficioso para todos, no sólo para mí.-

- Mírala, ahora seguro que pide la paz mundial o que cese el hambre y la violencia en el mundo, espabila chica, que no estamos en un certamen de belleza, jajajajaj. Es tu conciencia la que habla en realidad.-

- ¿Pero nosotras tenemos de eso?-

- Ah no sé, se lo escuché el otro día a nuestra ama.-

- No tenéis ni idea de lo que realmente es importante, pobres ignorantes, creéis que la acumulación de objetos caros os saciará. Que viajar sin control y a todo lujo calmará vuestra sed. Despertad de una vez, abrir los ojos, ¿desde cuándo a las ganas se las pueden aplacar, o eliminar? –

- ¡Hombre, pasión!, qué vas a decir tú, adicta al desenfreno y la lujuria. Seguro que tus deseos pasan por la entrepierna y el escote, se relajan en las nalgas y reposan entre cojines de raso y complementos de negligé.-

- ¡Ay que simples sois!, siempre vais a lo fácil, no sólo el sexo me estimula o motiva. Soy mucho más. Aficiones, logros, superaciones, caprichos y delicias culinarias pueden volverme loca y hacerme despegar. Muevo corazones, transporto deseos, provoco encuentros, entusiasmo, convenzo y hasta animo o motivo a todos los que me prueban. Soy una energía extra capaz de mover montañas, esquivar obstáculos y coronar cumbres aparentemente imposibles.-

- Ahora dirás que no deseas amor.-

- Claro que deseo amor y sexo y placer, e incluso a vosotras las ganas, para que haya pasión debe haberlo. Iniciar proyectos con afán y arrojo. Desarrollar una relación sentimental teniéndome como ingrediente. Levantarse cada mañana para trabajar en algo que atraiga. Ilusionarse con un objetivo y esforzarse por lograrlo, para todo eso se necesita pasión, soy imprescindible si alguien quiere vivir sintiéndose vivo.-

- Venga pasión ahora no te las des de profunda, eres caprichosa y voluble como nosotras además de insaciable y adicta. Todo eso que comentas te hace quedar muy bien, pero quién no te conozca que te compre. Nosotras somos viejas compañeras, así que no nos vengas con esas. Te guste más o menos todas formamos parte del DESEO. Y aunque te pese es de él de quién estamos hablando y no de ti. Tal vez no te hayas enterado.¡Ay pasión que tanto placer te ha nublado la razón!-

NIEVES JUAN GALIPIENSO.
24/11/2010.

martes, 23 de noviembre de 2010

NÚMEROS ROJOS.



Saco la cuenta, y me faltan dedos para calcular las lágrimas y el tiempo sin tu presencia. Aposté fuerte y no siempre gané. Robé horas de sueño, de ocio, de ilusión, creyendo que aseguraba mi eternidad, mi puesto de trabajo, mi economía y tu amistad.

Doblé la apuesta para recoger más, para multiplicar mis activos y triplicar tu cariño, y tan sólo recogí deudas y ausencia, te extraño tanto, que una idea atormenta sin freno ni descanso todo mi ser, ¿qué puedo hacer para recuperar, para recuperarte, volver a arriesgar? ¿Jugar sin medida lo único que me queda, estos minutos acumulados de vida?

Me siento derrotado, destronado de mi propio reino lleno de cosas inútiles, carente de lo auténtico. Tiempo, oportunidades, sentimientos, poder, posición y personas han ido a la quiebra, en bancarrota, mi balance vital muestra de forma cuantitativa esta pérdida generalizada.

Deseaba ganar, invertí para triunfar, para conquistar, y perdí amigos, familiares, coches, casas, dinero y hasta nuestro hogar. Te perdí, antes que nada, y después que todo, anhelo recuperarte.

Tal vez me alisté en el equipo equivocado, tal vez erré en el método de entrenamiento, o fueron las formas las que no consiguieron el resultado deseado y esperado. La pérdida ha encontrado mi vida de paso y ha decidido hospedarse en ella por algún tiempo. Que se pierda esta mala racha, que se pierdan y se consuman estos alientos que me separan de ti. Que desaparezca la distancia y se pierda tu ausencia. Que se pierda por un agujero tanta desdicha cuando nos encontremos.

¡Pérdida, piérdete ya!


NIEVES JUAN GALIPIENSO.
23/11/2010.

martes, 9 de noviembre de 2010

OTRO CONTINENTE



OTRO CONTINENTE…

Es curioso como se precisa perderse para encontrarse, parece una contradicción, pero ha sido lo más revelador de mi vida. Soy Felipe Hermoso, el hermoso, según mis compañeros de clase, menudo cachondeito se trían conmigo todos esos años de acné, hormonas descontroladas y pocas ganas de estudiar. Y esta es mi historia, espero no aburrirles. No me pregunten por qué lo hago, a mí esto de escribir nunca se me ha dado bien, ni me ha interesado lo más mínimo, pero hoy después de todo lo vivido creo que plasmarlo podría ayudarme para cuando las dudas me asalten y la incertidumbre acampe a sus anchas, tal vez evite más equívocos futuros. Y haya aprendido algo.

Tengo cuarenta años, sin esposa ni hijos, socorrista de profesión e instructor de disciplinas deportivas varias, francamente no sé cómo llegué a esto. Siempre tuve muy claro, qué no quería llegar a ser. Pasar mis días encerrado en una oficina, en un banco o frente a una ventanilla no estaba en mis planes. Siempre se me ha dado bien el contacto con el público la relación directa, y tengo labia suficiente como para mover montañas. Simpático, afable y con cierta paciencia podría haber sido comercial o visitador médico, pero eso entrañaba llevar traje y corbata todos los días y preferí pantalón corto, camiseta, gorra y bañador, así fue como un buen día superé las pruebas del ayuntamiento para las escuelas deportivas, más tarde completé cursos, y amplié horizontes. Impartiendo natación para recién nacidos, ejercicios en el agua para embarazadas, clases de pádel, balonmano, fútbol, etc.

Con paciencia y mucho tiempo conseguí diseñar mi hogar, un primer piso pequeño y acogedor, despejado de muebles y accesorios innecesarios y con algún que otro capricho caro y prescindible. Mi perra Santana, una pastor alemán algo mayor, refunfuñona y latosa nada amiga de cualquier otro ser femenino en casa, mi hermana y mi madre son una excepción a ese sentimiento celoso y posesivo, configuraban mi entorno cercano. Por él han pasado siempre de forma esporádica y temporal diferentes mujeres.

Mi vida sentimental ha sido una larga pesadilla con sus capítulos felices y románticos capaces de nublar el desarrollo desastroso de cada inicio. Dicen de mí que soy un hombre enamoradizo, que no suelo ver los problemas y que me aventuro en travesías irregulares y altamente dificultosas, compito conmigo mismo en todo momento, y creo que relaciones condenadas al fracaso para una mayoría de sensatos, representan para mí todo un reto, al cual me entrego con la ilusa esperanza de lograr vencer cada obstáculo, pregonándome único líder y máximo exponente del amor, paladín y abanderado de tan noble y alta gesta.

He violado principios, defendido lo indefendible, he pasado de los buenos consejos de mi familia y yo solito casi he estado a punto de producirle dos infartos a mi pobre madre por mis decisiones y arrebatos. A estas alturas la mujer está curada de espanto y sería capaz de creerse cualquier cosa de mi, de seguir amándome y apoyándome aunque no compartiera lo más mínimo mis decisiones. Tengo que decir que irme de casa me costó bastante, y sé que con ello me hago un flaco favor. Menuda imagen me estoy creando, pero prometí ser sincero, y esto es lo que hay. Además de poco serviría engañarme o engañarles, por mucha palabrería que empleara los hechos saltan a la vista, y esos ya no pueden modificarse.

Tuve un par de novias serias, con las que no llegó a cuajar, y no me pregunten la razón. Pasé algún tiempo con rollos sin importancia, aunque siempre después del primer beso pensara que esa era la mujer de mi vida. Tirado al ruedo me atreví con alguna separada, divorciada, y hasta una soltera con hijo, toqué fondo con una casada en fase de experimentar cosas nuevas que le aportaran el valor suficiente para dar el paso. Y vaya si lo dio, pero de camino a los brazos de su maridito. Todo esto no me bastó, parecía que algo fallaba, pero yo seguía en mis trece, tenía que seguir intentándolo aún con más entusiasmo y energía. En medio de todos esos desengaños amorosos faltaba un reto más, rizar el rizo otro bucle más: la distancia, ¿cómo sería una relación amorosa a distancia con final feliz para ambos? Así llegó a mi vida Mónica, a través de un chat, al que entré por equivocación. Argentina de cuarenta y dos años, sin hijos, pero con un anterior matrimonio, del cual ya iba para cinco años zanjado, funcionaria y bien situada, para como se está allí.

Hicimos del messenger, los correos y el móvil nuestro pasaporte para estar en contacto, horas de conversación iban dibujando un cuadro lleno de posibilidades. El tiempo iba pasando y con él la distancia se llevaba peor, hubo que poner remedio a esto, y llegaron los primeros encuentros. Argentina, que no está a la vuelta de la esquina de Denia me acogió en aquellas vacaciones de agosto. Mónica me dio hospedaje en su casa y otras muchas cosas. Y todo pareció salir bien, por fin. Aquella relación era una locura a los ojos de cualquiera, pero para nosotros dos era lo más sensato que habíamos vivido desde hacía mucho tiempo.

Mónica pasó también puentes y vacaciones en España y aunque nunca se presionó, siempre quedaba impregnada en el aire la idea de que ella se trasladara a nuestro país, más que nada porque la situación económica era mucho más favorable aquí, y tendría menos problema encontrar trabajo ella en Denia, que yo en Argentina.
Esta relación tuvo sus tiempos de espera, sus reconciliaciones efusivas y esclarecedoras y su silencio, ese que terminó por hablar y confesar la verdad.

Mónica nunca se instalaría en España, y más esfuerzo por mi parte yendo y viniendo a otro continente no tenía ningún sentido. Necesité tiempo, mucho, pero al final la sensatez y la realidad se impusieron, y este Felipe, el hermoso, o sea yo, lloré mis penas en casa, acudí a mis amigos y familia, y fui paseando mi desgracia con la cabeza alta. Pensando: - esta vez no ha salido, pero había que intentarlo-.

Mi familia respiró algo más tranquila, parecía que su niñito no cruzaría el charco abandonando su trabajo seguro en su ciudad y a su madre y hermana. Sería sólo cuestión de tiempo que su corazón sanara, se recuperaría como tantas otras veces había hecho. Aunque desconocían cuánto duraría la tregua de paz y sensatez.

Celebraciones y acontecimientos diversos se sucedieron, turnos de trabajo, salidas con amigos, y una tarde sin más propósito, que ver el fútbol, auguró todo un futuro prometedor. Carmen acudía puntual a su cita, raro en ella, pero la ocasión merecía la pena. A las 19.00h jugaba la selección española y necesitaba todo su apoyo. Con bandera, camiseta y pinturas en la cara Carmen y yo pasamos las horas frente a aquella pantalla gigante, gritando cada gol, maldiciendo cada patada no pitada y celebrando, una tras otra, las victorias.

Perdón no he dicho quién es Carmen, treinta y dos años, amiga de casi toda la vida, amante del deporte y las letras, alegre, festivalera, con sentido del humor e ideas profundas. Esa chica que hace unos años vino a llorar sobre mi hombro su penosa relación y peor final. Esa mujer que dos meses más tarde volvía a intentarlo con su antiguo novio, olvidando todo lo pasado, y lo contado entre lágrima y lágrima.

Carmen vive en mi ciudad a algo más de un kilómetro de distancia, y aunque para dar el uno con la otra hemos tenido que recorrer otros continentes, ahora sé, sabemos que iniciamos esto, nuestra relación desde el conocimiento mutuo, no ha sido un arrebato, ni una extraña atracción. El alcohol o las prisas no han tenido nada que ver. Las oportunidades, el tiempo compartido, los viajes realizados, las aficiones en común practicadas, el diálogo, y el bagaje que a cada uno le ha otorgado su experiencia, hace que hoy estos dos amigos se miren con otros ojos, y tímidamente y algo, aún, en secreto decidan ser pareja e intentarlo.

Estuve a punto de irme, de instalarme en Argentina, por una mujer, por lo que pensé y sentí como mi historia de amor. Tuve que perderme en tantos intentos de relación para llegar a ver que estaba tan cerca de mí que mi sombra obstinada la tapaba a ella.

Carmen maduró, aprendió a estar sola, a no tener pareja y comprobar que se puede sobrevivir. Aclaró qué quería en su vida y qué no, y tras varios intentos frustrados y tiempo en soledad, la calma se instauró trayéndole consigo a este tipo hermoso, aunque sea de corazón. O sea yo. Convencidos de que por qué no.

- Pero bueno, ya está bien, déjame hablar a mí, ya me toca. Pues bien, yo soy Carmen, comencé esta relación con miedo, no quería pifiarla de nuevo. De fracasos iba sobrada, y perder la buena amistad cultivada durante tantos años me amilanaba. No puedo deciros qué pasó, ni cuándo fue el momento justo en que todo cambió. Fue un sentimiento, gestó en nosotros y poco a poco se desarrolló. Nada que ver con las veces anteriores.

A mis veintidós años comencé una relación larga y tortuosa, representábamos la pareja perfecta, dos jóvenes, guapos y apuestos. Ambos de buena familia y con convicciones religiosas, la de él mucho más, todo hay que decirlo. Nos conocíamos de siempre, y aunque me sacaba algunos años y bastantes centímetros, nuestras pandillas comenzaron a salir juntas, en ellas también estaba Felipe, pero no sé por qué no me fijé en él, bueno tampoco le dimos tiempo, Gerardo, mi ex, se abalanzó sobre mí a las pocas semanas, y yo con mi mente llena de pájaros vi a Cupido por todas partes.
Me embarqué en una relación formal, en un noviazgo, que poco tenía que ver conmigo. Mis gustos, mi estilo, mi forma de encajar, o afrontar algo se vieron nublados, y en unos años me convertí en una desconocida, y aburrida, era un sosón total.

En la vida ocurren cosas, situaciones que te hacen despertar, y aunque el sueño de esta bella durmiente era profundo, los años dieron con el altavoz necesario para hacerme oír el mensaje. Desperté de mi letargo e intenté recuperar el tiempo perdido. No fue posible, mi príncipe no aceptó nada bien el ir perdiendo territorios, su corona cada vez brillaba menos y después de cinco años y muchas idas y venidas decidimos dejarlo. Bueno eso también lo decidí yo. Porque Gerardo seguía convencido de lo nuestro, de que teníamos un presente medianamente bueno y nos albergaba un gran futuro.

Con una casa en común, como último paso dado para salvar lo nuestro, acudimos al notario, para deshacer aquel embrollo inmobiliario, intenté ser su amiga, de verás que lo intenté, pero para él no existía término medio. Nuestras familias se distanciaron, ellos también sufrieron las consecuencias de tanta equivocación. Sola, perdida y, francamente sin fuerzas, me debatía entre tomar, de una vez por todas, las riendas de mi vida o abandonarme al caprichoso destino, a esa noria de sentimientos que a su antojo elegía el vagón y la altura.

Me costó reaccionar, creo que mis clases de literatura y tenis me recondujeron, devolviéndome parte de aquella identidad perdida. Las salidas y el compartir con mis amistades se sucedían, atravesé varios desiertos de fe, dediqué tiempo a otros en países lejanos. Conocí a gente nueva, y alguna que otra aventura llamó a mi puerta. Nada que realmente mereciera la pena, o dejara huella.
Los años pasaron, y con ellos aumentaba esa terrible y aniquiladora cuestión: ¿va a ser siempre así mi vida?, ¿no merezco el amor, no debo ser amada?, ¿no hay un hombre acorde a mí?, ¿nunca seré madre? Creo que muchas sabéis de todo esto. Y en algún momento de vuestra existencia habéis probado estas hieles.

Las preguntas siguieron mucho tiempo sin respuesta, o tal vez con una negativa autoimpuesta, pero como tantas otras cosas, se esfumó, esa angustia personal desapareció, la calma la barrió e inundó todos y cada uno de mis rinconcitos de esperanza y serenidad, tal vez no encontrara al hombre de mi vida, ni fuera madre, es posible que no obtuviera el amor de una pareja y que los hombres que llamaban mi atención tan sólo me ofrecieran su indiferencia, pero eso no me hacía invisible. Carmen seguía respirando, enseñando, viviendo y gozando de todo aquello que se me permitía.

Había parado la noria, ya era hora, había conseguido apearme de ella sana y salva. Y decidí recorrer mi andadura en otros medios más estables y lentos. Y así sin saber cómo ni por qué aquella tarde que jugaba España quedé con Felipe. Unimos fuerzas y deseos y gracias a nosotros, seamos sinceros, la selección ganó, se clasificó y recogió su merecida copa, ¿cómo no? en presencia este par de locos, que subieron su apuesta, primero acudiendo a Madrid para recibirlos y después doblándola para ganar u obtener lo que ambos siempre habían anhelado, un amor de verdad. De los que prima la amistad, la relación y la confianza.
Hoy, Felipe y yo dimos el paso, de seguir caminando juntos, ¿a ver hasta dónde llegamos?-

- Estamos comenzando y sé que nos llegarán tiempos difíciles, espero, antes de cometer alguna locura, sacar estos papeles, y leer, retomar mi norte, ese que me llevó a un kilómetro de mi hogar hace un tiempo. Espero que me sirvan como guía, y esta brújula de sentimientos y recuerdos me acerque, más y más a ti, Carmen, disipando mis dudas.-

- Y yo espero luchar por lo que quiero, sin conformarme con sucedáneos, sin importar el camino o el ritmo que imponga esta sociedad. Sino el que yo desee y sienta como necesario. Cueste lo que cueste, tarde lo que tarde. ¿Me das tu mano, Felipe?-

NIEVES JUAN GALIPIENSO.
12/10/2010.

TERCIOPELO AZUL



Entre tutús rosas y nubes de algodón, vestida de mujer no tengo sexo, ni religión. Estoy en el aire como una brisa fresca y refrescante que regenera cada día de tu vida. En tus palabras y en tus obras, salpicadas de detalles, piropos y cariño.

Voy y vengo paseando por tu alma, recogiendo lo que siembras, pintando la realidad y moldeando la adversidad. Mi mano está tendida, unos la cogen, me abrazan y hasta bailan al compás dulzón del amor más incondicional. Otros se ríen o me detestan, huyen de mí despavoridos, por miedo a no dar la talla.

Bebés, niños, ancianos, adolescentes, enamorados, hijos, padres y hermanos, para todos mi puerta está abierta y cada vez son más los que la han cruzado. No tengas miedo a recorrer este laberinto, correr no es de cobardes ni amar de perdedores.

Besos, caricias, mimos y abrazos se derriten ante mí, quien me prueba repite, se nutre, se sacia sin empacho. Multiplica y reproduce este jardín, transplanta, injerta mi sabia en cada una de tus obras.

Sabores, colores y olores refrescan tu memoria y hace que me tengas en cuenta. Así soy yo como una caricia eterna, que abrigo y acomodo, cobijo y trasformo. Tiernamente tierna, me despojo de rencillas, intereses y obsesión. Y así, desnuda, me muestro ante ti, La Ternura, no preciso mayor presentación.

NIEVES JUAN GALIPIENSO.
8/11/2010.

jueves, 4 de noviembre de 2010

EN CAMA DE 1.50 ...


Agotado, a punto de desfallecer, busco un colchón mullido, que me acune, una mecedora, que me acaricie y consiga con su vaivén el mismo efecto que una nana.

¡Mi reino, por un poco de silencio!, sería capaz de dar lo que me pidieran por mantener el móvil desconectado, el despertador en reposo y esa oscuridad constante, proclamándose vencedora frente a los rayos de sol que intentan colarse por cada rendija.

Necesito descansar, dormir eternamente como bello durmiente, pero por favor, que ninguna activa y dinámica princesa venga a despertarme, aunque eso me prive de sus dulces besos.

Paz, sosiego, que se pare el mundo en esta cama, que aquí yo me quedo. Sé que resulto cansino e incluso contagioso, en ocasiones me canso hasta de mí mismo, cansancio, fatal enemigo, si te poseo estás perdido.

NIEVES JUAN GALIPIENSO.
4/11/2010.

miércoles, 3 de noviembre de 2010

ESPACIO TERRENAL.



No ha sido como contaban, a caballo entre dos siglos el XX y XXI, nuestra vida avanza y cambia, pero nada parecido a todas esas películas y novelas de ciencia ficción. Muchos dibujaban el futuro del 2000 con androides, polvo reactivo capaz de aniquilar la especie humana y animales eléctricos como símbolo de distinción. A fecha de hoy 24 de octubre de 2010, esta especie de ser humano, cada vez más en entredicho, sigue respirando oxigeno, vive, se reproduce, como siempre lo ha hecho, y se jacta de cuidar y mantener a un sinfín de animales, por supuesto de sangre caliente y fría, pero nada de componentes eléctricos. Algunos buscan en ellos compañía, otros una forma de responsabilizarse y de practicar, ¿cómo sería cuidar y desvivirse por otro ser distinto de sí mismo? Siguen existiendo categorías, pero es el dinero y su coste lo que decanta la balanza para según qué extremo. En ocasiones triunfa la excentricidad y se buscan mascotas poco domésticas como iguanas, lagartos, cerdos vietnamitas o serpientes pitón. Cuando triunfa la costumbre, es su coste lo que hace de él un animal de compañía de categoría. Para algo está el pedigrí y las razas.

Aunque el polvo existe, y nadie se libra de limpiarlo, y la atmosfera cada vez está más destrozada, seguimos respirando oxigeno sin necesidad de escafandras, ni trajes especiales. Los países se afanan por descubrir nuevas armas de tipo bilógico y destrucción masiva, almacenando todo tipo de misiles nucleares, capaces de destruir el mundo en segundos. Creo que eso les da seguridad, aunque a mí me resulte difícil comprenderlo. Por supuesto la humanidad sigue repartida en clases sociales, en países diferentes, en ricos y pobres, en blancos, amarillos, negros, mestizos, etc.

Lo que se dice viajar, la gente viaja, pero no a la luna. Ese destino todavía está en fase experimental, y cuesta una pasta. Marte y Júpiter despiertan nuestro interés, y aunque se cree que hay vida, todavía no recorremos galaxias. Las naves tampoco están aparcadas en nuestros garajes, seguimos desplazándonos con los medios tradicionales, que pena, automóvil, tren, barco y avión, eso sí algunos de alta velocidad. Menuda pasta me he dejado sacándome el carnet de conducir, a mis 18 años, tenía la esperanza de que en futuro no muy lejano el hombre inventara algo para poder desplazarse de forma más económica, rápida y segura. Por eso esperé tanto a intentarlo, por si aparecía un modelo de nave, que de forma limpia consiguiera trasladarme en minutos a donde yo deseara, y por supuesto sin preocuparme de conducirla, bastaría con trazar antes su ruta. Vamos una nave inteligente que me lleve hasta el fin del mundo con un simple chasquido de dedos. Pero no es así, a día de hoy recorrer 177 km. requiere aproximadamente 2 horas en coche, medio que se puede permitir casi la mayoría de habitantes. Y por eso hay fines de semana que no podemos vernos, me refiero a mi novio y a mí. Ojala pudiera subirme cualquier día a mi nave y en 10 minutos plantarme en Valencia, desafiando las distancias y las obligaciones laborales que nos impiden estar juntos.

El diseño arquitectónico ha avanzado muchísimo, cada vez cuesta más tener una casa, porque seguimos viviendo en ellas. Algún que otro privilegiado tiene un edificio inteligente, un hogar diseñado con las últimas tecnologías. Pero a la mayoría de los mortales pagar la hipoteca ya nos viene cuesta arriba, de tan sólo un habitáculo de 90 metros, a lo sumo, como para poder permitirnos ese derroche de avances. Nadie nos da la bienvenida al despertarnos ni elige nuestro vestuario, ni siquiera las luces se encienden, si antes tú no pulsas su interruptor. Los edificios no hablan, lo máximo que consigues es que el ascensor te indique la planta con una voz sugerente o que el gps te agobie con sus indicaciones. Siguen existiendo los carnets de papel y las tarjetas magnéticas, para identificarse. De momento lo de la retina, o la huella no se utiliza, a menos que vayas a chirona o al oculista. Pero en ambos casos no es para abrirte puertas o permitirte accesos.

Existen modalidades algo extrañas de buscar amigos o pareja, aunque las personas todavía no se clonan, puedes entrar en una red social y conocer cada perfil, buscar semejanzas y elegir a la carta que personas pueden ser tus amigas si ellas te lo autorizan. Fotos, comentarios, aficiones y opiniones describen a la que puede ser tu pareja, todo es empezar. Aunque los encuentros siguen siendo presenciales, las experiencias virtuales de sentirnos abrazados o cogidos de la mano por una persona que ya no está entre nosotros, o vivir sensaciones virtuales como si fueran reales todavía no existen, tan sólo algunos videojuegos y simuladores logran algo parecido, para nada comparable a lo que se presuponía en dichas películas.
Las tareas de la casa se hacen cada vez más rápidas y livianas, gracias a los electrodomésticos multifuncionales, pero de robots que lo hacen todo, incluso nos dan compañía y conversación, nada de nada. Vamos que enamorarse del hombre bicentenario hoy sería imposible, mira que cosas raras se han visto, pero lo máximo a lo que podría llegar alguien es a tener por par tener a una aspiradora, o un microondas o una termomix, que aunque realizan su papel de maravilla, mucho amor no despiertan.

Los uniformes parecen que vuelven a estar de moda, pero la gente sigue gastándose mucho dinero en ropa de diseño, para su tiempo libre, aunque a veces vistan bastante parecidos, siguiendo tendencias, todavía impera el ser diferente y que se note. Se compite hasta en la ropa, en los complementos, en el maquillaje. La belleza es otro de los grandes poderes de este mundo y en este nuevo siglo perpetuar la juventud es la meta y el sueño imposible de muchos.

Hemos visto intervenciones, pactos políticos, derribo de muros y apertura de fronteras, incluso más de una guerra ha sido retransmitida por televisión. Todo vale si consigue audiencia, y se dan de bofetadas por protagonizar montajes que después desmienten. Falsas acusaciones, relaciones presuntas, hijos inexistentes, querellas y denuncias.

Este es nuestro mundo, llegó el 2000 y aunque anduvo algo revuelto la odisea en el espacio no se dio. Diez años más tarde podemos hablar y ver a alguien que está en el otro extremo del mundo, pero sólo en el planeta Tierra. Podemos ligar por internet, realizar la compra o pedir cita en el médico, pero no podemos tener un clon ni comprar un androide perfecto hecho a nuestra medida. Las agencias de viajes trazan destinos exóticos y arriesgados, pero no puedes ponerte un casco y rodeado de cables viajar al destino elegido, relacionarte con gente de otras épocas o cambiar los hechos viajando en el tiempo.

Nada es como lo pintaron, ¿a Dios gracias?

NIEVES JUAN GALIPIENSO.
24/10/2010.

REVOLOTEO.



Aunque mi cielo es común, no todos saben recortar las nubes para permitir que mi vuelo se cuele en sus corazones. Hada enigmática e inmortal contagió de sueños e ilusiones lo que toco. Una dosis de mis polvos mágicos aumenta la paciencia, potencia la fuerza para no desistir en el empeño y multiplica las ganas y la motivación.

Ingrediente principal en cualquier empresa acompañada de la constancia y la perseverancia. La espera a mi lado se hace más llevadera, imaginativa y menos aburrida. Hasta la suerte y el azar se rinden a mis pies y reclaman mi presencia.

Este motor incombustible es capaz de arrancar cualquier mala racha temporal, solucionar problemas o permitir que un rayo de luz inunde tu cueva tenebrosa.

Esa soy yo, quién espera y no desespera con ilusión, me saborea. Mis alas me guían hasta su corazón y reconfortado y nutrido ordena a su razón. La maquinaria se pone en marcha y todo es posible. Los objetivos se alcanzan, las metas se superan, y lo que parecía un milagro, ahora es una realidad.

Ay, esperanza esperanzada, nunca dejes de sobrevolar mi entorno, sin ti estoy perdida y vencida.

NIEVES JUAN GALIPIENSO.

2/11/2010.