lunes, 24 de enero de 2011

HISTORIAS EN UN SIMCA 1000.


RECUERDOS.
- Papá, tenemos que preparar un trabajo en el colegio y necesitamos encontrar fotografías de coches antiguos, de esos que ahora ya casi ni se ven, cuanto más antiguos mejor. ¿Sabes si el abuelo tendrá alguna foto de su primer coche? Aquel tan raro, ese del que siempre contáis batallitas.-
- ¿Te refieres al simca 1000? Menudo coche, pues no hemos vivido aventuras con él. Creo que incluso en nuestro álbum tenemos una, yo era un renacuajo y solía sentarme en las rodillas de mi padre y conducir, bueno hacer como que conducía.-
- Le preguntaré al albuelo, porque cuantas más fotos tengamos mejor, ya que luego elegiremos las más nítidas.-
El domingo el abuelo fue a casa de su hijo a comer como solía hacer desde hacía un par de años. Ana aprovechó para realizar su petición, al principio Fernando dudó, pero haciendo memoria recordó el escondite perfecto en el cual podrían hallarse. Ana quedó en pasar una tarde al salir de clase por su casa y recoger así todas las que encontrara de su antiguo simca 1000.
- Abuelo estas son una pasada, mira que antiguas, ¿cuánto te duró este coche?-
- Cariño, esas fotos las realicé cuando el coche tenía unos meses, hacía nada que lo había comprado. Conduje con él más de 18 años. Y ni un problema, de hecho lo conservé hasta hace unos años. Un coleccionista se encaprichó de él e hice caso a la abuela. ¿Para qué tantos trastos?-
- ¿Se lo vendiste?-
- Eso es, lo pagó muy bien, y con ese dinero hice lo que debía haber hecho hace mucho. Me llevé a la abuela de viaje a La Toja, como marqueses en un balneario. Una semana de lujo y descanso, se lo merecía.-
- ¿Ese fue vuestro último viaje, verdad?-
- Si, ya lo creo tu abuela se lo arregló pronto. Unos meses más tarde enfermaba y no pudo superarlo, esta vez no. Me dejó aquí, sin mi simca y sin su compañía y amor.-
- Abuelo, piensa que al menos pudisteis vivir ese viaje juntos y cumplir así su deseo.-
- A veces pienso que fue por eso, que tras cumplir su sueño, nada la retenía aquí. Y a veces me culpo de su marcha, ¿tal vez si no hubiera vendido el simca 1000, no habríamos realizado ese viaje y quién sabe si estaría todavía viva?-
- No pienses eso, la abuela enfermó, y aunque lo intentó, el tratamiento no logró que se recuperará. Ella ya estaba complicada y era difícil. Conseguiste hacer su sueño realidad, o al menos uno de sus sueños y se fue feliz. Seguro que sus últimos recuerdos fueron de plenitud y alegría.-
- Ana no me hagas caso, tienes razón, este pobre viejo está ya chocheando, y no dice más que tonterías.-
- Abuelo no digas eso, si estás hecho un chaval. A ver, cuéntame la historia de este coche, porque seguro que con tantos años de utilidad más de una anécdota tendrás. Además papá y tú siempre las recordáis y os reís mucho.-
- Claro, en 18 años pasan muchas cosas. Déjame que piense. Mira menuda le hicimos a mi amigo Jorge. Éramos jóvenes, todavía salíamos en pandilla, tendría el coche medio año o así. Queríamos ir al pueblo de al lado, eran fiestas y las chicas más interesantes se prodigaban en esos eventos. La gente salía a las calles y se bailaba en la plaza del pueblo. No había discotecas ni pubs de esos que llamáis vosotros.-
- ¿Os fuisteis los amigos en el simca de marcha? Cuenta, cuenta.
- Bueno pasé a recoger a un par de amigos, Jorge y Luís, los tres muy elegantes y con ganas de comernos el mundo, jajajajaaaa. La distancia no era mucha en media hora o un poco más llegábamos a nuestro destino. Nos paseamos por el centro, fuimos a la feria, bailamos, invitamos a las chicas y bebimos. Más de lo que teníamos costumbre. Regresamos Luís y yo al coche, perdimos a Jorge, la última vez que lo vimos estaba muy acaramelado con una chica, así que pensamos que acudiría directamente al coche cuando viera que no estábamos en la plaza.-
-Así que dormisteis la mona en el simca 1000? Y luego os quejáis de la juventud, que cara...-
- No, no ¿qué mona, ni que mona? Nos sentamos compartiendo nuestras aventuras de ligoteo mientras esperábamos a Jorge, había que hacer tiempo para que llegara. Creo que nos pasamos tres horas hablando y riendo. Y sin señales de Jorge, volvimos a la plaza y recorrimos las calles adyacentes y sin rastro de él. Dudamos qué hacer. Pero no dábamos con él y no podíamos esperar más, en nuestras casas tendríamos bronca segura.-
- ¿Fuisteis a la policía? ¿O a los hospitales?-
- No, jjjajjjjajajjaj. Nos fuimos a casa, en el peor de los casos regresaría andando, después nos diría de todo, pero vamos que no sufriría ningún atraco, ni paliza, ni nada de todo lo que ahora está pasando. Al día siguiente su padre vino a casa a preguntar por él. Mi madre le dijo que dormía, y que aunque llegamos tarde el coche estaba intacto. Lo convenció para que regresara a casa y lo esperara, porque seguro que habría madrugado por algún encargo y estaba cumpliendo con su trabajo.-
-¿Y se fue tan tranquilo? ¿No te despertaron para interrogarte, no se fue a la policía?-
- Que manía con la policía, que no niña, que la policía estaba para otros menesteres, no para pedir explicaciones por una noche de juerga. Dice mi madre que cuando salían a la calle se quedaron un rato conversando junto al coche, justó detrás del maletero. El padre de Jorge daba voces maldiciendo su permiso y describiendo lo que le haría en cuánto diera con él. De repente el maletero parecía moverse. Salían golpes de él y todo el coche vibraba en un contoneo poco habitual para estar parado y vació. Mi madre y el padre de Jorge, Don Severino se percataron e intentaron abrir la puerta. Al callarse oyeron una débil voz pidiendo auxilio. Don Severino ya iba a destrozar el coche a garrotazo limpio, menos mal que mi madre, la Sra. Florentina lo paró y vinieron ambos a despertarme para que con las llaves lo abriera, pero antes de subir las escaleras se dieron cuenta de que estaban colgadas en el recibidor de casa, así que nerviosos y preocupados salieron corriendo de casa con ellas. Don Severino dejó de pronunciar atrocidades para suplicar al cielo que su hijo fuera el dueño de aquella voz de auxilio y no muriera ahogado por falta de oxígeno.-
- ¿Estaba allí? ¿Metido en el maletero? ¿Qué hacía allí, quién lo había encerrado?-
- Efectivamente Jorge pudo respirar y salió ileso del maletero algo condolido por la postura adoptada tanto tiempo, pero sin un rasguño. Don Severino lo abrazó y se lo llevo a desayunar chocolate con churros para ver si recuperaba el buen color de cara, ni palizas ni nada de las barbaridades que bramó minutos antes a todo pulmón.-
- ¿Y que había pasado, por qué pasó allí toda la noche? ¿Cómo entró?-
-No logramos saberlo, Jorge se limitó a decir que si queríamos seguir siendo sus amigos no hiciéramos más preguntas ni comentario alguno. Ese tema se convirtió en tabú y nunca logramos saber la verdadera razón.-
- ¿No?, no puede ser ¿aquí se acaba la historia?-
- Bueno tuvo que pasar un largo tiempo, más de diez años para conocer la verdadera historia. Jorge entre baile y baile se escapó con aquella chica preciosa hasta el coche, alardeó de que fuera suyo, pretendía encandilarla y darse el lote con ella mientras le prometía un futuro paseo en la siguiente cita. Emilia, que así se llamaba, no era nada tonta y le dijo: si en realidad es tuyo no tendrás problema en abrirlo, es para verlo por dentro. Jorge titubeó y al ver que Emilia se marchaba, probó a abrir el maletero, no eché la llave y se abrió, ella regresó y al acercarse se abalanzo sobre ella para besarla, Emilia lo esquivó y cayó de morros al maletero, del golpe la puerta se bajó y para evitar el impacto contra sus piernas las dobló metiéndolas en el coche. Pensaba que era más práctico salvarlas que arriesgarse para evitar que se cerrara. Creía que Emilia le ayudaría, pero ella se marchó muerta de risa, y allí lo dejó para que escarmentara. Jorge se sentía tan avergonzado que prefirió no decir nada. Cuando conocimos la noticia reímos hasta la saciedad.-
- Menudas ideas tenía ese Jorge, jajajajajaaaa. Creo que ya no tontearía con ninguna chica más frente a un simca 1000. ¿Pero por qué no pidió auxilio cuando llegasteis vosotros? -
- Seguro que no, se le quitarían las ganas cada vez que recordara la anécdota. Bueno, él también había bebido y la espera recostado hizo que se quedara dormido, no nos oyó. Despertó por la mañana aparcado frente a mi casa.-
- ¿Abuelo me puedo llevar todas estas? Si cariño, pero no me gustaría perderlas. Me traen muchos recuerdos.-
- No tranquilo, las escanearé y sacaré copias, te las devuelvo intactas, prometido.-
- Entonces sí, ah, otra cosa. De la historia de Jorge nada de nada. Su secreto sigue vigente, nunca nos atrevimos a reírnos en su cara. Así que esto queda entre nosotros.-
- Si abuelo, no te preocupes, ese comentario lo omitiré, además no conozco a ese tal Jorge, pero aunque así fuera esta historia morirá conmigo.-

NIEVES JUAN GALIPIENSO.
24/1/2010.