viernes, 30 de abril de 2010

PRECIOSA INEXISTENCIA




PRECIOSA INEXISTENCIA.

Noelia miraba su aspecto reflejado en todos los escaparates, que encontraba a su paso, de camino al trabajo. Aquella mañana se notaba diferente, el excesivo corte de pelo practicado la tarde anterior dibujaba en los espejos una cara distinta. Una visión renovada y divertida de si misma la motivó, y ese martes, parecía un día especial. Deseo poder compartir con alguien sus sensaciones, pero prefirió no comentar nada y observar las reacciones de sus compañeros de trabajo.

A las 15.01 h. La ficha de Noelia Garcés Blanco aumentaba una cruz más en aquel grupo de casillas. Al colocarla en su estante y levantar la mirada sus ojos chocaron de pleno con Roberto, uno de sus compañeros, algo mayor que ella, un tipo afable y detallista.

Noelia pensó: - Roberto se dará cuenta. Él suele fijarse en estas cosas, su chica lo tiene bien aleccionado, jajajjaaa, ¿a ver qué me dice?, seguro que como mínimo se sorprende.

Roberto la sonrío y agilizó su marcha, en su máquina le aguardaba un encargo delicado y no podía distraerse. Noelia no daba crédito. Pero imaginó que algo le inquietaba y sin darle más importancia ocupó posiciones en su puesto de trabajo y comenzó a desarrollar su tarea.

Las horas iban transcurriendo rutinarias, y con ellas las posibilidades de alguna novedad se iban reduciendo. Hubo algún cruce de miradas, acompañado de sonrisas con sus compañeras más próximas. Pero cada vez quedaba menos tiempo para que alguien se percatara de su gran novedad e hiciera un comentario al respecto.

El cansancio de Noelia aumentaba por momentos directamente proporcional a la reducción de su ánimo y motivación. Aquel día amanecido tan especial y diferente se ahogaba entre sudor, agotamiento y ese fatídico aburrimiento y desazón de quién se siente totalmente prescindible, indiferente y sin sentido en este mundo.

De repente, alguien se acerca por su espalda, siente su aliento y unas palabras la devuelven a la magia soñada: - Tú, hoy llevas algo raro. A ver que mire, jajajjaaa, deben ser tus vaqueros, ¿verdad?, son más ajustados de lo normal. ¿Vaqueros nuevos, qué gran evento ha ocurrido para llevarlos y traerlos aquí? ¿No será que has trasnochado y no has podido regresar a casa para cambiarte antes de venir? –

Noelia que había comenzado a sonreír pensando que por fin alguien se había percatado de su cambio de imagen, terminó torciendo su boca perpleja. - ¿Vaqueros nuevos?, no, no, que va. Siempre estás imaginando cosas raras.- Le contestó a su compañera mientras retomaba su labor.

La sirena sonó, su turno cesaba. Fichó y más cansada de lo habitual partió a casa. Sola como siempre, recogió un plato de sopa para llevar en el 24h cercano a casa y enfundada en su pijama de felpa amarillo cenó frente al televisor. Para acostarse en breve, recibiendo con algarabía y entusiasmo por parte del colchón y la almohada a otra victima de un peinado perfecto de peluquería. - Que bien lo estrujaremos, cada vez que cambie de postura, lo apelmazaremos al apoyarse sobre nosotros y mañana parecerá una bruja, jajá jajá, fiesta, hay fiesta corte de pelo nuevo, a por él.- Comentario sordo entre el colchón y la almohada. Tan silencioso, que Noelia calló rendida fundiéndose entre ellos bajo un sueño demoledor, siendo la única protagonista de su vida.

NIEVES JUAN GALIPIENSO
30/4/2010.

martes, 27 de abril de 2010

ENCUENTRO PERFECTO.



ENCUENTRO PERFECTO.


Natacha era su nombre de guerra. Abogada de profesión y amante de vocación. Ejemplo de fracaso repentino y constante en el amor. A sus 42 años, sin hijos ni pareja estable capeaba el mundo, su mundo, con pequeñas dosis de excéntrica pasión.

Consultó su agenda más como ritual mañanero que por necesidad, ya que recordaba perfectamente su cita más urgente y desagradable. – ¡Bien! , a las 10.00 h gine, perfecto, a ver si de una vez me alivia estas molestias.- Hablaba en voz alta para grabarlo en su memoria, y apaciguar su desazón.

Tras desayunar, perfectamente engalanada, regresó al despacho para consultar su correo. La noche anterior demandaba una oferta en aquel foro privado. Y deseaba saber si algún interesado le había contestado. Aunque temía que el diagnóstico de su ginecóloga impidiera llevar a cabo su propuesta.

Tarzán ibérico había contestado. – Vaya este vicioso no se pierde ni una, a ver si hay suerte y acude con su Jeanne y la jungla al completo.- ¡Sí, sí!, esto marcha ha conseguido reunir a cuatro participantes más, esperemos que no sean novatos, y si lo son, que sean de total confianza. Hablaré con él para asegurarme.-

Manifestó su inquietud a Tarzán y apagó su ordenador, saliendo a la carrera por el pasillo de casa. Otra vez llegaría tarde, aunque en esta ocasión la esperarían. Nerviosa y algo asustada respondió a todas las cuestiones de la ginecóloga, el diagnóstico estaba claro. Reposo, antibióticos y óvulos. Menudo fastidio tendría que privarse de esta orgía que prometía llegar a gang – bang. Aunque pensándolo bien siempre le quedaba la opción de mirar. No solía hacer de Voyeur, le iba más la acción, la conjunta sobre todo en plan dominante más que dominado. El que la vieran los demás, eso si solía gustarle.

Al regresar a casa y comenzar con el tratamiento recordó que debía informar sobre su participación, simplemente de mirona y como excepción. La cita ya estaba ubicada y fechada. El sábado, a las afueras del parque real, a partir de las 00.30h. Al menos un par de coches confirmaban su asistencia. Tarzán había reunido a varios amigos y amigas, y Casiopea acudiría con dos chicos más. Tres chicas y cinco hombres formarían el grupo, entre ellos alguna pareja para el intercambio y Natacha nuestra novena integrante con tan sólo derecho a ver, oír y callar.

Le costó contenerse, pero las molestias que aún acarreaba de su última cita, siendo tocada y amada por más de seis desconocidos a la vez, penetrada por todo lo que a su paso salía, le recordaban el comportamiento óptimo, que debía adoptar, para poder unirse cuánto antes a otro gran cancaneo.

Se excitó, como jamás hubiera imaginado. Esta pasividad contemplativa de cuerpos sudorosos, entremezclados, jadeantes, botando, adoptando posturas de contorsionista, amante y vicioso, la puso a cien, no necesitó tocarse, verles e imaginarse en puesto de alguna de ellas, le bastó.

Cada uno fue abandonando los dos coches improvisados como lechos. Y regresando a sus casas en sus respectivos vehículos. Natacha fue de las últimas, debía aprovechar, ya que por algún tiempo la sequía arrasaría su árida duna. Intercambió algunas palabras de aliento y reconocimiento a los nuevos. Invitándoles a la próxima. Prometían y mucho. De camino a casa, su mente imaginó a dos de ellos en plena acción sobre ella. Y disfrutó tan sólo imaginando. – ¡Dios!, ¿cómo será cuándo los sienta dentro de mi?

NIEVES JUAN GALIPIENSO.

27/4/2010.

miércoles, 21 de abril de 2010

PUERTAS CERRADAS





PUERTAS CERRADAS.

¿Por qué?, todavía me lo cuestiono. Todavía necesito hallar una respuesta lógica, que tal vez consiga aplacar mi ansia de justicia, que logre consolarme, como si algo pudiera llenar el vacío existente. No hubo nota, ni despedida, por otro lado algo natural, ¿con qué cara avisarías tu partida voluntaria? ¿Qué motivos de peso justificarían algo así?

No pensaste en mí, y si lo hiciste, debió silenciar tu voz, o borrar tus letras, ese pensamiento. Me dejaste aquí, sola, haciendo frente a tanta pregunta de la policía, de tu familia, de gente allegada a nosotros y lo peor de tantos curiosos, que sin apenas conocerte pretenden saber más.

No pude creerlo, parecía un mal sueño del cual pensaba, que en cualquier momento conseguiría despertar. Pero los días se sucedían y con ellos las noches, y no lograba descansar, cada vez que conciliaba el sueño asistías a mi, en una nebulosa, yo pretendía agarrar tu mano, pero nunca lograba acceder a ti. Tú estirabas el abrazo a la vez que caminabas en sentido contrario a mí. Hasta que agitada y sobresaltada despierto, e incorporada descubro que tu sitio sigue vacío. Que estoy soñando, y su final siempre es el mismo.

Sigo durmiendo mal, pero además las secuelas siguen aumentando, apena como, ya no sonrío, desconfío de todo y un rancio sabor de odio y culpabilidad me salpica, manchándome cada vez más. Sí, te odio, por tu egoísmo, por tu decisión, por hacerme tanto daño.

Sé que no volverás, y ya ni siquiera rezo para ello, sé que es un imposible. Tan sólo me atrevo a rogar a Dios, que me de la fuerza suficiente para no aborrecer cada nuevo amanecer, para lograr salir de esta cama con el ánimo de vivir todo aquello que tú decidiste privarte. Y que mi constancia y perseverancia logre hacerme olvidar, perdonarte y disculpar cada salida de tono ofrecida a los demás.

Ya no hay lágrimas, sólo rabia contenida, mal humor y amargura, esa es mi herencia. Deseo pagar mis deudas y librarme de este lastre. ¡Ah! por cierto, la próxima vez que decidas suicidarte no cuentes conmigo, no llames a mi puerta, no te presentes en mi vida. Pasa de largo sin más, como siempre te ha gustado.

NIEVES JUAN GALIPIENSO.
16/3/2010.

PRESENTADO A CONCURSO: II CONCURSOREATO BREVE Y MICRORRELATO DE NORTECASTILLA.
NO PREMIADO.

X. ELECTRICIDAD



X.ELECTRICIDAD.

“Fuera sopla el viento, fuera está lloviendo, un aullido aterrador”. Parece que el cielo revela tu interior. Ese miedo contenido, tanto silencio ensordecedor inunda cada hueco de esta habitación, aumenta el temporal y refleja lo que no supe evitar, no me tuviste, y ahora “yo te observo mientras duermes, respirando dulcemente, en la calma de esta habitación”. Sentada en este incómodo sillón repaso las últimas semanas. Analizo cada detalle, tus respuestas, aquellos gestos raros, achacados a tu caprichosa adolescencia, por mi torpeza o descuido. ¿Qué no supe ver? ¿Qué pista deseché?

Creo que si conservo cada segundo de tu aliento en el tarrito de mi conciencia, podré devolverte la vida, sacarte de este eterno sueño, en el que has decidido refugiarte, recuperando ese tiempo ya consumido, dándote una nueva oportunidad. En todo un cielo abierto a la esperanza, al futuro de tus 14 años, sin marcas. Sin cardenales, cortes, ni magulladuras de tanto golpe recibido, de tanta amenaza acumulada forjadora de ese muro protector, que un día, tu miedo levantó y que tanto impedía nuestro acceso. Cualquier acercamiento se tornó misión imposible para nosotros.

Pensamos que ésta, era una rabieta más de las tuyas, que duraba demasiado, pero que pronto pasaría y tus hormonas dejarían de jugarte malas pasadas. El enemigo no estaba dentro, no estaba en ti. Sabía perfectamente como acercarse, cómo acorralarte, sin dejar pruebas de ello, sin que hubiera testigos. Salir a la calle se convirtió en una tortura. Doblar cada esquina sin ir acompañado, sin mirar a todos lados comenzaba a pesarte. Sólo sentías alivio en casa.

Hoy estoy aquí sentada frente a ti, en esta habitación de hospital, deseando que abras los ojos, esos verdes grisáceos, que tanto enamoran. Esos que conseguían derretirme y librarte de cualquier bronca. Me tenías calada, sabías perfectamente cómo hacer uso de ellos para atormentar mi indulgencia, y salir bien parado de cualquier trifulca. Ahora esos ojos están cerrados, rodeados de cortes y moratones, hinchados por tanto sufrimiento acumulado. Por tantas horas de insomnio atesoradas, de pesadillas revividas una y otra vez.

Me acerco a ti “y al besarte en la mejilla, yo creí que me moría, se rompía este pobre corazón. Quiero besarte tengo miedo a despertarte, entró en tu sueño y te grito desde lejos: QUE TE QUIERO. En sólo un segundo”.

“He comprendido lo que importa y lo que no. El fin del mundo, de tu mundo, la tormenta, el dolor. Quedan muy lejos de esta habitación”.
Me siento cansada, las horas de vigilia comienzan a hacer mella. Mis párpados no resisten y lentamente buscan adherirse como si de un velcro se tratara, necesito dormir. Este estado me une más a ti, en mi sueño apareces tú. Estás dormido, como ahora. No, soy yo la que logro colarme en el tuyo. Tengo miedo, noto inseguridad. Todo tiembla, se oyen gritos, insultos, ¿quién es Ringo? Escucho suplicas, es tu voz, lamentos y reproches. Nada te libera de esa agonía, cada vez más inminente. Te preparas para ser golpeado, contraes los riñones y el hígado, presientes su patada. Te mueves muy rápido, que mareo, deseas esquivar los golpes. Pero estos te llegan, te tumban y ya eres hombre muerto. Una vez en el suelo sabes que no hay salida, ni escapatoria posible. Y nuevamente Ringo te utilizará como saco de boxeo para descargar todo esa rabia contenida y acumulada.

Tú ya sabes que es un chico problemático, con una infancia dura. Él ya sabe que tú eres el nuevo, inadaptado y solitario. Ringo ya ha salido, ha abandonado nuestra escena. Y tú sigues tirado en el suelo rodeado de babas y sangre. Lloras en silencio reprochándote tu falta de valentía y fuerza, tragándote tu orgullo pisoteado y rastrero. Te sientes pequeño, cada vez más pequeño, todo se vuelve un obstáculo imposible de salvar. Deseas morirte para librarte de este suplicio.
Yo noto tu angustia esa quemazón estomacal. Y comienzo a correr, preciso ir a tu encuentro, entregarte mis brazos fuertes y llenos de cobijo. Me estoy moviendo, puedo hacerlo, tengo vida en tu sueño. Comienzo a articular palabras, sonidos, no sé si tú me oyes. Pero “te grito desde lejos: QUE TE QUIERO”.

Te giras, tus ojos intentan vislumbrar mi imagen, esta voz te resulta conocida. Ya estoy más cerca de ti. Veo tus ojos, me sumerjo en ese verde esmeralda, los reflejos del sol te deslumbran. No tienes la certeza de saber quién soy. Pero ya no tiemblas, ni lloras. Te acaricio mientras te tomo en mis brazos. “Fuera sopla el viento, fuera está lloviendo un aullido aterrador, pero un susurro nos envuelve, nos abraza lentamente, como un mantra conocido por los dos. No son fantasmas es mi espíritu el que habla. Entra en tu sueño y te grita desde lejos: QUE TE QUIERO”.

“En sólo un segundo he comprendido lo que importa y lo que no”. Tus miedos, tus fobias. Esa manía persecutoria que te anula. Todo lo callado y ocultado, tus excusas, tantas mentiras encubridoras de una explotación más, de otro abuso por la fuerza. Y te susurro lentamente: -ya estás a salvo, esto también pasará. Ya ha pasado. No me sufras más. No estás solo, juntos podremos.-

Nos incorporamos, has dejado de sangrar. Caminamos unidos, giras tu cara y lo último que veo en mi sueño, en tu sueño es tu sonrisa. “Quiero besarte tengo miedo a despertarte; entro en tu sueño y te grito desde lejos: QUE TE QUIERO. En sólo un segundo. He comprendido lo que importa y lo que no: los desengaños y los malos presagios; las envidias, las intrigas que complican nuestras vidas, quedan muy lejos de esta pompa de jabón, nuestra burbuja de amor. Sube por el cielo, más allá del universo, sube y estalla en tu sueño”.

Ya he despertado y sentada en tu cama, sigo abrazándote. Siento algo, parece que tus dedos me han rozado. Tomo tu mano y tú te coges a ella, no puedo creerlo, tu coma ha cesado. Esas dos esmeraldas me miran con sorpresa y anhelo. Me reconoces y te fundes en un abrazo. Y tu pompa de jabón, nuestra burbuja de amor sigue intacta, flotando en esta habitación, en este mundo que castiga el acoso, el hostigamiento, los abusos y la persecución.

PRESENTADO A COCURSO: X CERTAMEN NARRATIVA CORTA " VILLA DE TORRECAMPO.NO FUE PREMIADO.

viernes, 16 de abril de 2010

SUEÑOS EN TUTU ROSA.



SUEÑOS EN TUTU ROSA.

Soñaba con ser bailarina, de esas con medias blancas y tutu, no la frenó ni las risas de sus compañeras, ni esos quilos de más, Soraya rompió su hucha para comprarse las primeras zapatillas de cintas. Sus padres asombrados apoyaron su proyecto, llevándola a clases de ballet como actividad extraescolar. Le dieron tres meses de prueba, pensaban, que se cansaría y abandonaría, esto era otro capricho más de última hora.

Ninguna de sus mejores amigas compartía esa afición, fue sola, empezó sola y ha seguido, continúa, ahora, rodeada de compañeras, alguna de ellas amiga. Madrugó, invirtió sábados y festivos practicando. Entrenó fuera de horario, se privó de chuches y disminuyó el consumo de chocolate. Sudó lo que no estaba escrito. Y aquellos pliegues se alisaron, dejando ver unos músculos más acentuados. Su figura mejoró por momentos, y aunque sus caderas y muslos revelaban su talla, logró bailar y moverse al son del vuelo de una mariposa en busca de alguna flor preciosa.

Su familia empezó a cuestionarse su cordura, y el capricho, según ellos, pasó a obsesión. Soraya estrenó mallot, debutó coreografía, recibió aplausos, y siguió bailando. Esa niña regordeta, caprichosa y veleta encontró su lugar entre punteras y vendajes, entre pasos alados armoniosamente articulados, entre piruetas y equilibrios.

Aquel antojo, hoy es vocación y profesión. Y su primera lección siempre comienza con estas palabras: - Cada uno de vosotros será quién dese ser, nadie tiene poder para anular vuestros sueños, si creéis en vosotros mismos, no necesitaréis estar secundados. Bailar sintiendo, sentir en clave de sol y vivir al compás de vuestras ilusiones y anhelos. Sólo así llegaréis a ser primer bailarín o bailarina, auténtica persona y reina o rey de vuestras vidas.-

NIEVES JUAN GALIPIENSO.
14/4/2010.

CUENCOS EN VERSO.



CUENCOS EN VERSO.

Hijo de alfarero y nieto de tornero, Jonás prefería regalar versos. Acompañaba a su padre en las ferias, más por obligación que por vocación. Escaqueándose, siempre que podía. Amigo de todos, seductor de lo femenino, encandilaba con su verborrea.

Antonio, mayor y cansado, deseaba legar su horno y ser relevado por su primogénito, esfumándose de él, su escaso interés entre rimas, versos y sueños.

Aquella tarde buscó en la quiromancia su aliado perfecto, que dejara patente, ante su padre, su verdadero sino. A él le creería, este viejo vidente, curandero y tallista de cristal, testigo directo de amaños y chantajes, vio llenarse su cofre de monedas, Antonio pagó su deseo paternal.

Los posos de café hablaron: - alfarero.- Jonás sonrió y emocionado respondió:
- sí, seré alfarero de poemas, modelaré versos y coceré rimas.-

Fue el primer alfarero de las letras. Sustituyó el papel por el barro, las flores por versos y los colores por rimas variadas, llenas de musicalidad. Jarrones, cuencos, vasijas y platos llevaban su sello, altamente literario, bello, original y útil.

NIEVES JUAN GALIPIENSO.
12/4/2010.

APARIENCIAS.



APARIENCIAS.

Hacíamos cola en la caja del banco, delante de mí una esbelta figura se alzaba casi toda de negro, sobre tacones vertiginosos. Su melena morena camuflada en aquellas mechas rubias cubría su espalda. Perfume de violetas y bolso amplio con hebillas y tachuelas.

Revisaba mis cuentas, y preparaba todo lo necesario para agilizar la tarea del cajero. La gente se amontonaba, y no había tiempo que perder. Se gira y me mira de reojo, como un gesto instintivo, como parte de su movimiento, del contoneo de su cabeza, cambiando de postura.

La miro de frente, maquillada hasta la saciedad, sus ojeras, imposibles de disimular, despiertan mi imaginación. Mi mente comienza a recrear la noche anterior. Tal vez estas ojeras escandalosas sean fruto de un rato de pasión, de una fiesta para dos, desconocidos y cómplices del placer de la oscuridad, el alcohol y la excitación. Tal vez el tiempo haya volado entre besos y caricias, repleto de jadeos y vacío de sueño y descanso.

Ya me toca, por fin, y suena su teléfono. Contesta mientras abandona la cola, cediéndome su lugar. No puedo evitar escucharla:
- Si, buenos días, bueno no muy bien. De seguir así tendrán que ingresarla. Faltan los resultados de la última prueba. ¿Pablo y Ana? Se han quedado en casa de mi cuñada, pero a media noche he tenido que salir a por ellos, estaban muy nerviosos.
Así que regresamos a las tantas y por fin se han dormido. ¿Yo?, pues he descansado acostada, pero sin pegar ojo. Si, intentaré dormir siesta, aunque lo tengo difícil. Gracias, no te preocupes, me apañaré. Hasta luego, ya te llamo, hasta luego.-

Indudablemente nada es lo que parece.


NIEVES JUAN GALIPIENSO.
12/4/2010.

lunes, 5 de abril de 2010

LLEGADA MI HORA...


LLEGADA MI HORA…

Nadie me explicó esto, desorientado y con mis sentidos casi anulados represento mi último acto. Con vestuario escaso, a penas una bata azul de hospital, sin maquillaje aparente. Tan sólo los restos de la crema que mi hija solía aplicarme masajeando mi cara. Me decía que era para estar suave. Me encantaba sentir sus manos con ese mimo y cariño. Tumbado en una cama paso mis últimos días. Ya no oigo las máquinas, hace mucho que ni si quiera siento ese gota a gota entrando en mis venas. Llevo sumergido en una pompa, flotando en una nube de algodón, no sé cuánto tiempo. No hay dolores, ni hambre, ni sueño, ni siquiera frío. Con lo friolero que siempre he sido. Y aunque sé que no estoy solo, no sé dónde me encuentro.

Se escucha una música, un dulce susurro, y noto que me llaman, creo que mi turno ha llegado, y sin saberlo debo haber avanzado en la cola, encabezándola. En la habitación todo sigue su curso, las enfermeras me visitan con frecuencia, mi mujer sentada frente a mí, me observa, como esperando una respuesta. Creo que se siente algo perdida y confusa, y sobre todo agotada. Ella tampoco entiende muy bien mi partida, pero acepta algo crispada mi marcha. Me vienen imágenes de estos últimos días, mis hijos, dándome de comer, limpiando mis ojos, masajeando mi pecho para tranquilizarme. Y esas palabras de paz que mi hija suele repetirme:

“Puedes irte cuando quieras, cuando estés preparado. No tengas miedo, estoy contigo, sujeto tu mano. No te preocupes por nosotros, estaremos bien. Todo está bien.”

La escena cambia, me veo en casa, ese traje de capucho a medias, que no acabaré, no sé qué fecha es, pero tal y como van las cosas, no veré más procesiones. Esto se acaba y no sé qué debo hacer. ¿Seguir recordando? Ya no puedo hablar, tal vez quedaron cosas pendientes. Ellos han sabido aprovechar el tiempo, cada uno a su estilo ya se ha despedido. Sé que me quieren, de eso no hay duda. Va a quedar tanto incompleto. ¿Cómo expresarlo?

Ya no podré apaciguar los cabreos de mi hijo, y éste va a ser monumental, no me gusta verle serio y desmotivado. Nunca reflejó su tristeza. La carencia de lágrimas la suplió con una buena dosis de amargura silenciada, de ese resquemor contagioso que siembra desgana. El llanto buscará los ojos de mi hija. Se emociona con facilidad, y suele ser de lágrima fácil, en eso ha salido a mí. Pero me tranquiliza saber, que no está sola, y que incluso, cuando lo ha estado ha sido lo suficientemente valiente para pedir ayuda, para llenarse de todos y todo lo que, como ella dice: “le da vida”.

Últimamente le ha dado por escribir, lo hace hasta aquí, frente a mi cama, y por su gesto y paciencia denoto que eso le ayuda. No he leído gran cosa de ella, y creo que mi opinión no fue acertada. Pensé que era infeliz. Y al enterarse por su madre se apenó, de nuevo se sentía incomprendida. Tal vez no supe leer, tal vez vi reflejada en su teoría mi propia existencia. Tal vez debí leer más, antes de sacar un criterio tan poco acertado. Eso quedará pendiente. Y me angustia, ya no puedo leerla.

Los días se suceden, para mí tan sólo es tiempo que no distingo, me inquieto porque no sé qué siento, porque veo y no distingo, porque sigo preso contemplando mi mundo a la deriva. Lleno de dudas. Es curioso, cada vez me siento más distante de ellos, a pesar de sentir sus manos, sujetando o acariciando la mía, noto otras presencias mucho más intensas, gente querida, ausente, que viene en mi busca, y eso me transmite paz. La que le falta a mi esposa. Hoy la noto más abatida, esa fortaleza de hiperactividad se derrumba a golpe de lágrima. Y aunque lo disimula, ya se siente derrotada. No hay mucho que hacer, y esa pasividad le devuelve a esta realidad.

Tengo que irme, ha llegado mi hora, no quiero escándalo ni nervios. No me gustaría ver a nadie triste, debo partir, mis alas están preparadas. Desearía estar consciente para dejar zanjado todo, pero no es posible.

La habitación calla, mi mujer junto a mí me mira tranquila, intuye lo que pasa. Mis hijos duermen en casa, y yo, me siento preparado, ya veo a mi madre y a mis hermanos, cuánto tiempo separado de ellos, y a lo lejos el reflejo de esa corona dorada, es mi Virgen querida, que acoge a su hijo áspense. Mi desasosiego se ha tornado paz, una serena y armoniosa calma me inunda.

Todo sucedió como deseé, ni gritos, ni nervios, ni crispación. Mi mujer tranquila cierra mis ojos, me besa y avisa. Mis hijos han llegado, Fabio está con ellos, me alegro, mi hija va a necesitarlo, me besan y se despiden con lágrimas silenciosas, sosegadas. El viaje comienza y esta vez sé que no llegaré tarde a mi destino, no perderé ningún tren ni me marearé. Estar tranquilos, me siento como en casa, toda mi familia y conocidos ha salido a mi encuentro. No hay dolor, ni deterioro, tan sólo un inmenso sentimiento de bondad y regocijo reina en cada uno de nosotros.

No sé si será el cielo, pero por lo a gusto que me encuentro, debe de serlo.

NIEVES JUAN GALIPIENSO.
5/4/2010.