miércoles, 20 de mayo de 2009

De primero alguna reflexión, para abrir boca ...

RAZÓN, ESTACIÓN O VIDA.

Ante una pérdida nos esforzamos en olvidar, en pasar página, cuánto antes mejor. Y la angustia y la frustración por no lograrlo todavía nos hiere más, nos mella más. Por ello, no olvidemos, transformemos y sintamos de forma alternativa. De forma práctica en este mundo real. Concedámonos el tiempo, la paciencia y las lágrimas que necesitemos para sacar nuestra pena. Acojamos nuestro proceso de duelo como una etapa natural a pasar y superar.

No pasa nada si tardamos en actuar, es lógico y normal. Pero no, nos anclemos en el dolor, el miedo, la rabia o la impotencia. Transformemos todas esas sensaciones en otras más útiles, invirtamos nuestro tiempo y nuestras fuerzas en intentar reeducar nuestros sentidos, modificando la percepción de la pérdida por un encuentro diferente, pero confortador y lleno de sentido. De un sentido, que en nosotros genere paz, vida y crecimiento
.

En esta vida no estamos solos, siempre recibimos ayuda, ayuda de las personas que llegan a nuestra vida y también de las que nos dejan. Porque siguen velando por nosotros. Su forma es diferente, pero saben valerse de otros medios para hacernos llegar el mensaje que precisamos. Su energía sigue transformando el mundo. Y tal vez sea esta idea la que podamos modificar, o mejor dicho tal vez necesitemos despertar nuestros sentidos para que puedan captar el apoyo y el cariño de todos nuestros seres queridos, su protección y su amor, porque sin duda siguen dándonosla.

Si la energía ni se crea, ni se destruye únicamente se transforma, y cada persona es el mayor ejemplo de energía en continúa evolución. Nunca nos destruiremos, simplemente nos transformamos, por lo que la pena, el dolor, la angustia o el miedo ante la muerte, aquí ya no tienen cabida. Creámonos esto y actuemos en consecuencia. Y nuestro caminar será totalmente diferente.

Hasta ahora, hemos hablado de las pérdidas por una razón muy concreta, la muerte, o el paso a otro tipo de vida. Es decir la perdida de un ser querido por la transformación de su energía, de su materia y de su espíritu, pero existen otras modalidades de ausencias. Y a veces afrontarlas nos resulta una tarea complicada.
¿Cuantas veces, en un entorno cercan
o se dan ejemplos de separaciones matrimoniales, de ruptura de parejas?. Este tipo de abandono casi siempre suele ser muy doloroso para todo el mundo. No sólo el cónyuge, que toma dicha decisión sufre. La pareja desmembrada sufre, los hijos, si los hay, sufren, las respectivas familias del dúo roto sufren, los amigos de cada miembro sufren, y más aún si se les ha obligado a posicionarse en defensa de uno y al ataque del contrario.

Para los protagonistas de estas situaciones suele prevalecer un sentimiento de fracaso, de proyecto inacabado.” El para toda vida”, ha pesado como una losa, ha impedido el vuelo de sus pilotos, las habituales rutas y trayectos ya no son surcadas, ni por aire ni por mar, y cada pasajero decide, de forma unilateral volar en desbandada y abandonar cuanto antes el barco de una vida en común desarrollada en pareja. De nuevo la temporalidad se ha apoderado de la situación, los deseos de continuidad y perpetuidad ya han caducado. Afrontar un cambio así es realmente un reto, no sólo por la envergadura de las reformas necesarias, sino porque además todo va acompañado de dolor, decepción, frustración y tristeza. Con este caldo de cultivo cualquiera intenta sacar algo positivo, francamente no es fácil. Pero tal vez si podamos enfocarlo bajo otro prisma, verlo de otro color. Vamos a intentarlo.

Evidentemente se ha roto una relación, iniciada como un plan de futuro. Un proyecto personal común, compartido por dos seres diferentes y especiales, se ha extinguido, tal vez no se logre dar con sus causas y ni siquiera merezca la pena entrar en ese punto. No vamos a juzgar ningún comportamiento, ni sus posibles soluciones. Tan sólo pretendo cambiar el enfoque para sentir de forma diferente.

Ya hemos comentado que todo es fugaz y caduco, que la vida está en continuo movimiento, y que pretender anclarnos por seguridad y bienestar es imposible. La vida se compone de etapas, y ellas se van sucediendo de forma natural y espontánea, poco a poco, a un ritmo acorde a nuestra existencia, tanto, que a veces no notamos sus secuelas. Y vamos transformándonos y adaptándonos a la novedad sin apenas ser conscientes de ello. Todos estos cambios son asumidos de forma voluntaria e inconsciente por su protagonista, sin causar en él ningún sentimiento negativo.

Pero no siempre es así, en muchas ocasiones, se desencadena todo un torbellino de contratiempos y desgracias. No logramos ver la luz, y no atinamos a descubrir, qué ha motivado todo esto. Ante tanta confusión y desconocimiento solemos derrumbarnos, y hasta nos culpabilizamos. Sintiéndonos los responsables de nuestro nuevo destino, destino indeseado, innecesario, incomprendido y no solicitado. Y sentenciamos todo este devenir como el gran fracaso de nuestra vida. Paseamos por ella sin pena ni gloria, o mejor dicho, con toda la pena del mundo, que somos capaces de acumular en nuestro corazón y todo el lastre que nuestra espalda logra soportar. Y decimos que vivimos, pero lo que realmente sentimos es una agonía precoz, preludio de una muerte en vida. Muerte de nuestros sentidos positivos, sobreviviendo a malas penas los perjudiciales. Muerte de nuestra esperanza, de la alegría, de las ilusiones y de cualquier motivación.

Olvidamos algo muy importante, que todo esto ha sido un cambio. El fin de una relación, no es, ni más ni menos, que la conclusión de una etapa. Esa etapa se cierra y comienza una nueva. Su llegada ha sido de forma repentina, como una tormenta tras un sol radiante, sus efectos devastadores como un terremoto y su influencia en nosotros, aniquiladora, como la más cruenta guerra. Pero no es un fracaso, no es una mala racha, ni un brote de mala suerte. Nadie ha confabulado contra nosotros. Simplemente la vida nos está obligando a que cambiemos.

La vida nos tira del sillón de nuestra rutina y comodidad y sin pedirnos permiso ni avisar, nos pone de frente a un espejo, al espejo de nuestra realidad, para que descubramos que así no podemos seguir, que debemos surcar otros mares; refugiarnos en otros puentes; cultivar otros jardines; cocinar y deleitar a otros paladares. Si conseguimos vislumbrar esto nuestra reacción será positiva. Porque tras pasar nuestro duelo lograremos tomar las riendas de nuestra vida, hallaremos el rumbo a seguir para dejar atrás una etapa ya acabada, centrándonos en todo lo que está por llegar. Y acogeremos de buen grado este nuevo devenir, creyendo que se trata de un cambio necesario y pertinente para poder avanzar y crecer.

Ya se ha superado una etapa y nos toca vivir otras. Nos toca relacionarnos a otro nivel y con otras personas. Seguimos siendo válidos, tremendamente válidos y maravillosos. Poseemos todo un mundo de valores, de dones, de oportunidades para dar, tenemos tanto que ofrecer, que no puede verse anulado por una relación acabada. Así como la vida sigue sucediéndose tras cada cambio de estación, nuestra existencia sigue readaptándose una y otra vez a las diversas estaciones personales y emocionales. Y en cada una de ellas aprenderemos de nuestra experiencia.

Sé que es difícil, poder discernir todo esto ante un proceso de dolor y angustia, en el que prevalece la pérdida, el vacío y el abandono. Pero si en algún momento de nuestra existencia damos con el botón, presionamos la tecla justa, que nos encienda la luz y somos capaces de decirnos NO FRACASÉ. NO PERDÍ, SIMPLEMENTE MI FUNCIÓN COMO MARIDO O ESPOSA CONCLUYÓ, PORQUE AHORA ES OTRA MI MISIÓN. PORQUE AHORA DEBO DAR DE FORMA DIFERENTE A PERSONAS DIFERENTES. PORQUE AHORA MI PAPEL ES OTRO. VOY A DESEMPEÑARLO DE LA MEJOR FORMA POSIBLE. PORQUE TENGO MUCHO QUE OFRECER Y PORQUE PUEDO MEJORAR Y ENRIQUECER ESTE MUNDO Y A SUS HABITANTES. PORQUE SERÉ YO QUIEN MEJORE, QUIEN AVANCE POR ESTA NUEVA VIA, QUE AHORA PARECE DESCONCERTANTE Y ATERRA. PERO SIN DUDA ME LLEVARÁ A LA META DE MI VIDA: A SER PERSONA.

Si somos capaces de repetirnos esto en voz alta, y de empezar a creerlo y reflejarlo con nuestros actos, pensamientos y decisiones, superaremos cualquier circunstancia, creceremos con cada cambio y seremos menos infelices. El dolor se transformará una y otra vez, en nuevas oportunidades de superación. Y las lágrimas serán de emoción, al comprobar nuestra valía, nuestra fortaleza y capacidad de adaptación a este medio, a cualquier tipo de situación que nos toque vivir.

Sufriremos, porque somos humanos y sentimos, pero ese sufrimiento no nos ahogará, ni nos estancará. Siempre nos encontraremos en un callejón con salida, unas veces será a una vía principal, ancha e iluminada, de fácil travesía, otras a una carretera llena de curvas y baches, que siempre desembocará en un área de servicio, en la cual podamos apearnos y repostar. Sin duda alguna llegaremos a buen puerto. O al menos a un puerto, el hacerlo bueno o malo dependerá únicamente de nosotros. Y nunca estaremos solos, siempre encontraremos en nuestro viaje a grandes, medianos y pequeños compañeros de ruta. A los que sabremos acoger y dejar ir, nutriéndonos de todo lo hermoso que tienen para aportarnos.

Descubriremos su propósito y no pondremos resistencia, cada pieza del puzle será colocada en su sitio, y poco a poco, paso a paso, etapa a etapa, conseguiremos redibujar la imagen de nuestra vida. Iremos revelando la fotografía de nuestra existencia.

Así que ya no cabe tristeza alguna. Sintamos como nos inunda la esperanza, y vivamos. Cuando alguien salga de tu vida, antes de juzgar, piensa si ha sido razón, estación o vida. Y analiza si su misión ha sido realizada satisfactoriamente. Cuando un ser querido se ausente de estas coordenadas, tenlo presente en tu corazón, en tu sentimiento y en tus obras. Y mantenlo vivo en tu actuar, sabiendo percibir su energía, su cuidado y su nueva forma de llegar a nosotros. Ninguna pérdida es un fracaso. Tan sólo una etapa cerrada, un círculo concluido que deja una estela de nuevas posibilidades abierto a otro tipo de trayectorias y de recorridos. Atrévete a vivirlo y deja que tu persona y tu esencia salgan a la superficie de una vida llena de fundamento, sentido, paz y armonía.

Llora cuando lo necesites, pero sé capaz también de reir, de ilusionarte, de amar y de crear. Porque somos seres maravillosos y especiales con una capacidad inaudita para transformar, reinventar y diseñar cualquier proyecto, situación o deseo.

Empápate de cada sensación, y permite comprobar qué sientes ante ella. Concédete la licencia del autoperdón, de la disculpa, de la tolerancia contigo mismo. Y pases lo que pases, sufras lo que sufras, que no te inunde la pena, que no te pese como una losa y te sepulte en el fondo de tu agonía, privándote de otros muchos sentimientos, sensaciones y oportunidades.

Que nada consiga nublar toda tu existencia, todo lo potencialmente maravilloso que puede dar de si tu persona. Porque ni el dolor más intenso es capaz de aniquilar cualquier detalle de amor, de amistad, de apoyo, de entrega y de servicio, detalles que recibimos diariamente, y que a veces no valoramos, ni percibimos por estar sumidos en nuestra pena.

Por eso cuando sufras además de saber reconocer este sentimiento y de afrontarlo con calma y paciencia, sabiendo que es temporal y que pasará, intenta ver que otros tipos de sentimientos, sensaciones y vivencias albergan en ti. Te asombrarás al descubrir, que además de dolor también has tenido muestras y ejemplos de sensaciones y situaciones positivas, generadoras de vida, y fuerza. El saber ser consciente de ello, te impulsará a salir poco a poco del fondo de tu pantano personal, el ancla echada comenzará a moverse, perdiendo fuerza. La tierra cederá y tu alma comenzará a flotar, consiguiendo salir a la superficie, respirar y tomar fuerzas para comenzar a recorrer tu camino.




Aspe, 23/9/08.

NIEVES JUAN GALIPIENSO.

A solas contigo ...


Has llegado a tu rincón personal. Fuera las prisas. Aquí no tiene cabida el mal humor, la ira o la indiferencia. Tan sólo el disfrute y la calma. Si para ello puedo ayudarte, sigue leyendo.
Reflexiones, cuentos, realatos mágicos, cualquier medio será útil para mi propósito: compartir contigo mis ideas. Esas locas que disfrazan esta rutina, aquellas reflexivas y profundas que hagan pensar, y siempre las divertidas y transformadoras de esta realidad.
Atrévete y ya me dirás ...