lunes, 6 de julio de 2009

VI. TOCANDO EL ALMA.


VI. TOCANDO EL ALMA.

“ Me decías cabecita loca por seguir mis sueños, por romper las olas, tú me decías cabeza loca”. Y sin embargo llegaste a mi alma por el sendero correcto. Necesitaste tu tiempo, no cogiste atajos, ni equivocaste las salidas. El recorrido fue perfecto. Y tras dos años de tardes intensas llenas de apuntes y risas; de consultas y diarios; de exámenes y trabajos, pasaste a ser algo más que un amigo. Tal vez me di cuenta demasiado tarde, aquel comentario antes de nuestro último examen, tu interés por mi estado, por mis problemas; o aquella mirada tan directa y a la vez transparente y protectora, desvelaba todo un futuro lleno de amor. Inalterable al paso del tiempo. Incombustible al devenir de las circunstancias. Fueran cuales fueran nuestros destinos, juntos; separados. Cerca; lejos.
Más tarde descubriría, que nada importaba, que lo nuestro terminaría siendo un amor de primera; o mejor dicho comenzaría siendo una especie en extinción de amistad, cariño, y amor con mayúsculas. De ese generoso y desinteresado, que se nutre con la verdad; triunfa con el respeto y la aceptación; brilla con cada gesto de unión y se impone frente a las inclemencias de cada situación, propias de nuestras vidas.
Nunca fuimos pareja, ni falta que nos hizo. No necesité tus caricias, para sentirme arrullada; no precisé tus besos apasionados, para que mi corazón notará todo tu ser lleno de amor. No pasamos noches desenfrenadas, y sin embargo fuiste mi ángel de la guarda. Expectante, vigilante de mis sueños, de mis anhelos. Sobrevolando mis horas bajas; levantándome de cada caída, con abrazos de humor; con manos llenas de comprensión. Con miradas limpias y cercanas de quién ha sellado un pacto de honor y lealtad.
Con dulces palabras de quién, a pesar de las diferencias, logra identificarse y empatizar con aquella Neus idealista, a la que admirabas por su capacidad para amar y su filosofía de vida.¿Recuerdas?. Llegaron cartas cuando estabas lejos, algunas te pillaron, con un pie en el portal de casa, y fueron leídas y contestadas. Y en ellas se plasmaban aquella calidad humana, que tan pocos han sabido brindarme y que todavía recuerdo y revivo. Pero la más importante para mí, no dio contigo. Hay pasiones que niega el cielo, mis señales de humo no encontraron tus ojos. Y canciones que guardan misterios.
Mi misil cargado con metralla reveladora de antojos, deseos y sentimientos, fue detectado por tu radar y desviado al fondo de tu océano emocional.
El silencio ocupó posiciones, dispersó todo su destacamento de voluntarios. Y el mensaje estaba claro. Mis dudas se disipaban, tu reino no requería una alianza con el mío. Anuncié mi retirada de tu mundo, recogí todo mi despliegue de cariños; pretensiones y confesiones. Y seguí mi rumbo a golpe de timón, surcando las olas de otros mares. Necesitaba revelarte mi secreto, formó parte de la terapia para recuperar mi capacidad sensitiva. Arrebatada por el torbellino de la apatía, la indiferencia y la desmotivación. Y aunque cuándo lo quise, te quise, no salió la luna, la luz de mi valentía aceptando y desvelando sentimientos, fue vigía orientando la escalada de aquel pozo profundo, propiciando los primeros pasos, los incipientes metros recorridos hacia nuevos puertos.
La recuperación fue inminente, nuestras vidas adoptaron sus formas y su sentido, los años transcurridos no borraron aquel teléfono. Más bien supiste recurrir a quién sabía conservarlo.


Aquellas Navidades decidiste levantar el boicot de mis fronteras a golpe de llamada, a son de villancico, y aunque atendí tu reclamo con sorpresa y alegría, no escuché el mensaje; cuándo tu quisiste no te respondieron. Cuándo no esperaba me llovieron besos.
Te presentaste en mi escenario ocupaste el papel provisional e improvisado que te dejé. Mi amigo más fiel que dentro me lleva. Y toda esa gama de emociones, sentimientos y pasiones comenzaba a apoderarse de mí. Como pavo real que exhibe su cola frente a la hembra, para conquistarla, desplegaste todos tus encantos personales. Pasamos juntos tiempo y ocasiones, pero ninguno terminó decidiéndose. Lo nuestro fue una falta de sincronía conyugal, un acertado recuentro de verdadera amistad.
Todavía recuerdo aquel mensaje, recibido mientras salía de una gripe tremenda:
“ Neus, ponte pronto buena, desde que has enfermado
el mundo se ha vuelto loco. Hasta Estados Unidos está
pensando iniciar una guerra. Necesitamos tu amor,
por favor ponte buena, sin ti no sé que
será de nosotros. Mil besos ”.
Parecerá una tontería pero cuando lo leí sentí tal mejoría. Fuiste mi música del alba, el eco de una voz lejana, que cada vez más me desarmaba. Apreciar cómo te aproximabas a mi alma; como sin palabras te percatabas de mi esencia, la respetabas y la admirabas, aumentaba nuestra conexión, así como la categoría de su contenido. Cuando volví a descubrir mis sentimientos por ti, tú ya habías partido muy lejos.

Poco, mucho, algo casi casi nada, no siempre se cruzan todas las miradas. Nuestras miradas contemplaron amaneceres en cielos distintos; disfrutaron de puestas de sol por separado, y aunque miraban a un mismo punto, este marcaba coordenadas inversas.
Cada uno prosiguió su destino antojadizo y vivaracho. De tanto en tanto había alguna noticia; algún contacto telefónico. Y cada Nochebuena, sin falta, puntual a su cita llegaba a mi móvil tu felicitación. Los primeros años recibías mis tarjetas llenas de buenos propósitos y mucho cariño. Tocaba tu corazoncito y derretía el hielo de tu silencio, breve y escueto me dedicabas unas palabras. Después los papeles se invirtieron, yo callé, y tú golpeaste mi puerta, para desearme lo mejor.
Fue un sábado a medio día, tu voz sonó al otro lado de la línea. No podía creerlo, no era Nochebuena, ni víspera. ¿Qué hacía tu voz entrando de nuevo en mi vida?. Rápidamente la sorpresa de tu regreso se transformó en perplejidad, todo un acontecimiento nos aguardaba. Pronto recibiría aquella invitación a tu boda. Te transmití mi alegría y felicitación, y traté de disimular, todo lo que puede, el vuelco que sintió mi corazón. Una decisión así, cerraba puertas; redibujaba círculos incompletos. Las posiciones se definían, y una nueva actriz ocupaba el protagonismo de tu corazón.
Ese día fue especial, nunca conseguí olvidarlo, no fue necesario. Reconozco que no fue fácil ni agradable presenciar tu promesa de amor; tu compromiso adquirido libre y voluntariamente con otra mujer. No te imaginas como desee ser ella. Me emocioné al oíros pronunciar vuestro amor. Al ver vuestra complicidad, todos aquellos gestos, que revelaban, muy a mi pesar, lo mucho que os unía; lo mucho, que os queríais. Y a la vez, me iba llenando de amor; de paz y bondad. Verte tan feliz me devolvía como un bumerán todo un abrazo de serenidad, plenitud y bienestar.


Supe que serías feliz, tremendamente feliz. Me tranquilizó presentir, que hacías lo correcto, que la persona elegida por compañera, era la acertada. Y que mi lugar en tu vida, por fin reubicaba su puesto. Ya no habrían más idas ni venidas. A partir de ese momento, nuestra relación de amistad y respeto seguiría una vía de sentido único, siempre hacia adelante, creciendo y mejorando. Seguiste demostrándome lo mucho que te importaba. Mi ángel de la guarda, que acudía a mí en mis horas bajas.
Hay quienes recuerdan ese banquete de forma especial. Dicen que percibieron una doble corriente de amor. Numerosos gestos con tu reciente esposa así lo confirmaba, pero la trayectoria de esa energía se multiplicaba de camino a mis ojos. Nuestras miradas correspondidas, nuestras muestras de afecto, desprendían en la sala, una aureola de buenas vibraciones; mejores deseos y la alegría acrecentada al saber que el otro era tremendamente feliz. Cada vez, que te acercabas a nuestra mesa, una nube de especial sentimiento invadía a todos sus ocupantes. El amor estaba presente a través de aquellas dos almas que se sentían tan unidas en esencia y tan alejadas físicamente.
Regresé a casa sin lágrimas y con mi ser repleto de amor. Y entonces, entendí todo. “Cada uno da lo que recibe, luego recibe lo que da, nada se pierde, todo se transforma”. Tú le estabas dando todo mi amor recibido a ella, y yo recibiría todo el amor dado de manos de otra persona, saliendo de otro corazón distinto del tuyo. Nada fue perdido. Sino transformado. Llegaron a tu vida 2 pruebas de vuestro amor, dos tesoros incalculables llenos de energía y vitalidad.
Y a mi vida acudieron nuevas experiencias, personas, amistades y deseos. Por supuesto nos seguimos de cerca. Conoces mejor que yo mi destino, y tu apoyo y reconocimiento sigue vigente hondeando en nuestra bandera de amistad.

Crees en mí, como pocos lo han hecho. Por todo ello lo nuestro es algo más que una desincronizada relación. Es un milagro hecho amistad y amor.
Al son de “Oasis” y “Cabecita loca” se va dibujando toda una vida, nuestra historia, y sus letras se tornan personas y sentimientos reales . Escuchar a sus autores: Pedro Guerra y Amaral siempre me hace presente, más si cabe, tu afortunada presencia en mi vida.