miércoles, 5 de diciembre de 2012

LA RUEDA DE LA VIDA.

Por fin he podido leer este libro tras varios años en mi estantería. Ya conocía algo del trabajo de su autora, Elizabeth Küller-Ross, pero no como escritora, sino en su faceta de conferenciante, a raiz de sus estudios y trabajos sobre la muerte y los moribundos. En el año 2000, tras una etapa de pérdidas familiares muy seguidas, a una gran amiga mia, se le ocurrió la idea de ver uno de sus videos. En él se hablaba extensamente de la muerte, de cómo es esa experiencia, y con su don personal de positivismo y acompañamiento, tranquilizaba a todos sus oyentes. Presentó esta situación como una parte más de la vida, mucho más importante de lo que creemos, nada traumatizadora, ni dolorosa, sino más bien como un paso a otro escenario, dónde todo es luz, amor y bienestar. Lo cual consigue cambiar nuestra visión negativa de la muerte y albergar la esperanza de que no será tan mala. Y si sus estudios está en lo cierto, una vez muertos diremos: "¿por qué no me pasó esto antes? Con lo bien que se está aquí".

 En este caso, quiero comentar su libro La Rueda de la vida, una autobiogrfía que Elizabeth escribe en los últimos años de su vida y que narra su intrépida y agitada historia, llena de lucha y coraje. Ni su familia, ni su condición de mujer favorecieron su vocación. Su padre autoritario y pragmático había pensado desde muy joven un futuro como contable en su empresa. Puesto, que nuestra escritora descartó de inmediato, atraida por la naturaleza, el ser humano y sus estados, tuvo muy claro, desde muy joven, que se dedicaría a la medicina. Y sobre todo a atender a los pacientes cómo se merecían. Por ello no es de extrañar, que de entre todas las especialidades existentes, Elizabeth comenzará en siquiatría, siguiera en pediatría y centrara su labor en humanizar la atención a los enfermos terminales. Cáncer primero y luego SIDA, arrinconoban a dichos enfermos en salas de hospitales abandonadas, a las que no se les prestaba la más mínima atención. Solitarios, tristes y frustrados agotaban sus días. Elizabeth cambió todo eso. No contó con el apoyo de las instituciones sanitarias, ni de sus colegas, ni siquiera de su familia, pero contra viento y marea, esta joven médica optó por los moribundos, los estudió, los presentó a la sociedad con máximo respeto, los acompañó y sobre todo los amó y ayudó a que pasaran sus últimos días lo mejor posible. A que encontraran la tranquilidad y la paz y estuvieran preparados para su viaje.

 Este libro nos muestra su incomediable labor, los obtáculos que encontró. Sus sueños, sus deseos, y cómo éstos fueron, algunos lográndose y otros transfomándose. Desde la simplicidad, la humanidad y la pasión por ayudar y mejorar la vida de los demás, nos desvela las claves para comprender, aceptar y mirar desde otra perspectiva y sobre todo desde otro sentir la muerte. Destacaría además de su ejemplo de coraje y vocación extremos, esa calidez, esa cercanía con la cual consigue que el dolor se transforme, el miedo desaparezca y la rabia salga convertida en agradecimiento y alegría.

 Por todo ello aconsejo este libro, porque es de los que te toca el alma, te da ánimos y te cuestiona muchos valores de la vida. En ningún momento aparece nada macabro, ni de mal gusto. Todo está tratado desde el respeto y el mimo al ser humano.

 Ahora sé que puedo seguir leyendo a esta autora, porque siempre me aportará.

 ¿Y tú qué lees?

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