
BOMBAY.
Natalia miraba desesperada su reloj. Luis llegaba tarde, como de costumbre. De pie en su despacho contaba los minutos para abandonarlo.
Nadie entendía su repentina decisión. Loca para unos y descabezada caprichosa para otros.
Su avión estaba a punto de aterrizar. El que la llevaría rumbo a otra vida, otro país, diferente cultura y tradiciones. Sin amigos ni familiares.
No esperó más, cogió sus cosas y se despidió de todos. Su taxi aguardaba en la entrada, y mientras se alejaba recorriendo aquellos lugares, recordó su llegada, llena de juventud e inexperiencia. Ahora algo más curtida en años y en vivencias.
Se despedía conforme, a su paso, iba dejando atrás parques, edificios, monumentos y lugares emblemáticos.
Con una sonrisa y algo de nervios por la nueva experiencia, pasar de alta ejecutiva a voluntaria sería todo un reto.
Llegó a tiempo, sin Luis, ¡que desastre!. Sus maletas facturadas, ya acomodada en su asiento imaginaba como sería su llegada. Y pedía al cielo no haber errado en su decisión.
Sus sueños se esfumaron, dejando paso a un descanso profundo. Mientras surcaba los cielos de Bombay.
NIEVES JUAN GALIPIENSO.
1/3/2010.
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