miércoles, 26 de mayo de 2010

FESTEJO CELESTIAL.



FESTEJO CELESTIAL.

- ¿Parece música? –

- ¿Música sólo, menuda algarabía?-

- Deben estar de festejo.-

- ¿Aquí son todos los días así?-

- Claro hombre, ya se sabe esto es el cielo, una fiesta constante, aunque no siempre es tan ruidoso. Debe ser algo importante.-

- ¡Vaya y nosotros perdiéndonoslo!-

Gritos, sonrisas, brindis. Algunos valientes entonan canciones antiguas, de esas que recuerdan sus años dorados en la Tierra. Otros, en grupo, prefieren hablar de los suyos y describirlos, siempre bajo un tul de anhelo y añoranza. Los hay danzantes, esos que no pueden dejar de bailar, con o sin música. Y al fondo de la sala alguien es felicitado. Debe ser el anfitrión. Se gira, está lleno de dicha. Sus ojos brillan, como nunca. ¿Quién diría que aquí no hay vida?, sus compañeros no dejan de saludarle, palmaditas en la espalda, apretón de manos, y algunos más emotivos le abrazan. Hay fotos y dibujos colgados en forma de cadenetas, suspendidos desde el techo, eles de color verde, volantes, coches y algunas palabras componiendo mosaicos: ¡ánimo tú puedes!, ¡estamos contigo, tranquila!, ¡fuera los nervios, y el miedo, conducirás!

Logramos acercarnos a un grupo y escuchamos como Miguel relata con turbación lo ocurrido:
- ¡Por fin lo ha conseguido!, estaba algo nerviosilla, pero no se ha saltado ningún semáforo.- ¿Pero te tocó alterar el color?- Que va, yo no hice nada. Todo el mérito es suyo, yo me limité a sentarme detrás para tranquilizarla. Me quedé perplejo al verla manejar el coche. No imaginaba que lo haría tan bien. Toqué un poquito el corazón del profesor y del examinador, y ambos sacaron su lado humano, le hablaron como ella necesitaba para dar lo mejor. Respetó los pasos de cebra, peatones, todos los stops fueron realizados a la perfección. Y aunque en un cambio de sentido perdió la noción de la salida correcta de la rotonda, ya que mi brazo rodeándola se lo impedía, pronto giro la cabeza, a la vez que yo me distancie y logró realizar la maniobra de forma efectiva. Dudó en un giro a la izquierda, me limité a soplar, para que ese mal pensamiento se esfumara, dejando el espacio libre para que acudiera la idea correcta. Mi brisa le llegó justo a tiempo y acertó en el carril escogido. El último semáforo en rojo le concedió tiempo para pensar, vio claro el giro. Y lo ejecutó, tan sólo faltaba la entrada al parking y la parada en batería para finalizar. Recordó entrar en primera presionando el embrague, despacito y con seguridad. Colocó el coche entre las líneas de forma perfecta. El examen había concluido, se despidió de ambos y nerviosa aguarda su veredicto. Yo la sigo, intento susurrarle: - lo has conseguido.- Pero ella sigue repasando todo el recorrido, repitiéndose: - no he cometido ninguna infracción, ¿pero no se?, no he estado muy suelta.- Mi hija siempre tan exigente consigo misma.-

- ¿Pero Miguel, qué pasó, aprobó?-

- Pues claro, ¿si no a qué se debe esta fiesta?-

NIEVES JUAN GALIPIENSO. 25/5/2010.

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