lunes, 31 de mayo de 2010

Ring-Ring Si ...?



RING, RING... ¿Sí?...

- ¡Holaaaa, buenos días!, que sorpresa tu llamada.
- ¡Eyyyyy, buenos días!, ¿cómo va todo?. ¿Qué tal tu padre?
- Bueno ahí vamos, la doctora todavía no ha pasado por planta.
- ¿Pero ha dormido, ha pasado bien la noche? ¿Y tú has dormido algo?
- Sí él ha dormido, pero tiene muchos dolores, apenas puede levantarse de la cama sin ayuda. Y verle tan limitado y reducido me apena tanto. Sobre todo el no poder hacer nada para aliviarlo. Yo he descansado algo, pero necesito saber qué hay, para conocer a qué nos enfrentamos y poder estar preparada, reorganizar mi vida, si es necesario.
- Bueno no te angusties, ya os informará el médico, todavía faltarán pruebas,¿no?
- Si claro, esto va lento, en agosto con la mitad del personal, ya se sabe, hay que esperar con paciencia.
- Oye, ¿quieres que me vaya este fin de semana para estar contigo?
- Hombre, me parece abusivo decirte que sí.
- ¿Nieves, si estuviera a tu lado te haría bien, te ayudaría?
- Ya lo creo, sería genial tener algo de apoyo y alegría, me animaría mucho, pero me parece ser un poco egoísta por mi parte decirte que sí y hacerte recorrer tantos km. Son 2 horas de viaje. ¿Qué puedo ofrecerte? Saldré casi a las 22.00h, y hasta las 22.30h no llegaré a casa, me relevará mi hermano. Estaré cansada y no tengo moral para mucho. Así que comprenderé que no vengas.
- Ni hablar, está decidido, saldré de Valencia a las 20.30h más o menos y así llegaremos a la vez a casa. Si mi presencia puede ayudarte, allí estaré. No te preocupes de nada más, para mi es un paseo y me encantará pasar el fin de semana contigo.
- Bueno entonces nos vemos alrededor de las 22.30h en Aspe. Si hubiera algún cambio te aviso, ¿vale?

- Perfecto así quedamos. Verás como todo irá mejorando, tranquila. Tu padre está en el mejor sitio para ser atendido de inmediato. Venga ánimo y un beso, nos vemos en breve.-

- Intuía tu llamada, era a lo que me tenías acostumbrada, desde hacía algún tiempo. Conocías perfectamente la situación. Mis mensajes y conversaciones telefónicas te mantenían informado del estado de mi padre, del avance de su enfermedad y sobre todo de su influencia en mí. Y no lo dudaste ni un momento, tras escuchar mi voz rota por el cansancio, la pena y la preocupación, te ofreciste, como brazo al que asirme, como salvavidas al que agarrarme para no ser arrastrada por la marea de esta enfermedad brava y destructiva. Me brindaste tu apoyo y tu compañía, sin importar, que para ello fuera necesario recorrer 177 km. y atravesar una provincia, plantándote un sábado por la noche en casa. Menudo plan elegiste, acompañar a una estrella casi fundida, totalmente desteñida, llena de tristeza, impotencia e inseguridad.
Sin embargo tu cometido estaba claro, al menos para ti, animar, ayudar y apoyar a una recién amiga, a la que te unía algo más que nuestra afición por la lectura y sobre todo por la escritura.

Ese fue el primer fin de semana de muchos lejos de tu cama, y de la habitación de invitados pasaste a compartir la de matrimonio. Me costó cederte espacio en mi armario, y mi baño lo invadías cada vez más días a la semana. Maquinillas, espuma de afeitar, perfume, desodorante y tu eterno cepillo de dientes lila, ese que tras el segundo fin de semana instalaste en mi lavabo. Creo que fue el primero en darse cuenta de que aquella amistad, se había tornado en algo más, mucho más. Y hoy paseamos juntos por Aspe o por Valencia, de la mano, enamorados y agradecidos de haber dado el uno con la otra.-

- Y tú diciendo en todo momento que no, que no querías ninguna relación, que los hombres como amigos genial, pero que otra aspiración, de momento, no entraba en tus planes. ¿Cuántas veces me lo dijiste? Creo que hasta ese mismo fin de semana lo dejaste patente. Pero cuando te tumbaste en el sofá y me plantaste los pies, supe que no todo estaba perdido.-

- No sé por qué lo hice; ni siquiera por qué no me aparté cuando me abrazaste en la piscina. No sentía rechazo, todo lo contrario, me encantaba que me rozaras, que buscaras mi mano, aquel masaje en los pies, o como me relajabas sobre el agua paseándome en tus brazos. Ese fin de semana fue espontáneo. Al menos yo no tenía ningún plan de antemano. No estaba como para maquinar estratagemas. Tal vez te aprovechaste de eso y todo fue un ardid por tu parte.

- ¿Qué dices? Yo me quedé igual de sorprendido y alucinado, al ver mi comportamiento y tu reacción. Temí en algún momento que me echarás de tu casa, por eso me dije: “Fabio aguanta los caballos”. Te hubiera besado mucho antes, de lo que lo hice, pero sabía que no era el momento, al menos no para ti.-

- Y lo respetaste, te aguantaste las ganas y fuiste un gentil caballero, educado y cortés. Hasta me pediste permiso para cogerme de la mano. ¿Recuerdas?

- Jajajajajaaja, siiiiii, me encantó tomarte de la mano, aquel momento fue especial a solas en nuestra tetería, esa a la que volvemos cada cierto tiempo, y que nos hace rememorar nuestros comienzos. –

- Robando minutos para estar solos mientras nuestras amigas disimulaban y se entretenían a propósito, justo para otorgarnos privacidad. Creo que yo fui la última en enterarme. Cuando se lo conté, me dijeron que era algo de esperar, tal y como se nos veía últimamente. Me parece que fui la única sorprendida. Sorprendida de sentirme tan a gusto contigo, de no tener miedo, y de superar ese lastre personal, que otras relaciones había dejado depositado en mí como un poso de café amargo.-

- Ahora que lo pienso, mi avance fue paulatino, lento pero efectivo. Y con cada gesto nacido de forma natural y sentido conseguía derribar tu pequeño muro. Aunque no tuve esa impresión. No te vi cercada por una fortaleza, más bien lo que me transmitiste fue una mano tendida agarrando la mía, para juntos traspasar tu pequeña puerta y descubrir ese mundo interior, que te hace todavía más bonita. Y a mi mejor persona.
Aunque el paseo por la playa, una semana antes, me diera muchas pistas y motivos para desear estar a tu lado, aquel beso robado la última tarde antes de mi regreso a Valencia despejó mis dudas. Cuando tus labios lo correspondían y tu lengua quería invadir los míos, supe que no estaba todo perdido. Y me dije: Fabio aquí hay que volver, apréndete bien el camino, porque será transitado con frecuencia.-

- No lo esperaba, y me encantó. Tras cerrar la puerta no sentí dudas ni incertidumbre. No me pedí explicaciones, ni le di más vueltas, y eso en mi es rarísimo. Simplemente sentí y me encantó. –

- Hasta el martes, que nada más conectarme me abordaste con tu planteamiento, que por cierto me encantó: “¿Fabio que nos está pasando?”, jajajjajjjaaaa, ¿recuerdas? –

- Perfectamente, te expliqué cómo me había sentido ese fin de semana. Me pareció muy valiente, por tu parte, contestar a mi pregunta como lo hiciste, sin saber como respondería yo, abriste tu corazón y tu boca pronunció aquella frase que cada 11 de mes celebramos. Porque ese martes fue 11 de agosto.-

- Y ya llevamos unas cuantas cenas, varios brindis y muchos regalos, para festejarlo.-

¿Y si hubiera comunicado? Si ese sábado mi batería se hubiera agotado, ¿seríamos pareja? ¿Estaríamos juntos? O tal vez seguiríamos vagando en busca de una conversación agradable, de una sonrisa iluminadora, de una carcajada, capaz de devolvernos la vida. De un abrazo reconfortante cargado de deseo y fusión. En busca de alguien como tú y como yo.

- Tal vez, pero esa sería otra historia..., ¿no te parece?...

PRESENTADO A CONCURSO: NO PREMIADO.

2 comentarios:

  1. Gracias por compartir tu -vuestra en realidad- historia. Me ha emocionado porque me he identificado mucho con tu relato, algún día te contaré con detalle..,estoy agotada, pero espero que algún día aparezca mi indio...jajaja, un b7 y gracias nuevamente por tu generosidad

    ResponderEliminar