lunes, 3 de mayo de 2010

OPORTUNA LLEGADA



OPORTUNA LLEGADA.


Deseaba tanto tu venida. Te soñé con mil caras, dibujaba cada una de tus facciones en mi mente. El tamaño de tu nariz, su forma. El color de tus ojos, si serían rasgados como los de Carlos o marrón almendrados como los de tu futura tía Sonia. Tus mejillas, esa parte me encantaba, sonrosadas y mofletudas, como las mías de pequeña. Y tu sonrisa resonaba en mi mente con intensidades variadas. Incluso, en ocasiones lograba escuchar tu llanto. Y aunque todavía no te tenía en mis brazos, solía sentarme a acunarte, cantándote una nana o repitiendo una frase cariñosa, apenas un susurro, para calmar ese gemido inexistente, instalado en mi cabeza. Era efectivo tras unos minutos me sentía mejor y siempre más unida a ti.

Te hiciste de rogar, al principio creíamos que algo faltaba. Y como locos comenzamos todo un despliegue de reformas, aumentamos las comodidades, aseguramos una estabilidad económica e incluso nos dotamos de más tiempo para poder dedicártelo. Queríamos, que desde el comienzo, sintieras lo deseado que eras, lo mucho que significabas para nosotros, y todo lo que estábamos dispuestos transformar para hacer de tu llegada nuestro objetivo principal.
Los intentos se prolongaban y el tiempo dilatado, junto a tantas oportunidades fallidas, comenzaba a obsesionarnos. Preocupados acudimos a un sinfín de especialistas. Seguimos sus recomendaciones al pie de la letra. Ahora me río, porque, francamente hicimos verdaderas locuras, pero en su momento no se podía descartar nada. Porque tal vez esa fuera la clave de tu tardanza.

Todo estaba perfecto, tanto Carlos como yo estábamos listos para aguardar tu venida. A la casa, tu futuro hogar no le faltaba detalle. Y nosotros realizábamos nuestros deberes puntualmente con dedicación y esmero. Pero tu tren siempre se pasaba de estación, y una vez más desalentados y tristes regresábamos a casa sin dar aquella bienvenida tan soñada y preparada. Nuestro nuevo huésped no acudiría hoy, tal vez mañana.

Las alternativas se iban agotando y la incertidumbre se apoderaba de nosotros, de esta pareja unida por el amor, que de tanto hacer el amor habían perdido el sentido de amar. Probablemente faltaba lo principal. El cambio que urgía no era ninguno de los realizados. Pero no lográbamos descubrirlo, estábamos tan llenos de inquietudes, de logros por conseguir, de retos que superar, que esa nube no dejaba ver la realidad.

No estabas dispuesto a plantarte aquí en medio de este par de desconocidos, autómatas del sexo obsesionados en concebir. Requerías algo más. Te armaste de paciencia y te sentaste a esperar. Francamente algún mensaje, alguna pista nos habría ayudado. Pero, claro un bebé potencial, ni siquiera en fase de embrión, que podría decir.
Carlos y yo nos conocíamos de tiempo, siempre habíamos sido buenos amigos. Nunca imaginamos ser pareja. Pero un buen día ocurrió, lo que los años y los encuentros no consiguieron, una celebración tardía y loca lo logró. Confusos, con cierto reparo afrontamos la situación, y desde ese día caminamos juntos. Disfrutábamos muchísimo, planeando viajes y pequeñas escapadas. Sorprendiéndonos el uno al otro, constantemente. Y transformando lo rutinario y habitual en algo especial, con un simple gesto. Nos encantaba charlar y callar, recuerdo aquellos momentos de silencio compartido, en los que no se precisaba nada más. Sentados juntos, próximos entre sí, aquellos abrazos, o simplemente permanecer recostados en el seno del otro dejando fluir las horas.

El aburrimiento no existía y hasta en nuestro silencio y sosiego se palpaba el amor. Se percibía nuestra unión y dicha. Hace tanto que no callamos. Tanto que nos acomodamos en sofás diferentes. Sintiendo la gran incomodidad de la soledad y el distanciamiento. Tanto que mi cabeza no reposa en su pecho y que mis manos no acaricia su pelo. No me extraña, que ante un panorama tal deshicieras tu equipaje. Nos sobraban los reproches, los lamentos, las broncas sin motivo. Esa crispación de quién se siente visitado, una y otra vez por la frustración, pariente no deseada.
La convivencia se tornó un infierno, y tú buscabas otros cielos sobre los que aterrizar. Necesitamos un huracán para que tirará por tierra aquellos falsos techos; para que derribara esas columnas endebles adosadas de forma temporal a nuestros cimientos, robustos y fuertes. Y desde la nada comenzar. Partiendo de la pureza de dos almas encontradas, capaces de filtrar todo aquel fango para darse una nueva oportunidad. Tu último rechazo lo logró. Aquel aborto inesperado encendió la luz en nosotros. Vimos con claridad todo lo que precisábamos recuperar, lo realmente importante. Lo perdido lentamente en el camino de los intentos obsesionados y mal entendidos.

Y como si de ordenadores formateados se tratara. Todos aquellos archivos de costumbres y hábitos indeseables, fueron borrados de nuestro disco duro. Arrancamos nuestra labor, limpios de cargas y memoria saturada. Unidos sin más propósito que ser personas, manteniéndonos fieles a nuestra esencia.

Recuperamos el silencio, y las sonrisas. Las carcajadas nos visitaban cada vez, con mayor frecuencia. Nuestro acercamiento físico y emocional era evidente. Y no precisábamos nada más.

Sentiste que era tu momento. Y antes de escuchar tu último aviso te plantaste en el vagón de nuestro hogar. Este tren llegó a su destino. Y hoy somos tres grandes aventureros de la vida. Unidos deseando no perder nuestro faro vital. Afortunada espera que nos dotó de todo lo esencial. Dichosa llegada, que nos mostró como brújula nuestro caminar.
Dedicada con especial cariño a María y Carlos, dos grandes amigos. Y a todos las Marías y Carlos de este mundo.

PRESENTADO A CONCURSO: VII CERTAMEN RELATOS EL MUNDO ESFÉRICO DE ECIJA.
NO PREMIADO.

No hay comentarios:

Publicar un comentario