jueves, 17 de junio de 2010

MELODIAS A CONTRATIEMPO. XII CUESTIÓN DE FE


XII CUESTIÓN DE FE.

“El desierto del Sahara está más cerca de mis labios que tus besos, y el mercado de Estambul. Las mezquitas de la India están más cerca de mis dedos que tu cuerpo, y la noche en Katmandú.”

Nadie comprendía la razón de su decisión, Samuel llevaba tres años internado en el seminario de Orihuela, no se marchó de niño, ni tuvo unos padres extremadamente religiosos. No había antecedentes en su familia, ni sufrió ningún fracaso amoroso a quien responsabilizar de su vocación. No señor, en plenas facultades, meditada concienzudamente y tras varias experiencias en campos diversos, optó por ser cura.

Su novia fue la primera en saberlo, suena gracioso, Rosa jamás imaginaba perderlo así. Podría haber otra, o cansarse de su amor, pero dejarla para meterse a cura, eso desde luego no entraba en sus planes.

Se llevó el primer jarro de agua fría, tras hablar con ella, sus explicaciones no la convencieron, la enojaron. Se sintió engañada, traicionada, rechazada. Menuda competencia le había salido, nada más y nada menos que la Iglesia, los votos de castidad y el celibato, a estas alturas. No se imaginaba a Samuel vestido de cura alejado del sexo y las mujeres, siguiendo los mandatos de su diócesis, él un revolucionario, rebelde y reivindicador en contra de toda autoridad. ¿Pero qué había pasado, qué había cambiado en él para someterse de tan agrado a la orden eclesial?

“Los danzones de Santiago están más cerca de mi ritmo que tus piernas, las terrazas de Madrid. Los almendros de Tejeda están más cerca de mis labios, que tu escuela, el lugar que nunca vi.”

El asombro y la incredulidad se apoderó de su familia y amigos, creyeron que ésta, era otra de sus excentricidades, o de su lucha sin tregua por alguna causa perdida, y en unos meses regresaría a su normalidad, entraría en razón y retomaría su rutina habitual.

Pero no fue así, Samuel siguió adelante sin el apoyo de nadie, por eso pensó que un cambio de residencia y de compañías le haría bien. Trasladarse al seminario sería mejor que estar yendo y viniendo. Al menos allí no tendría que soportar comentarios jocosos, malas caras y juicios continuos. Tal vez entre simpatizantes de aquella loca ideología no se sentiría como un bicho raro, sino como uno más.

Su formación finalizó, fue ordenado y destinado a la parroquia de un barrio conflictivo. Supo respetar todos los preceptos y predicó con el ejemplo y la obra más que con las palabras. Se sintió querido y respetado, y aunque los suyos siguen sin entenderlo, Samuel, eso, ya lo ha aceptado. A veces duda y cuestiona, protesta cuando ve algo injusto y recibe reprimendas por ello, pero no le achican. En ocasiones imagina cómo sería su vida si no fuera cura, y francamente no la concibe.

Algunas noches, cuando aprieta el calor, abre su ventana y sentado frente a ella contempla la luna, sobre todo si está llena y recuerda a Rosa, un pensamiento le aborda: “mujer que no tendré, que no adivinarás mis buenas luces. Mujer que no tendré que nunca sufrirás mis malos ratos.”

NIEVES JUAN GALIPIENSO.
17/6/2010.

NOTA: El texto entrecomillado y en cursiva pertenece a la canción de Pedro Guerra “Mujer que no tendré.

No hay comentarios:

Publicar un comentario